Un diario nacional publicó ayer algunas consignas de la respuesta que dio el Gobierno a una pregunta realizada en el Congreso por la diputada Laia Ortiz, donde se sostiene que el maíz modificado genéticamente es “una opción más respetuosa con el medio ambiente que el maíz convencional”. Todavía hay más. En esa respuesta el Ministerio añade que durante 15 años cultivando estas variedades “no se han producido incidentes de ningún tipo".

En una reunión reciente con la secretaria general de Agricultura y Alimentación, Greenpeace pidió los informes que sirven de argumento a estas afirmaciones. Realmente, ante unos cultivos tan polémicos y con tan poca aceptación de la ciudadanía (el 61 % de la población europea rechaza los transgénicos) no se pueden hacer afirmaciones de esta índole sin una argumentación de base. En esta misma reunión Greenpeace hizo entrega, al equipo del ministro Arias Cañete, de dos informes donde se demuestra que si existen incidentes, incidentes que, además, están provocando la desaparición del cultivo de maíz ecológico en las zonas donde se siembra maíz transgénico.

En los informes La imposible coexistencia  y La coexistencia sigue siendo imposible - Testimonios de la Contaminación Greenpeace demuestra con hechos que el maíz transgénico no puede coexistir con las variedades ecológicas (tampoco con las convencionales) y que la contaminación es inevitable.

Estos 15 años de experiencia son muchos años, pero los distintos gobiernos no han sido capaces de hacer un seguimiento de lo que supone la introducción de estos cultivos en nuestros campos, ni siquiera de garantizar que se aplicasen estrictamente las recomendaciones básicas de la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) para evitar las contaminaciones y la aparición de resistencia a la toxina generada por este maíz en insectos.

El maíz insecticida de Monsanto, MON810, produce una toxina desde el primer momento en que la semilla germina, por lo contrario en los cultivos convencionales solo se hacen fumigaciones si se detecta la plaga. Estudios recientes (minuto 15’25’’) demuestran que una hectárea de maíz transgénico genera un kilogramo de esta toxina, cientos de veces más de lo que pueden absorber las plantas si son rociadas con insecticida con el mismo fin. ¿Son éstos los alimentos que queremos consumir?

El apoyo indiscriminado del Gobierno a los cultivos transgénicos está eliminando la libertad de elección de aquellos que quieren hacer una agricultura distinta y apuestan por el único modelo respetuoso con el medio ambiente: la agricultura ecológica.

Por otro lado, cabe afirmar que cada vez la comunidad científica se opone más a los cultivos modificados genéticamente, como ha quedado patente, por ejemplo, en las Jornadas Científicas sobre Transgénicos.

España es el exponente máximo de la agricultura ecológica en la UE y tiene la posibilidad de fortalecer este liderazgo y marcar la diferencia en el buen camino, consiguiendo alimentos de calidad y cada vez más buscados por la población. En materia de transgénicos, nuestro país se está quedando cada vez más aislado e insiste en un modelo cada vez menos aceptado. Países como Alemania, Austria, Bulgaria, Francia, Grecia, Hungría y Luxemburgo han prohibido el cultivo del maíz transgénico MON810, el mismo que se cultiva en España, y Polonia también lo quiere prohibir. Razones habrán tenido y sus conciudadanos lo agradecen.

Luís Ferreirim (@LFerreirim), responsable de la campaña de Agricultura y Bosques de Greenpeace España