La reforma de la Ley de Seguridad Ciudadana es todo un elogio para Greenpeace. Eso es lo que sugiere el escritor y cineasta David Trueba en una magnífica columna para El País que pone de manifiesto todos los desmanes de la reforma de Ley de Seguridad Ciudadana. “La reforma está diseñada para darle un palo a cualquiera que se mueva”, dice el escritor, y eso es señal de que Greenpeace se mueve, y que lo hace bien. Y que al Gobierno, claro, no le gusta.

La protesta también es democracia, defiendela

“¿Cuándo ha sido la última vez que han escalado ustedes a un edificio público? ¿Y en qué ocasión, hartos de multas, sanciones, tasas e impuestos camuflados, han decidido trepar hasta un monumento nacional y desplegar una pancarta reivindicativa?” se pregunta Trueba. “Nunca, ¿verdad? Sólo hay alguien que haga estas cosas. Y son los activistas de Greenpeace.” El escritor hace referencia a una de las cláusulas dirigidas expresamente a Greenpeace: “descolgarse” de edificios.

Pero la ley no sólo ataca a Greenpeace. “Si se manifiesta sin avisar, multaza. Si filma a un policía que se sobrepasa en su actuación, multa y confiscación de imágenes. Si se reúne para evitar un desahucio, detención inmediata.” Porque, más que la “seguridad” que lleva la ley en su título, “lo que persigue la reforma es evitarle incomodidades al poder, que son dos cosas distintas.”

Trueba concluye, soberbio, con una idea que sobrevuela sobre nuestras cabezas desde hace unos años: “El ciudadano español, que no ha trepado en su vida a ningún edificio, debe saber que se va a utilizar su Parlamento para ahorrarle una foto molesta a los principales depredadores del planeta.”

Gracias, David. Contamos contigo. ¡Juntos podemos parar la reforma de Ley de Seguridad Ciudadana!

¿Qué puedes hacer tú?