Postura reactiva de Greenpeace en torno a preguntas relacionadas a la calidad del aire en la Ciudad de México

Noticia - 5 junio, 2013
El uso intenso de los automóviles ha repercutido en la Ciudad de México en una crisis ambiental cuyos principales ejes son la contaminación atmosférica y la agudización del cambio climático. Las emisiones contaminantes no sólo provocan daños a nivel local, sino que pueden afectar a todo el planeta, llegando a poner en peligro la salud humana y a la vida.

Después de 20 años, la calidad del aire ha vuelto a ser pésima, Greenpeace exige al gobierno federal y de la Ciudad de México:

  • Homologar los niveles de aceptación de contaminantes de las normas oficiales mexicanas NOM-025-SSA1-1993, NOM-020-SSA1-1993, NOM-042-SEMARNAT-2003, NOM-044-SEMARNAT-2006 42 con los lineamientos de la Organización Mundial de la Salud.
  • Impulsar el transporte público de calidad en las principales zonas urbanas del país.
  • Fomentar el uso de transporte eléctrico tipo trolebús, tranvías y tren ligero e incrementar la generación de energía renovable para que esta misma fuente de energía sirva de abastecimiento a este tipo de transporte.
  • Desincentivar el uso del automóvil como principal fuente de movilidad en las grandes ciudades del país a través de la eliminación progresiva de los subsidios a los combustibles fósiles. 
  • Estricto cumplimiento de la normatividad referente a la disponibilidad de diesel ultra bajo azufre en todo el país.

Información de contexto

La primera acción de protesta pública realizada en Greenpeace México ocurrió en mayo de 1993 cuando una decena de activistas colocaron una máscara y tanques de oxígeno a la escultura de la Diana cazadora para exigir a las autoridades del Distrito Federal medidas estrictas para disminuir la contaminación del aire, que en ese momento colocaba a la Ciudad de México como la metrópoli más contaminada del mundo.

Luego de una intensa campaña, logramos que el gobierno del Distrito Federal reconociera que la concentración de contaminantes en la capital del país era mucho mayor de lo que se admitía e incorporara la cuantificación de otros compuestos, como el benceno y así se fortaleciera el monitoreo en la calidad del aire.

Hoy 20 años después, la calidad del aire en la ciudad de México es pésima. Hubo 21 días consecutivos con aire sucio[1] (del 1 al 21 de mayo).

A diario circula una gran cantidad de vehículos en las principales ciudades del país y a nivel nacional se promueven incentivos para incrementar el uso de automóviles, como el subsidio a la gasolina. En la Ciudad de México, el transporte público representa el 5% del parque vehicular, mientras que el automóvil particular representa el 80%.

El transporte público es deficiente, escaso y en bastantes zonas resulta inseguro, pese a la existencia de corredores de transporte tipo metrobús, la inversión en infraestructura urbana para transporte público es escasa y en bastantes casos se privilegia el espacio público para el uso de automóviles en lugar del fomento al transporte colectivo.

El uso intenso de los automóviles ha repercutido en la Ciudad de México en una crisis ambiental cuyos principales ejes son la contaminación atmosférica y la agudización del cambio climático. Las emisiones contaminantes no sólo provocan daños a nivel local, sino que pueden afectar a todo el planeta, llegando a poner en peligro la salud humana y a la vida. El estudio Hacia ciudades saludables y competitivas señala que la contaminación atmosférica en el país representó los mayores costos ambientales en 2009, esto es alrededor de 4.4% del producto interno bruto.

Referente al cambio climático, el sector transporte contribuye con el 18% de los gases de efecto invernadero a nivel nacional. Tan sólo en la zona metropolitana del valle de México, el sector transporte es responsable el 44% de las emisiones totales de GEI, los vehículos particulares son los que más contribuyen, con un 23%[2], de esta manera es el uso intensivo de los automóviles, es uno de los principales agentes del calentamiento global del planeta, y ocasiona su vez severos impactos ambientales. 

