Fukushima

Página - 22 febrero, 2012
La catástrofe nuclear de Fukushima, Japón, fue la más grande conocida en la historia luego de Chernobyl. La importancia de Japón en el escenario atómico global –tercer país con más reactores en actividad–, y su alto avance tecnológico son factores determinantes para demostrar que la “energía nuclear segura” no existe. Además, pone en evidencia las graves consecuencias sociales, ambientales y económicas que produce. Fukushima debe ser el primer paso hacia el fin de la era nuclear.

Daños en los reactores 3 y 4 de la planta nuclear Daiichi en Fukushima. Foto: © Tepco/ derechos reservados

El desastre

El 11 de marzo de 2011, un terremoto de 9,0 grados en la escala de Richter y un posterior tsunami desatado por la ferocidad del sismo, azotaron Japón y produjeron consecuencias devastadoras. Esta fatalidad dio inicio a otra tragedia, absolutamente evitable, en la central nuclear Fukushima Daiichi, en la cual fallaron los sistemas de refrigeración y emergencia, se registraron explosiones de hidrógeno en los edificios que albergan los reactores y se alcanzó la fusión del núcleo de los reactores 1, 2 y 3, liberando grandes emanaciones radiactivas al exterior. Independientemente de la gravedad del terremoto y , la catástrofe nuclear ocurre por los riesgos inherentes a esa tecnología y a una grave falta de transparencia –previa y simultánea a la tragedia– por parte de las autoridades regulatorias nucleares, la empresa operadora de la central, Tokio Electric Power –TEPCO–, y el gobierno de Japón.

El terremoto y el tsunami fueron sólo el disparador del desastre, y dejaron al descubierto graves fallas regulatorias en un sistema que debería haber operado para proteger a la gente de este tipo de riesgos en lugar de privilegiar los intereses de la industria nuclear.

Fukushima tiene 6 reactores del tipo BWR –reactor de agua en ebullición–, que generan una energía total de 4,7GWe. Los reactores 1, 2 y 3 estaban en operación el día del accidente y todos sufrieron graves daños –incluida la fusión del núcleo en todos ellos–. El reactor 4, si bien no tenía combustible al momento del terremoto, registró explosiones de hidrógeno y pérdida de agua en las piscinas de almacenamiento de residuos radiactivos provocando grandes emisiones radiactivas. Los reactores 5 y 6 estaban en mantenimiento por lo que sus daños fueron menores.

Los reactores en actividad sufrieron la fusión de su núcleo, se produjeron explosiones de hidrógeno que dañaron los edificios de los reactores 1 al 4, los niveles de agua de las piscinas de almacenamiento de combustible gastado bajaron produciendo que la actividad de este material se incrementara notablemente liberando emanaciones radiactivas al exterior.


Consecuencias

La experta en radiación del equipo de Greenpeace, Rianne Teule, controla la contaminación en cultivos en Minamisoma, a 25 km al norte de la planta Fukushima Daiichi. Greenpeace está trabajando en la zona para controlar la contaminación radiactiva en alimentos y en el suelo para estimar los riesgos para la salud y la seguridad de la población local. © Christian Åslund / Greenpeace

Recién un mes después de la tragedia, el desastre atómico de Fukushima fue catalogado de nivel 7 en la escala INES –de sucesos nucleares–, máxima categoría en la escala y al mismo nivel que Chernobyl. Más de 150.000 personas fueron evacuadas en áreas un radio de hasta 50km alrededor de la planta. Áreas a más de 80km registraron niveles de radiación más allá de los estándares internacionales máximos aceptados para la población.

La nube radiactiva que liberó la planta podría haberse visto afectada por variables climáticas como la dirección de los vientos, o físicas como una mayor actividad en la fusión de los núcleos. Según reconoció el mismo gobierno japonés en un documento interno, esto podría haber incrementado el radio de evacuación hasta más de 175km a la redonda, e incluso la ciudad de Tokio. Millones podrían haber sido evacuados y la economía japonesa, totalmente paralizada. La dirección de los vientos, y si bien fue una cuota de suerte para el pueblo japonés, produjo la mayor descarga de elementos radiactivos al Océano Pacífico en la historia, un 80% del total de las emisiones totales.

Las consecuencias económicas se calcula que ascenderán hasta entre US$ 500 y 650 mil millones de dólares, considerando el decomisionamiento de la planta. Casi la totalidad de esta cifra la pagará el gobierno japonés con el dinero de las personas como vos que pagan sus impuestos. TEPCO, mientras tanto, hace lobby para que los dueños de las tierras contaminadas sean designados como los responsables económicos de su limpieza y restitución.

Lecciones de Fukushima

A cuatro años de la tragedia y a pesar de no estar en funcionamiento, Fukushima sigue teniendo fallas y liberando radiación al ambiente. Japón demostró poder cubrir su demanda energética prácticamente sin utilizar energía atómica como fuente de generación –sólo tres de sus 54 reactores se encuentran activos–, desmitificando la creencia de que la energía atómica es indispensable para abastecer la demanda.

Al igual que en Argentina, los vínculos entre los promotores y los reguladores de la producción nucleoeléctrica, fueron muy estrechos. Independientemente de las fallas técnicas en los reactores, las fallas regulatorias fueron la causa de todos los accidentes de mayor o menor escala que hubo en el mundo.

Las gravísimas consecuencias sociales, económicas y ambientales de la tragedia, las poco transparentes operaciones del sector nuclear y el gobierno de Japón, así como la absoluta estabilidad del sistema energético japonés sin depender de la generación atómica, deben dar al mundo una lección definitiva sobre los excesivos riesgos que estamos dispuestos a correr al apostar por la energía atómica y lo prescindible de su aporte.

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Greenpeace reclama y exige a las autoridades nacionales e internacionales que pongan fin a la era nuclear y migren definitivamente de una tecnología anacrónica como la nuclear, al futuro sustentable propio del siglo XXI que ofrecen alternativas como la energía eólica.

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Mitsuhiko Tanaka es ingeniero y analiza el encubrimiento de los defectos de producción en la vasija del reactor 4 de Fukushima. Si bien los defectos y el ocultamiento no causaron la explosión en el reactor 4, son ejemplos de por qué no se puede confiar en la industria nuclear.

 

 

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