Rex Weyler cuenta nuestra historia

Página - 5 agosto, 2009
Rex Weyler fue el primer Director de la Fundación Greenpeace, el editor del primer newsletter de la organización, y el cofundador de Greenpeace Internacional en 1979. Fue también fotógrafo y reportero en las primeras campañas de focas y ballenas de Greenpeace y ha escrito una de las mejores y más exhaustivas historias de la organización, “Greenpeace” (Raincoast, 2004). Su libro, “Sangre de la Tierra, una historia del Movimiento Indoamericano”, fue nominado al Premio Pulitzer. “Verde profundo” es la columna mensual de Rex, donde recorre las raíces del activismo y el ecologismo, y nos cuenta acerca del pasado, presente y futuro de Greenpeace.

Capítulo 17: Una buena solución

Últimamente hemos escuchado sobre "la muerte del ambientalismo" debido a que, según se afirma, las empresas del mundo han entendido finalmente la ecología y resolverán nuestros problemas invirtiendo, innovando y lanzando las campanas al vuelo de manera optimista. 

Desde luego, lo que los inversionistas quieren lograr con todo ese optimismo e ingenio son ganancias, no una sustentabilidad real.

Los críticos suelen decir que los ambientalistas son agoreros de la fatalidad, dedicados a quejarse de innumerables problemas, pero sin ofrecer soluciones. No obstante, si verificamos la información, descubriremos que los ecologistas serios han propuesto soluciones durante siglos.

Soluciones económicas reales

El economista John Stuart Mill se percató de los límites de la naturaleza hace 160 años, cuando vio la multiplicación de las fábricas británicas a lo largo del paisaje inglés estropeando los bosques, cortando setos y convirtiendo los ríos en drenajes.

Mill propuso que las naciones alcanzaran un "estado estacionario", punto en que el crecimiento económico se estabilizaría por el bien de la conservación del medio ambiente. En 1849, Mills escribió: "Si es necesario que la Tierra pierda una parte tan grande de su atractivo, espero sinceramente, por el bien de la posteridad, que se conformen con lograr un nivel estacionario antes de que la necesidad los obligue a ello".

La solución de Mill no implicaba abandonar el desarrollo cualitativo, e insistió: "una condición estacionaria de capital y población, no implica que se estacione el progreso del ser humano". Comprendió que podríamos mejorar nuestra calidad de vida incluso aminorando la destrucción de la Tierra.

En los años veinte, mientras los comerciantes de valores, como Goldman-Sachs, orquestaban una burbuja que provocaría una década de empobrecimiento masivo, el ganador del premio Nobel, Frederick Soddy, proponía una economía fundamentada en la realidad física. Señaló que una economía en crecimiento perpetuo en busca de riqueza infinita estaba destinada al fracaso. Afirmó que la deuda, reclamación intangible sobre la riqueza futura - podría llegar a ser infinita, pero que la riqueza real es limitada.  Soddy agregó que esta falla sistémica podría provocar timos, incumplimientos y quiebras. Su solución fue: "Dejar de crear dinero de la nada".

En los años 60 y 70, otros como Nicholas Georgescu-Roegen, Howard Odum, Hazel Henderson, Donnella Meadows, Herman Daly, describieron modelos económicos realistas con base en los sistemas vivos, considerando los límites físicos y los de la transmisión de la energía. Georgescu-Roegen afirmó que la biología sería nuestra Mecca, no la mecánica. El trabajo de Daly, 'Steady State Economics', presentó soluciones realistas que permitirían el avance cualitativo sin necesidad de un crecimiento económico.

Los modelos económicos sistémicos, biofísicos o de estado estable, reconocen que en los sistemas ecológicos el crecimiento se detiene en algún momento. Los visionarios económicos ofrecieron soluciones realistas, pero su realismo restringía la acumulación de la falsa "riqueza", de modo que fueron dejados de lado o incluso objeto de burla de las voces convencionales.

Los planes B, C, D...

