Estar en una organización cómo Greenpeace es una oportunidad para convertir mis sentimientos en acciones, no sólo es el querer, sino tener la oportunidad de realmente hacer algo por nuestra madre Tierra. Ser voluntaria sólo me cuesta mi tiempo, porque cuando se hace lo que se ama no se batalla, se vive, y cuando nuestra voz se escucha a través de nuestros logros, ésta se convierte en un sentimiento de satisfacción muy puro. Aquí he tenido la oportunidad de conocer a personas muy valiosas que sienten lo mismo que yo al ver caer una hoja, una bolsa de basura o una gota de agua.

Estuvimos unos días en donde todo lo que nos rodeaba fue la naturaleza, fue muy motivante porque descubrimos lugares y una forma de vida en la que el hombre aun no alcanza a llegar, un lugar limpio y vivo.

Aprendimos a valorar cada minuto de la luz del día, cada alimento, cada gota de agua, cada estrella de ese cielo despejado y cada sonido de la naturaleza; durante el encuentramento estuvimos tan alejados de la civilización pero conectados con la naturaleza y todo lo que veíamos era una razón y motivo por lo que luchamos cada día, para que esos lugares sigan sin sufrir las consecuencias del cambio climático. Durante el momento de reflexionar sobre lo que estaba pasando, las lágrimas se hicieron presentes en muchos de nosotros, fue señal de que lo que hacemos es por amor, esas lágrimas se transformaron en ganas de seguir adelante. La buena vibra de todos los voluntarios se hizo presente y nos regresamos felices por ello.

Te invito a unirte a voluntario, nuestra tierra necesita una voz y nosotros la tenemos; hagamos que el poco tiempo que nos toca vivir sea lo más puro posible y que lo que nos ha tocado ver, sentir y defender hoy, lo conozcan también las próximas generaciones.

*Cristina Córdova, voluntaria del grupo local Chihuahua.