Fotos prohibidas: La historia de Dima

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Noticia - 2 diciembre, 2013
Buenos Aires, 02 de diciembre de 2013 - La detención de los 28 activistas de Greenpeace y 2 reporteros gráficos independientes en Rusia luego de realizar una protesta pacífica para evitar un derrame de petróleo en el Ártico dejó muchas anécdotas interesantes dignas de ser contadas. Brian Fitzgerald, Director del área de Redes Digitales y Movilización en Greenpeace Internacional nos relata a continuación la historia del fotógrafo Drmitri (Dima) Sharornov y la increíble manera en que logró captar imágenes en el momento en que los detenidos eran trasladados en tren a San Petersburgo:

Dima Sharornov es un fotógrafo periodístico independiente.

Es tarde en Murmansk.  Un guarda de seguridad del tren bosteza, su respiración se percibe en el aire helado mientras saluda a uno de los trabajadores que llega para tomar su turno a primera hora de la mañana.  El guarda apenas lo mira.

Si este hubiese prestado más atención, tal vez habría notado que la cara de ese trabajador no era habitual en ese lugar; que su chaleco fluorescente no era el de los ferroviarios sino que había sido adquirido en una ferretería y que sus botas Valenki eran nuevas. Y si hubiese mirado su mochila, tal vez se hubiese preguntado por qué en vez de herramientas solo llevaba una cámara con un teleobjetivo.

Un control de identificación hubiese revelado que él era Drmitri (Dima) Sharornov, y que de hecho no era un trabajador del ferrocarril.

Dima estaba trabajando secretamente como fotógrafo periodístico independiente para Greenpeace Internacional.  Su misión era sencilla: documentar el traslado de ¨Los 30 del Ártico¨, los 28 activistas y dos periodistas arrestados en el Ártico ruso luego de una protesta pacífica contra la plataforma petrolera de la empresa Gazprom y que estaban siendo trasladados en tren desde un centro de detención en Múrmansk a otro en San Petersburgo.

Si bien la misión era sencilla, tomar las fotografías no lo era. El vagón carcelero arribó al taller, alejado de la estación de tren, y toda el área había sido cercada. Para tomar estas fotografías Dima se arriesgó a ser arrestado, se mantuvo escondido en un montículo de restos de carbón durante tres horas, y a punto de ser descubierto en más de una ocasión durante esta compleja operación.   La desinformación y la tergiversación de las noticias sobre los planes de traslado de los prisioneros se había repetido durante la semana previa y nadie estaba seguro si en realidad el traslado se haría por tren o por micro, ni siquiera cuándo ocurriría o si, incluso, iba a ocurrir. 

La información se reunía a partir de las noticias dadas a las embajadas, las observaciones en los cambios de rutinas y los voluntarios de Greenpeace que exploraban por distintos lugares en busca de pistas. En especial un taxista de Múrmansk se convirtió en una fuente de información dispuesta y precisa sobre los movimientos oficiales. Cuando las probabilidades del traslado comenzaron a hacerse realidad, John Novis, Jefe de Fotografía en Greenpeace Internacional, recordó haber visto una pequeña base de datos de fotógrafos periodísticos en Rusia que podrían estar disponibles y hasta dispuestos a terminar en prisión (tal como sucedió con los periodistas independientes Denis Sinyakov y Kieron Bryon).

Allí fue cuando recordó a Dima. Dima y John habían sido miembros de la tripulación del barco de Greenpeace Esperanza embarcado al Pacífico Sur en el 2008.  Ellos estuvieron allí para documentar y oponerse a la tala ilegal y los desmontes de bosques primarios tropicales para plantar palmeras en Indonesia. El aceite de palmera se había convertido en uno de los ingredientes más usados en el mundo, desde la elaboración de chocolate hasta la fabricación de cosméticos.  La marcha inexorable del monocultivo estaba destruyendo el hábitat de los tigres y aumentando las emisiones de C02 en Indonesia.

Dima invitó a John a compartir su camarote, un gran paso teniendo en cuenta el pequeño espacio que compartía con el médico del barco. Como segundo oficial, Dima disfrutaba de una de las pocas ventajas de ser un oficial (un camarote un poco más cómodo que no tenía que compartir con nadie). ¿El motivo? Estaba obsesionado con la fotografía. Hablaron de cámaras, lentes y técnicas con John durante todo el viaje, le mostró sus avances y sus progresos, lo invitó a críticar su trabajo y a darle sugerencias. Él había quedado en contacto con John durante estos años enviándole imágenes de calidad profesional.

Así, cuando John estimó que necesitaría un fotógrafo ruso de confianza, experto para un trabajo sigiloso, dispuesto a arriesgarse a un arresto por una causa para Greenpeace, llamó a Dima, quién inmediatamente dejó todo y viajó desde su hogar en San Petersburgo hasta Múrmansk para reunirse con otro fotógrafo, con quién compartió 24 horas esperando noticias del traslado.

