Estamos con el Rainbow Warrior frente a Fukushima, mar adentro. Vamos con el barco lamiendo el borde del límite de 50 km alrededor de la central nuclear accidentada. Seguimos recogiendo muestras de agua y de algas para medir el nivel de radiactividad en el entorno marino y en los próximos días, se harán públicos los resultados de nuestra investigación.

Hoy ha sido nuestro último día aquí y hemos subido más al norte. Esta es la zona que resultó más afectada por el tsunami y hemos amanecido rodeados de restos de esta gran tragedia. Ante nuestros ojos iban apareciendo muchas tablas de madera ¿restos de barcos de pesca, quizás de casas?, alfombras, lámparas, neveras, más tablas... En el puente nos hemos pasado toda la guardia con los prismáticos pegados a nuestros ojos, el Rainbow Warrior sorteando los obstáculos abriéndose camino como si de una serpiente se tratara. Dan cifras de más de 10.000 muertos. Te hace sentir insignificante y también te da que pensar... Cuando la naturaleza desata sus fuerzas, no hay forma de “sujetarla”. Como resultado final, las víctimas de este desastre natural engrosarán un listado.

Sin embargo, cuando se trata de un desastre nuclear como el que está ocurriendo en Fukushima, es muy difícil hacer este listado de víctimas. Los muertos que produce la contaminación radiactiva son víctimas silenciosas y silenciadas. No engrosan ninguna lista de cifras exactas ya que sus muertes se producen al cabo de meses, de años, de generaciones. Las únicas que seguro vienen incluidas son las que se producen en el momento, como es el caso de “los liquidadores” de Chernóbil. Pero, ¿qué pasa con las demás personas que han sido y/o seguirán estando afectadas por radiación excesiva?

Los restos que deja un tsunami son visibles. En la tierra tienes la devastación absoluta y sobre la mar aparece todo aquello que ha sido arrastrado y puede flotar. Pero la radiación es invisible. Está ahí, se puede medir y conocer sus isótopos, pero no se puede ver, tampoco oler ni sentir.

Llevamos a bordo a dos personas -Jacob, uno de nuestros expertos en radiactividad, y Daisuke, un voluntario japonés- que estuvieron en el primer equipo de tierra de Greenpeace en la zona siniestrada dos semanas después del suceso. Me cuentan que primero visitaron un campo de refugiados a 100 km de la central donde el 60% de las personas habían huido de Fukushima. Estaban desesperadas ante la falta de información verosímil. Lo único que aparecía en los medios de comunicación era la versión oficial: la situación es seria pero todo está bajo control; hay escapes de radiactividad pero no es nada serio; hay explosiones en los reactores pero los daños no son graves... En Japón, miles de personas estaban desesperadas por no poder creer a su gobierno ¿Llegarán a saber la verdad algún día?

El equipo se dirigió después a un pueblo llamado Ittate a apenas 40 km de Fukushima Daichii. Sus habitantes estaban haciendo su vida normal sin saber que cada 100 horas estaban recibiendo la dosis de radiación considerada como la máxima que tu cuerpo puede asimilar a lo largo de un año. Dos días después de que Greenpeace diera la señal de alarma, la Agencia Atómica Internacional se presentó en el lugar y obtuvieron las mismas mediciones. Dos semanas más tarde, el gobierno japonés ordenó la evacuación del lugar... Por último, el equipo se dirigió a las montañas. Allí los niveles eran casi insostenibles: en apenas 10 horas, recibías tu dosis máxima anual. Sin embargo, se cruzaron con muchos coches que circulaban sin ningún tipo de restricción. Tras los datos hechos públicos por Greenpeace, el gobierno japonés decidió ampliar la zona de exclusión de 20 a 30 kilómetros a la redonda. Me pregunto qué pasa con las zonas contaminadas que han quedado fuera de esta “zona de exclusión”.
 
A diferencia del tsunami, los restos de esta tragedia nuclear quedarán para siempre suspendidos en el aire en forma de preguntas: ¿cuánta gente se ha visto y se verá afectada por la radiactividad? ¿cuántas personas morirán de cáncer en los tiempos que están por venir? ¿cuántos niños nacerán con deformidades y enfermedades graves o simplemente no nacerán? ¿Cuántas víctimas no llegarán nunca a formar parte de este “listado de víctimas de la tragedia nuclear de Fukushima”?

A bordo del Rainbow Warrior, Maite Mompó, marinera de Greenpeace

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