Contaminación atmosférica e impactos a la salud

La contaminación atmosférica constituye un riesgo medioambiental para la salud humana, “se estima que causa alrededor de dos millones de muertes prematuras al año en todo el mundo”[3].

La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que la contaminación atmosférica urbana causa en todo el mundo 1,3 millones de muertes al año que afectan de forma desproporcionada a quienes viven en países de ingresos medios.[4] En el mismo sentido, también señala que en 2010  murieron 14,734 mexicanos por padecimientos asociados a las altas concentraciones de partículas en el aire.[5]

Los contaminantes atmosféricos, incluso en concentraciones relativamente bajas, se han relacionado con una serie de efectos adversos para la salud.

Los autos particulares contribuyen con el 41% de las emisiones de monóxido de carbono[6] y con el 76% de los óxidos de nitrógeno NOX emitido también por taxis, tractocamiones y autobuses.[7] El bióxido de azufre SO2 producto de las emisiones de los autos, provoca enfermedades respiratorias, daña directamente la vegetación y es irritante para los pulmones. El ozono, -un contaminante producto de reacciones que ocurren en la atmósfera-, causa efectos en el sistema pulmonar (alteraciones en la función pulmonar y agotamiento de las defensas antioxidantes de las vías respiratorias), en el sistema cardiovascular, y en morbilidad y mortalidad generales[8].

Además sus efectos se han asociado con concentraciones atmosféricas de ozono comunes en grandes zonas urbanas. A nivel nacional existe una norma que regula la concentración máxima de ozono en el aire, la cual es rebasada más de 200 días al año.[9]

Las partículas suspendidas PM están formadas por una mezcla compleja de componentes cuyas características físicas y químicas son muy variadas. El potencial de que causen daños a la salud puede variar de acuerdo con su tamaño, su composición química y las fuentes de donde provienen. Hay evidencia sobre los impactos negativos en la salud por la exposición aguda o crónica a las PM en estudios epidemiológicos y toxicológicos en todo el mundo.

“Los efectos más documentados son la mortalidad y la hospitalización de pacientes con enfermedad pulmonar obstructiva crónica, exacerbación de los síntomas y aumento de la necesidad de terapia en asmáticos, mortalidad y hospitalización de pacientes con enfermedades cardiovasculares, mortalidad y hospitalización de pacientes con diabetes mellitus, aumento del riesgo de infarto al miocardio, inflamación de los pulmones, inflamación sistémica, disfunción endotelial y vascular, desarrollo de aterosclerosis, aumento en la incidencia de infecciones y cáncer de pulmón.”[10]

Inclusive “los resultados de los estudios hechos en México muestran una asociación significativa entre partículas y mortalidad total, estimando en conjunto un incremento de la mortalidad diaria de 1.4% por un incremento de 10 µg/m 3 en las concentraciones de PM10” [11]

Límites de la OMS y los límites de la Ciudad de México

Diversas organizaciones de la sociedad civil señalan que del 1 al 21 de mayo del presente año se han activado 6 pre contingencias ambientales.[12] 

Una contingencia ambiental es una situación eventual declarada cuando las concentraciones de ozono (O3) o de partículas menores a 10 micrómetros (PM10) en la atmósfera alcanzan niveles que ponen en riesgo la salud de la población en general y producen efectos adversos en los grupos sensibles como niños, adultos mayores,  personas con enfermedades respiratorias o cardiovasculares, de esta manera, la población que habita la ciudad de México se encuentra ante un permanente riesgo dada la mala calidad del aire que respiran sus habitantes.

La Organización Mundial de la Salud recomienda que en un futuro cercano, todos los países establezcan como límite una concentración promedio anual de 20 µg/m³ en el caso de las PM10[13], mientras que la norma oficial mexicana establece que éste parámetro sea menor o igual a 50 µg/m3[14].

La OMS señala que el límite de la OMS sea de 10 µg/m³ [15] en lo que respecta a las PM2.5 y la norma mexicana señala que sea de 15 µg/m3” [16]. La normatividad mexicana para las PM es menos exigente que las recomendaciones de la OMS.