Diez años han pasado ya desde la tragedia del Prestige, pero ayer por la mañana localizábamos en el mar Cantábrico un enorme petrolero con el que queda demostrado que otro Prestige es posible. Cuatro activistas de Greenpeace nos subimos a nuestra lancha y nos acercamos a toda velocidad al Searacer, un petrolero de 274 metros de eslora, con bandera de Malta, y procedente de Aruba (Antillas Menores), con sus tanques repletos de petróleo.

Cuesta expresar con palabras lo que se siente al estar al lado de uno de estos gigantes. Los vientos marinos dificultaban nuestras maniobras y las grandes olas de hasta 3 metros nos empujaban contra el casco del buque que parecía que nos fuese a engullir en cualquier momento. Pero poder leer Greenpeace en la lona de la lancha sobre la que navegábamos y sentir el calor de mis compañeros me dio la absoluta seguridad de que estábamos haciendo lo correcto: denunciar la inseguridad en el transporte del petróleo, y que otro sistema energético es posible. Tenemos que cambiar los engranajes de funcionamiento de nuestro planeta para preservarlo y seguiremos desplegando pancartas al viento para difundir nuestro mensaje, con la esperanza de conseguir un mundo más verde y en paz.

En los puertos de Bilbao, Tarragona, Castellón, Cartagena, Tenerife, Huelva y Gibraltar se encuentran las principales instalaciones de almacenamiento, y refinado de crudo y es frecuente ver entrar y salir grandes buques cargados de hidrocarburos procedente de todos los rincones del planeta. Resulta un paisaje desolador.

El año pasado importamos 52 millones de toneladas de crudo. Y, a pesar del riesgo que conlleva el transporte de productos petrolíferos y la enorme dependencia que tenemos ellos, todavía no hemos desarrollado unas políticas claras, ni tenemos una legislación adecuada que defina, con precisión, las competencias y las responsabilidades para un transporte seguro y para que en caso de accidente existan los equipos, tanto materiales como humanos, para afrontarlo y que el impacto ambiental sea el mínimo posible.

El Searacer es uno de tantos petroleros como lo fue el Prestige: una bandera de conveniencia, una empresa armadora griega, una registradora en Liberia, una aseguradora en Bermudas y una clasificadora americana (ABS). Un refrito de países perfectamente estudiado, que permite la obtención de los certificados de navegabilidad más permisivos y que disipa la identificación de los verdaderos beneficiarios y responsables del buque y de su mercancía.



Hoy presentamos nuestro último informe, “Otro Prestige es posible”, en el que exponemos la realidad diez años después de la catástrofe del Prestige y denunciamos que ni se han identificado las responsabilidades, ni se ha hecho una evaluación de los daños ambientales, ni hemos avanzado tras el vertido de 2002. Nos echamos las manos a la cabeza al oir a Miguel Arias Cañete (Ministro de Alimentación Agricultura y Medio Ambiente) defender la actuación del Gobierno ante el Prestige y admitir que no sabe qué haría ante una crisis ambiental como la que ocurrió.

Hoy los petroleros siguen nublando nuestra visión en el horizonte, y el petróleo sigue circulando por nuestros mares en las bodegas de grandes buques fantasmas. Pero tenemos que cambiar las normas, y para ello necesitamos tu ayuda y apoyo en nuestras campañas por una energía más limpia.

Tatiana Nuño (@t_nunho), campaña de Cambio Climático de Greenpeace

- Informe: Otro Prestige es posible. Reflexiones para evitar otra marea negra
- Otro Prestige es posible - Executive Summary

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