Los peligros de extraer petróleo en el Ártico

Página - 23 febrero, 2015
La extracción de petróleo en el Ártico es un emprendimiento peligroso y de alto riesgo. Un derrame en sus aguas heladas tendría un impacto catastrófico en uno de los más prístinos, hermosos y únicos paisajes de la tierra. Los riesgos que acerrean este tipo de accidentes siempre están presentes y los planes de respuesta de la industria petrolera ante estas situaciones siguen siendo completamente insuficientes.

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Narvales en el Ártico Foto: © Jason Box/ Greenpeace

Las extremas y heladas temperaturas del Ártico, su ubicación remota y la presencia de hielo marino en movimiento aumentan seriamente los riesgos de la extracción de petróleo. Estos factores complican la logística y presenta dificultades sin precedentes para cualquier tipo de operación de limpieza. Su frágil ecosistema es especialmente vulnerable a un derrame de petróleo y las consecuencias de un accidente podrían tener un profundo efecto sobre el medio ambiente y la pesca local.

El Ártico es el hogar de cuatro millones de personas, muchas de las cuales son descendientes de las comunidades indígenas que han vivido en el Lejano Norte durante miles de años. También es el hogar de una amplia gama de fauna y flora únicas: cientos de especies de aves marinas, millones de aves migratorias y  17 especies de ballenas viven allí. Los expertos creenn que el 90% de la población de narvales en el mundo se puede encontrar en la Bahía de Baffin. Mamíferos como osos polares, zorros árticos y varias especies de focas habitan en el Ártico durante todo el año  en diferentes puntos. El impacto de un derrame de petróleo para  estas comunidades y especies animales, que ya son vulnerables, serían devastador y de larga duración.

Una osa polar madre y su cachorro Foto: © Nick Cobbing/ Greenpeace

El Servicio Geológico de EE.UU. estima que alrededor del 13% del petróleo aún no descubierto del mundo podría estar en la zona norte del Círculo Polar Ártico.  Aún cuando esa cifra pareciera significar una gran cantidad, a nuestro actual ritmo de consumo de petróleo, abastecería  tan sólo tres años de demanda del mundo.

Debido al cambio climático, el hielo marino del Ártico se está derritiendo a un ritmo alarmante cada verano, lo que permite la industrialización progresiva, ya que las empresas y los gobiernos se empiezan a pelear por los recursos naturales de la región.

Sin embargo, la perforación del Ártico presenta, como incluso la empresa Cairn Energy admitió,  “desafíos muy importantes”. Junto a la pesadilla logística que implica operar en una región tan hostil y remota, los equipos de perforación de petróleo se enfrentan al riesgo siempre presente de los enormes icebergs y deben emplear numerosas flotas de barcos para quitarlos de su camino. De hecho, algunos de los témpanos son tan grandes que las plataformas petrolíferas se ven obligadas a detener la perforación y moverse hacia otro lugar.


La temporada de perforación del Ártico se limita a una estrecha ventana de unos pocos meses durante el verano. En este corto período de tiempo, llevar a cabo con éxito la enorme respuesta logística necesaria para remediar un derrame sería casi imposible. Por ejemplo, la perforación de pozos de alivio vitales, esenciales para tapar un pozo de forma permanente, no podría ser garantizada antes de que vuelvan los hielos del invierno. Si los pozos de alivio se abandonan sin terminar durante el invierno, el petróleo podría seguir brotando durante dos años. Sin embargo, a pesar de estos increíbles riesgos, las compañías petroleras continúan presionando imprudentemente  a los gobiernos para que “minimicen”  las reglas de seguridad de perforación en el Ártico.

Hielo mezclado con petróleo. Los contenedores resultan inútiles para la limpieza de un pequeño derrame luego de que un buque petrolero de Islandia, Godafoss, quedó encallado en la costa del Sur de Noruega el 17 de febrero de 2011. Foto: © Jon Terje Hellgren Hansen / Greenpeace

En las condiciones bajo cero del Ártico, el petróleo se comporta de manera muy distinta que en latitudes más al sur. Tarda mucho más en dispersarse en el agua fría y los expertos sugieren que no hay manera de contener o limpiar el petróleo que queda atrapado debajo de grandes bloques de hielo. Los residuos tóxicos se quedarán durante mucho tiempo, afectando a la vida silvestre, siendo transportados por hielos flotantes y dejando una mancha indeleble en estos paisajes.