Nuestra moderna crisis ecológica con todo y calentamiento global, pérdida de especies, escasez de agua, agotamiento del suelo, constituye un síntoma de algo peor: la extralimitación de los seres humanos. Cuando una especie extralimita su hábitat, sólo pueden suceder dos cosas: que se venga abajo y perezca o que estabilice el consumo y logre el equilibrio ecológico con el entorno. Crecer más no es una solución, es precisamente el problema.

Los ecologistas, los ambientalistas y los planificadores han ofrecido miles de soluciones. Visionarios como Jon Todd, Janine Benyus y Wes Jackson han demostrado cómo la biomimesis y la cosecha ecológica de recursos pueden crear sistemas genuinamente sustentables. En su obra Nature's Operating Instructions, Benyus escribe: "… somos la naturaleza … las adaptaciones de la vida expresan una pauta para la supervivencia. El ruiseñor se encarga de polinizar su fuente de energía, asegurando la existencia de néctar para el siguiente año... Estos organismos llevan 400 años de investigación y desarrollo". Copiando a los sistemas naturales podríamos llegar a soluciones reales, pero no necesariamente no haríamos multimillonarios.

Bill Rees, de la Universidad de British Columbia y Mathis Wackernagle, del Earth Council de Costa Rica, llevaron a cabo el análisis de las "huellas ecológicas" para ayudar a las naciones, las regiones y las ciudades a medir apropiadamente su consumo. Ress concluye que el consumo de recursos de la humanidad sobrepasa un 30 por ciento la capacidad de la Tierra para resurtirlos. Las ciudades más comunes, necesitan entre 300 y 3 mil veces su superficie para conseguir los recursos que consumen.

Rees ha propuesto soluciones reales que aprovecha las zonas urbanas densamente pobladas: medición total, unificación urbana y rural, transporte público, cogeneración de electricidad, industria de circuito cerrado y menos demanda per cápita de materiales y energía. En Linkoping, Suecia, el municipio suministra energía a la industria y a los edificios quemando la basura en lugar de crear rellenos sanitarios.

La propuesta de Richard Register, EcoCities, ofrece soluciones similares. En Managing without Growth, Peter Víctor propone normas racionales, como semanas de trabajo más cortas y límites para la extracción de recursos, para mejorar el bienestar de la gente sin consumir más al planeta.

Harvey Wasserman en Solartopia y Lester Brown en Plan B (ahora versión 3.0), Jeffrey Sachs en Common Wealth, y los trabajos, libros y proyectos prácticos de cientos de investigadores más han esbozado soluciones sensatas para la extralimitación humana. La mayoría de los planes regionales y urbanos consideran el crecimiento de la población y del consumo, la antítesis exacta de la genuina sustentabilidad.

Una buena solución

En 1980, el agricultor y autor Wendell Berry escribió un breve ensayo, Solving for Pattern, que esbozaba las características de una "buena solución". Demostró que muchos problemas que enfrentamos actualmente son consecuencia de las "soluciones" anteriores que no pudieron ver más allá de una ganancia a corto plazo. La contaminación tóxica, los ríos agonizantes y el desecho nuclear son ejemplos de ello. Otras supuestas soluciones, como la carrera armamentista y la "guerra contra las drogas" empeoran la situación.

Berry demostró, mediante ejemplos tomados de la agricultura, que una buena solución conserva la "integridad del patrón", mejora el equilibrio y la simetría, y atiende la salud integral del sistema, no sólo los síntomas. Todos los problemas forman parte de un todo y todos los sistemas forman parte de sistemas mayores. Una buena solución mantiene la integridad de los sistemas mayores.

De esta manera, una buena solución resuelve varios problemas y evita las soluciones de "bala mágica" que no consideran su efecto total. Por ejemplo, la "solución" nuclear para las necesidades energéticas provoca nuevos problemas: transporte del combustible radioactivo, salud pública, desechos, seguridad, desmantelamiento, accidentes, costos de seguro, planes de evacuación, exposición a la radiación, etc. Berry opina que en un patrón biológico, los medios explotadores y los motivos de las economías industriales son inmediatamente destructivos y finalmente suicidas. Una solución genuina no contamina ni destruye los mantos acuíferos, por ejemplo, para extraer oro o generar energía.

