Las víctimas de Chernobyl

Mykola Isaiev
Fecha de nacimiento: 29 de abril, 1955
Estado civil: casado, con dos hijos nacidos en 1981 y 1985

Mykola Isaiev fue uno de los especialistas liquidadores encargados de llevar a cabo la limpieza de las secuelas del accidente de Chernobyl en 1986. Trabajó en la planta nuclear de 1977 a 1991. Hoy, sufre de graves problemas de salud, entre ellos severas alergias, asma, isquemia, diabetes mellitus y hepatitis. Debido a estas enfermedades, cada dos meses es hospitalizado para permanecer internado durante otros dos meses.

“El día antes del accidente salí de trabajar a las 8 pm. Al día siguiente podía ver el reactor destrozado desde mi casa, pero aún así fui a trabajar. Todos suponíamos que nos habrían avisado si algo malo hubiera pasado. Existía un muy buen servicio de emergencia”.

Cuando Mykola llegó a trabajar se percató de la gravedad de la situación. Quiso avisar a su familia, pero los teléfonos no servían.

“El 27 de abril mi familia fue desalojada de Pripyat por un equipo de evacuación. Iban vestidos con trajes blancos protectores que asustaban a todos. Les dijeron que no debían llevarse nada, ya que todo podía ser radioactivo. Más tarde, mi esposa me contó que el camión que los recogió se paraba en cada pueblo y se les preguntaba si querían vivir ahí“.

A finales de abril, Mykola viajó a Kiev en busca de su familia pero no los encontró en ninguna de las listas. Por fortuna, el jefe de la planta de Chernobyl le había dado una carta en la que decía que iba en busca de su familia y que tenía a su disposición el uso de cualquier medio de transporte para encontrarlos. No fue hasta mayo que pudo reunirse con ellos.

“Yo estaba en shock. Aún no se les había hecho ningún examen médico. Además, en la planta me habían hecho firmar un documento que decía que me quedaría en Chernobyl a limpiar a cambio de que a mi familia se le proporcionara la atención médica adecuada. Pero el gobierno no hizo nada. Solamente les entregaron comida y vitaminas. Los doctores recomendaban no salir a la calle, querían evitar el pánico. Nadie sabía cuáles serían las consecuencias de estar expuestos a la radiación y temían a cualquiera que hubiera estado dentro del área del accidente”.

Mykola regresó a Chernobyl. Para finales de julio, sus ojos, nariz y pulmones sufrían de quemaduras graves, por lo que tuvo que alejarse por un tiempo. Mientras tanto, su familia estaba en espera de un departamento en Kiev.

“Habían muchas personas que esperaban departamentos. Cuando Boris Yeltsin vio las largas filas dijo 'todos ellos deben tener un departamento inmediatamente o habrán graves consecuencias'. Y así, al día siguiente me fueron entregadas unas llaves”.

En cuanto a sus pertenencias, solamente guardaron un par de cosas. el libro favorito de Mykola “El último de los mohicanos” de James Fenimore Cooper y el refrigerador. A pesar de que les aseguraron que el refrigerador estaba libre de radiación, Mykola prefirió que permaneciera en el balcón. También fue galardonado con múltiples medallas por su labor como liquidador en Chernobyl; pero ninguna de ellas lo ayuda en su vida diaria.

“Desde principios de 2011, haber sido liquidador en Chernobyl ya no garantiza cobertura médica. Nosotros debemos pagar todas nuestras operaciones. De los 4,800 liquidadores que habitan en Kiev, sólo uno por ciento recibe rehabilitación. 45,000 personas aún no tienen un domicilio fijo y de éstas, 15,000 son oficialmente reconocidas como Inválidos de Chernobyl. Actualmente, el gobierno busca quitarnos todas nuestras prestaciones. El párrafo número 16 de la constitución estipula que es deber del Estado sobrepasar las consecuencias de las catástrofe de Chernobyl y eso incluye atender la salud de las personas afectadas por el desastre. Es una buena ley, pero es letra muerta.”