Cuando entró la llamada avisando que se acercaba la furgoneta desde el centro de detención, eran las 4 a.m. Dima logró improvisar un atuendo de trabajador ferroviario, desde el casco con linterna hasta las inconfundibles botas. Él había explorado la zona donde suponía que el tren se ubicaría y comenzó a caminar sobre las vías. Más allá del peligro de poder ser visto por los guardias de seguridad alrededor del tren, Dima temía ser descubierto por otros trabajadores que se encontraban en las vías. Enseguida se dio cuenta de que ninguno de los trabajadores podía verse las caras mientras se cruzaban en la oscuridad, debido al brillo de las linternas sobre los casos que encandilaba la visión. Tenía que mantenerse en movimiento y no encontraba el lugar adecuado para tomar las fotografías.

El punto que encontró no era el ideal.  Había guardias abajo y cuando vio las furgonetas llegando, levantó su cámara con el objetivo de 200 mm a la altura de sus ojos, pero la oscuridad hizo que el enfoque automático tardase una eternidad en enfocar. Cuando por fin lo hizo, estaba mirando directamente a través de su cámara a la cara de los alejados guardias de seguridad. Apretó el disparador de la cámara para tomar varias imágenes, el sonido del obturador cortó traicioneramente el aire de la noche como si estuviera gritando a los guardias para alertarlos. Dima vio a los guardias husmeando en la oscuridad, deslizó la cámara dentro de su mochila e hizo la mejor interpretación que pudo de un trabajador que caminaba a propósito por las vías.

El vagón carcelero fue acoplado a un tren de pasajeros y se alistó para partir con destino a San Petersburgo.  Pasaría por debajo de un puente en la estación donde Dima había planificado obtener un segundo set de fotografías. Pero a medida que se acercaba al puente, observó consternado a unos guardas que estaban apostados allí. Sin tiempo que perder, le pidió a uno de ellos un cigarrillo, a pesar de que él no fumaba. El guarda accedió, estuvieron conversando, y luego se encaminaron hacia el andén, ya que el tren estaba arribando, dejando a Dima sólo para poder sacar su cámara.

Dima dejó sus fotos en la oficina de apoyo de Múrmansk para su distribución, y partió para cumplir con la siguiente parte de los planes del día: subir al tren en la siguiente parada. Nuestro taxista voluntario estaba más que dispuesto a correr tras el tren y Dima se las arregló para subir y sentarse al fondo, justo al lado del vagón carcelero. A su llegada a San Petersburgo, Dima ideó un plan para quedarse en el tren después de que todos los pasajeros habían descendido, con la esperanza de poder estar cuando bajaran a los detenidos del vagón carcelero. Se escondió en el maletero, cubierto con mantas. En el silencio del vagón vacío, llegó la señora de la limpieza y levantó una manta, para encontrarse con la cara de Dima. Ella comenzó a gritar. Esto atrajo la atención de los guardias de seguridad de la estación. Una vez fuera del tren, Dima se dio cuenta de que el vagón carcelero había sido desenganchado, y que su vigilia había sido en vano. El guarda exigió ver su pasaje. Dima se lo entregó y este lo miró de arriba abajo. Luego le preguntó si tenía algo que ver con los activistas de Greenpeace que acababan de llegar. Con la cámara en su mochila y su coartada descubierta, Dima pensó que lo mejor era decir la verdad. "Sí", murmuró. El guarda le dio una mirada cómplice, colocó sus dos pulgares hacia arriba, y le dijo: " Váyase entonces. Y buena suerte".

Ninguna agencia de fotos o servicio informativo fue capaz de conseguir las fotos que pudo obtener Dima, dentro de un área cercada por guardias de seguridad. Pero todas publicaron sus fotos, que dieron la vuelta al mundo, dando un importante testimonio de la historia de los 30 del Ártico y su detención ilegal.

A medida que la financiación para reportajes de investigación se va eliminando y el panorama mediático es cada vez más chato hasta convertirse en monotemático, organizaciones como Greenpeace han tenido que empezar a hacer trabajos que en el pasado eran realizados por una especie actualmente en peligro de extinción: el periodista de investigación. Hemos asumido un rol mucho más activo para llevar adelante investigaciones contratando periodistas independientes para que indaguen detrás de la noticia, para que consigan esa foto y capturen ese video, que ayude al mundo a ser testigo de los eventos que muchos quieren ocultar. 

La sociedad civil debe proteger los derechos de las organizaciones para investigar y exponer la verdad de los peligros ambientales como la perforación petrolera en el Ártico, con el mismo fervor con el que se debe defender el derecho a la libertad de prensa. Ambas son herramientas fundamentales contra la corrupción y la capacidad de gobiernos y empresas poderosas de ocultar verdades incómodas, manteniendo a los pueblos en la oscuridad, cuando lo que realmente se necesita es la luz del conocimiento público. El periodismo, como forma de activismo pacífico, es un derecho, no un crimen.

Brian Fitzgerald es Director del área de Redes Digitales y Movilización en Greenpeace Internacional.



Si aún no lo hiciste participá ahora. Firmá la petición y pedí que la justicia rusa retire todos los cargos a nuestros activistas, hacé click aquí

  

 

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