El ejemplo más cercano que vimos de los efectos de un derrame en estas latitudes extremas fue el del Exxon Valdez en Alaska. Dos décadas más tarde, la región sigue sufriendo las consecuencias, con daños a las poblaciones de nutrias, orcas, y zonas en tierra firme con petróleo derramado. El impacto de un derrame en el lecho del Ártico podría tener consecuencias mucho mayores para las aguas del norte.

La industria del petróleo ha demostrado una y otra vez que no está preparada para manejar los riesgos y consecuencias de las perforaciones en el Ártico. Un directivo de una empresa canadiense que se especializa en el tratamiento de derrames declaró que “no hay solución o método al día de hoy que pueda recuperar un derrame de petróleo en el Ártico”.

El Director Ejecutivo de Greenpeace Internacional, Kumi Naidoo, se prepara para trepar a una plataforma de Cairn Energy que busca petróleo en las costas de Groenlandia. Junio de 2011. Foto: © Jiri Rezac/ Greenpeace

Sin embargo, Shell aseguró que podría limpiar un 95% en caso de un derrame en Beaufort, una cifra totalmente fantasiosa si tenemos en cuenta que la US Geological Survey sostiene que sólo se podría remediar entre el 1 y el 20% en caso de un derrame en el Ártico, mientras que se estima que en el derrame del Exxon Valdez se recuperó sólo un 9% y del Deepwater Horizon un 17%.

El plan de respuesta de Cairn, que se hizo público después de meses de presión por parte de Greenpeace es, como indicó el experto en petróleo Rick Steiner, totalmente inadecuado. Las “soluciones” ofrecidas como transportar bloques de hielo contaminado a depósitos y dejarlos derretirse para recuperar el petróleo, o las declaraciones de que los peces se alejan del mismo (cosa que los expertos demostraron ser falsa), son poco realistas y poco creíbles.

El plan de respuesta de Shell en caso de accidente en el mar de Chukchi fue recientemente aprobado por el gobierno de los Estados Unidos. Este documento explica en teoría lo que Shell haría para bloquear un pozo roto y salvar al Ártico de una catástrofe ecológica, pero una pasada rápida por el informe demuestra que la empresa no podría responder en caso de accidente en el Norte.

De hecho, es más un plan de negligencia que un plan de respuesta, dependiendo de sistemas de contención que todavía no se construyeron, barreras que no funcionan en el hielo y con planes de limpieza de las costas que parecen diseñados por niños. Al mismo tiempo, nos enteramos de que Shell también está entrenando perros salchicha para encontrar petróleo escondido bajo gruesas capas de hielo.

Con sólo ver la respuesta de BP (British Petroleum) ante el derrame en el Golfo de México es posible darse cuenta de lo complicadas que son las perforaciones en el Ártico. La empresa necesitó más de 6.000 barcos, más de 50.000 personas y una gran fortuna para sellar su pozo, e incluso así sólo pudo hacerlo meses más tarde, generando el desastre ambiental más grande en la historia de los Estados Unidos.

Si ellos no pueden responder de manera adecuada ante un derrame en aguas templadas cerca de grandes ciudades y con los mejores recursos a su alcance, ¿cómo podemos confiar en declaraciones que aseguran que están preparados para lidiar con un derrame en las condiciones extremas del Ártico? Un alto oficial de la guardia costera de los Estados Unidos admitió recientemente que actualmente su capacidad de respuesta ante un derrame en el Ártico es “cero”.

La industria del petróleo no puede garantizar la seguridad de las perforaciones en el Ártico y está poniendo sus ganancias por delante del medioambiente de manera totalmente irresponsable. Como quedó demostrado con las recientes operaciones de Cairn, los enormes riesgos técnicos, económicos y ambientales de las perforaciones en el Ártico sencillamente no valen la pena.