Las soluciones reales e integradas tienden a contener, a aceptar los límites y a utilizar los recursos a la mano. No obstante, las soluciones genuinas son las que proponen las personas de cada lugar y no pueden provenir de propietarios ni expertos que no están ahí. La gente que se beneficiará si las cosas se hacen bien o sufrirá las consecuencias del fracaso, es la que debe idear las soluciones de su localidad con trabajo genuino que se adapte a las posibilidades de cada comunidad, en un lugar específico, con las habilidades y conocimientos de su gente. Berry plantea que la solución no debe enriquecer a una persona provocando el sufrimiento o empobrecimiento de otras.

La escala de la solución resulta esencial. Las soluciones que exigen una infraestructura gigantesca, costosa e importada, provocan más problemas de los que solucionan.

Las soluciones sanas e integrales distinguen el orden biofísico del mecánico. Un plan mecanicista normalmente funciona "en el papel", pero pasa por alto los sistemas relacionados. Al crear soluciones hay que hacerlo con sabiduría, no sólo con cálculos. Las soluciones bien diseñadas, conservan el patrón natural, orgánico. Las comunidades humanas existen sólo dentro de capas enormes de sistemas orgánicos, con ciclos naturales y leyes para el intercambio de materia y energía.

Las soluciones sistémicas satisfacen múltiples criterios y consideran la forma y la función; son sanas y es agradable vivir con ellas. Las soluciones industriales de gran escala siempre han satisfecho un solo criterio: utilidades para los accionistas, sin considerar los desechos tóxicos, los costos totales de la energía, el trastorno del hábitat, las emisiones de carbono y la depresión en los entornos laborales.

En lugar de jugarse el todo por el todo con un solo plan de gran magnitud que sirva a los intereses mercantiles, las buenas soluciones consideran muchas aplicaciones diversas de pequeña magnitud que pueden ampliarse o reducirse.  Las soluciones pequeñas son más fáciles de cambiar cuando algo no resulta como se esperaba y más fáciles de multiplicar cuando funcionan bien.

Una buena solución no supone que "más es mejor". De hecho, las soluciones de crecimiento que tienen esta premisa, destruyen comunidades, familias, culturas y entornos. Las soluciones centralizadas de gran magnitud permiten que se concentre la riqueza, pero no necesariamente logran la sanidad óptima del sistema. Berry advierte que la ilusión podrá mantenerse únicamente mientras puedan pasarse por alto las consecuencias.

Así, los sistemas de energía que corresponden al tamaño de las poblaciones a las que atienden y pueden ser manejados por la gente de esos lugares, son más sustentables que los gigantescos sistemas industriales corporativos que trastornan el medio ambiente de grandes territorios y necesitan líneas de transmisión que pasan por ecosistemas silvestres.

Las soluciones humanas no duran si no es con el trabajo del ser humano, energía, organización, mantenimiento, etc. Wendell Barry señala que la integridad de los artefactos humanos depende de las virtudes humanas: memoria precisa, observación rigurosa, conocimiento, inventiva, reverencia, devoción, fidelidad y moderación. Y Berry subraya: "La moderación ante todo". Debemos aprender a resistir la tentación de lograr mal llamadas soluciones aceptando sacrificios que legaremos a la posteridad.  Barry escribió hace tres décadas que una buena solución armoniza con el buen carácter, los valores culturales y las leyes morales.

Por lo tanto, sí, ecologistas, agricultores, ambientalistas, obreros y gente común y corriente que vive en las comunidades de siempre, han propuesto miles de soluciones realistas. Los ecologistas no son pesimistas que auguran la fatalidad, son realistas.

Las soluciones integrales y sanas pueden representar oportunidades de negocio, empleos y empresas comunitarias, pero como la comunidad humana ya ha sobrepasado la capacidad productiva sustentable del planeta, las soluciones ecológicas genuinas exigen menos consumo, no más.

Y como más de 10 mil millones de personas padecen hambre y necesitan agua, y como nuestros suelos y bosques están deteriorándose, las naciones ricas tendrán que compartir los recursos de la Tierra. Consumir menos y compartir más, no va a hacer a nadie fabulosamente rico, pero puede abrir las puertas a un futuro viable.

Rex Weyler -

septiembre 2009

 

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