La primera vez que embarqué a bordo de uno de los barcos de Greenpeace fue en el Esperanza, en noviembre de 2004. En esa ocasión nos encontrábamos en el Atlántico Norte en la campaña contra la pesca de arrastre. Desde Greenpeace pedíamos a las Naciones Unidas que declarase una moratoria a la pesca de arrastre de profundidad en aguas internacionales. Finalmente, en 2006 Naciones Unidas adoptó la Resolución 61/105 para proteger estos frágiles ecosistemas, aunque es una resolución insuficiente y que no está siendo aplicada ni respetada en su totalidad.  

Cinco años después, en 2011, las especies de profundidad continúan amenazadas por la industria pesquera por lo que de nuevo el Esperanza se encuentra en las frías aguas del Atlántico Noreste y de nuevo formo parte del equipo. Los países de la UE tienen la mayor flota de pesca de arrastre del mundo. La flota europea es responsable de algo más de la mitad de las capturas de las especies de profundidad y más del 80% las realizan en estas aguas.

Nuestra misión es aparentemente sencilla: documentar y observar la pesca de arrastre y dialogar con los barcos pesqueros que encontremos para explicarles nuestra preocupación por el futuro de los ecosistemas marinos profundos y nuestras demandas. Sin embargo, desde hace varios días nos reciben tormentas con viento de fuerza 10 a 12, lo que dificulta enormemente nuestro trabajo. Además, acceder a documentar esta pesca, que sucede entre los 400 m y 1500 m de profundidad tampoco es sencillo.

El objetivo de esta pesca son las especies que viven cerca del fondo marino, a grandes profundidades, como por ejemplo el fletán,  el pez sable negro y algunos tiburones. Viven en ecosistemas remotos, como montes y cañones submarinos, poblados de arrecifes de coral de aguas frías. Las redes de arrastre son grandes redes cónicas, del tamaño de un campo de fútbol y una altura de hasta tres pisos que se posan y se van arrastrando por el fondo gracias a enormes compuertas metálicas. Como es lógico, una red de semejante tamaño no puede ser selectiva y atrapan otras especies además de la especie objetivo. Estas capturas son lo que se llaman “capturas accesorias” y pueden ser hasta el 40% de la captura total.

Estos “deshechos” se tiran por la borda. Muchas de estas especies tardan muchos años en alcanzar la edad adulta y reproducirse y todos los informes científicos confirman que las formas de vida de las profundidades del mar tardan mucho tiempo en recuperarse: decenios, a veces siglos y en algunos casos no se recuperan.

Pero existe una oportunidad. La Unión Europea está revisando la Política Pesquera Común, cuya reforma entrará en vigor en 2013. Greenpeace pide para esta nueva norma: reducir la flota europea, incentivar los métodos de pesca que menos impacten en el medio marino, introducir una gestión de las pesquerías que respete los datos científicos, entre otras demandas. Si la pesca de profundidad no puede demostrar que puede realizarse de forma sostenible debe ser prohibida.

La tripulación del Esperanza y el equipo de Greenpeace seguiremos, a pesar del mal tiempo, siendo testigos y documentando, para que nadie ignore lo que está ocurriendo a más de 400 m de profundidad y para recordarle a los miembros de la UE que aún queda mucho camino que recorrer para que asuman su responsabilidad y protejan este patrimonio natural que son las profundidades marinas.

A bordo del Esperanza, Paloma Colmenarejo Fernández, Responsable de la campaña de Océanos

- Fotografía de
© Pierre Gleizes / Greenpeace