Por Daniel Bravo

Chef y activista en los barcos de Greenpeace

Durante casi doce años he navegado por todo el mundo en los barcos de Greenpeace como activista y chef, en este tiempo he conocido diferentes culturas y he entendido, cada vez con mayor claridad, que somos nosotros, los seres humanos, quienes podemos cambiar el planeta.  

Hace unas semanas, Esperanza, uno de los barcos de la organización, llegó a Vancouver, Canadá, donde miembros de las primeras comunidades del oeste de este país nos recibieron una ceremonia llena de energía. Entre cantos, danzas y tambores, las palabras del jefe Iain retumbaron en las consciencias de todos y en mí, se quedaron grabadas: “Las acciones que tomemos en nuestro día a día tendrán consecuencias directas en nuestro entorno y para las generaciones futuras”, nos dijo.

Como padre e individuo reconozco que la tarea de conservar el planeta no es fácil, pero pienso en el ejemplo que estoy dando a mi hija y en el mundo que quiero para ella y tengo el valor para seguir.  Las pequeñas acciones que realicemos a diario desde nuestras trincheras nos dan la posibilidad de tener un mundo mejor.  La cocina para mí es el espacio donde actúo a favor del planeta, prefiriendo alimentos sanos para nosotros y el medio ambiente.

Tú también puedes actuar: compra productos locales, visita tianguis y habla con los productores, conoce sus condiciones de vida, el esfuerzo que hacen para mantener una producción sustentable. Apoya la economía de barrio  y cocina productos de temporada.

Necesitamos cambiar la realidad que vivimos: México ocupa los primeros lugares en obesidad adulta e infantil en el mundo y al mismo tiempo, tenemos gente con problemas graves de desnutrición.  En el campo, la gran mayoría de los pequeños productores tienen que librar una lucha constante para competir con los grandes que acaparan la mayoría de los subsidios que otorga el gobierno. 

La agroindustria, utiliza plaguicidas que deterioran el medio ambiente y que afectan la salud de los seres humanos; utiliza una gran cantidad de agua del subsuelo, erosiona la tierra, contamina ríos y lagos y produce gases de efecto invernadero. Además de controlar y monopolizar el mercado. 

Los consumidores somos el último eslabón en esta cadena de producción, nuestras decisiones de compra son las que tienen la última palabra para mantener este esquema o transformarlo en un modelo sustentable con base en la agricultura ecológica, que protege la biodiversidad y nos da alimentos más saludables sin el uso de sustancias tóxicas.

Asimismo,  crea comunidad y cooperación entre los productores y fomenta el comercio justo con los consumidores.

La próxima vez que vayas al súper, tómate un instante y cuestiona qué hay detrás de tu comida, cómo se produce el alimento que pondrás en tu mesa y compartirás con tu familia.

La decisión está en ti. Tus acciones,  sumadas a las de miles de personas que se han unido al movimiento por la Comida Sana, Tierra Sana, harán de este mundo un espacio más habitable.