Al percatarse de que los derechos de las víctimas de Chernobyl no estaban siendo protegidos, Mykola comenzó a trabajar con diferentes ONG. En 1991, conformó la Unión de Víctimas de Chernobyl y se convirtió en su líder. Hoy, es vicepresidente del Partido Popular de Chernobyl, Ucrania, fundado en 1998 para ejercer presión sobre el gobierno.

Nadiya Fedorivna Ogievych
Fecha de nacimiento: 23 abril, 1967
Estado civil: casada, con 3 hijos nacidos entre 1989 y 1995

En 2011, un equipo de Greenpeace internacional viajó a Ucrania para medir los niveles de radiación dentro de distintos alimentos locales. Los resultados de una muestra tomada de medio litro de leche aparecieron 6.5 veces por encima de los límites de radiación, por lo que el equipo decidió hacer una visita a la familia Ogievych, quienes proporcionaron la leche para el ensayo.

Dos manojos de heno decoraban la entrada de la propiedad en la localidad de Drozdyn, al noroeste de Ucrania. Al acercarnos a la casa, el espectrómetro gamma comenzó a sonar desesperadamente. El heno estaba lleno de cesio 137 y su concentración era 6 veces superior a los demás espacios dentro de la propiedad.

Nadiya escucha el sonido de la máquina y hace un gesto de lamento. No se sorprende: “Este heno fue recolectado a unos 6 o 7 kilómetros del pueblo. También se puede conseguir en un área pantanosa que se encuentra más cerca. Estamos conscientes de que ambos lugares tienen niveles de radiación muy altos pero no tenemos donde más conseguir heno para alimentar a nuestro ganado en invierno.”

Las zonas pantanosas son áreas de acumulación de radionucleidos. La vegetación que proviene del pantano es convertida en heno y consumida por el ganado local, lo cual transfiere radionucleidos a la leche. El consumo humano de la leche provoca la acumulación de radionucleidos en el cuerpo, lo cual puede desembocar en un sin fin de enfermedades graves.

“Actualmente estoy bajo tratamiento de radiación. Tengo problemas con mi vejiga y estoy considerada oficialmente como Inválida de Chernobyl, siempre cargo con mi certificado. Perdí un riñón y el otro está infectado con cistitis. Para mi tratamiento debo viajar frecuentemente a Rivne, la capital de Rivnenska Oblast. Permanezco ahí hasta que terminan los tratamientos. El accidente de Chernobyl me cambió la vida y afectó muchísimo la salud de mis hijos. Siempre están enfermos y sufren de constantes dolores de cabeza. También sufren de distonía por vasos sanguíneos bloqueados y mala circulación. A mí me pasa lo mismo. Cada vez que vamos a la clínica en Rokytne nuestros resultados muestran lo mismo: niveles que exceden los límites permitidos para el cuerpo humano”.

La familia de Nadiya ha subsistido siempre de la agricultura y la ganadería, por lo que les fue imposible cambiar de modo de vida después de la catástrofe en Chernobyl.

“Aún tenemos las mismas rutinas. Crecemos nuestras legumbres y consumimos todo lo que cultivamos. Es nuestra única forma de alimentarnos. En el mercado vendemos moras y hongos silvestres que recolectamos. Esa es nuestra vida y modo de subsistencia. En los mercados existen sitios que miden la radioactividad en la comida. Si éstas sobrepasan los límites, no las podemos vender. Antes vendía hongos en el mercado, ahora casi no. Muchas veces me han rechazado los alimentos por estar demasiado contaminados. Nuestra estación sanitaria constantemente verifica los alimentos de la zona y los nuestros siempre están contaminados. Hacemos lo que podemos pero ésta es nuestra situación actual”.

Le preguntamos a Nadiya cuándo fue la primera vez que fue avisada sobre el desastre en Chernobyl y nos respondió que si bien no recordaba la fecha exacta, estaba segura de que no había suficiente información disponible.

“Todo mundo estaba en pánico. Pensábamos que dentro de un año estaríamos todos muertos”.

Un cuarto de siglo más tarde, muchos aseguran que las cosas están mejor. Algunos dicen que ya no hay problema alguno. Nadiya no está de acuerdo con ellos. Por ahora, solo aguarda el final del invierno.

“Acepto las cosas como son; el invierno, el verano. Amo a la naturaleza tal cual como es”.

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