En mayo de 2010, mientras el pozo de Macondo en el golfo de México derramaba petróleo por el mar desde la plataforma Deepwater Horizon, el Presidente Obama prometía a sus ciudadanos que su Gobierno lo haría mejor.



“Todos tenemos una responsabilidad”, decía Obama por aquel entonces. “Esto incluye, por cierto, al Gobierno Federal”. “Durante demasiado tiempo ha habido una íntima relación entre las compañías petroleras y la agencia federal que les ha permitido perforar en busca de petróleo. Parece como si los permisos fueran, a menudo, emitidos en base a pocas garantías de seguridad por parte de las compañías petrolíferas.” “Esto no puede volver a pasar. Rescatando una vieja frase: vamos a confiar, pero vamos a comprobar”, dijo Obama.

Ahora nos enteramos de que, más de un año después de ese discurso, la agencia federal que permite a las compañías petroleras perforar, en este caso en el frágil Ártico, todavía está haciendo un trabajo inapropiado.

El miércoles tres jueces del Tribunal de Apelaciones del Noveno Circuito dictaminaron que la Oficina de Gestión de Energía Oceánica  (BOEM) simplemente adivinaba cuando en su informe de impacto ambiental, de julio de 2011, declaró que había mil millones de barriles de petróleo recuperables bajo el Mar de Chukchi, al norte de Alaska, que permitían seguir adelante con el comercio de recursos bajo el mar.

La Agencia de Protección Ambiental dijo que la cifra carecía de un apoyo adecuado y el Servicio de Pesca y vida silvestre calificó el análisis como “defectuoso”. A pesar de estas claras advertencias y de la promesa del Presidente, tras el desastre de BP de que su administración haría las cosas mejor, los empleados de la BOEM continúan claramente en su intento de incrementar y acelerar la producción de petróleo en un entorno único.

Mientras tanto, Shell ronda cerca, desesperada por superar las humillaciones de su fallido plan en el Ártico en 2012 e igualmente desesperada por obtener cualquier retorno de su inversión, de más de cinco mil millones de dólares, que ha invertido en esta osada actividad condenada al fracaso hasta el momento.

No hay duda de la lamentable falta de preparación de Shell ni tampoco de las difíciles condiciones climáticas del Ártico, ni de los planes negligentes del año pasado. Como ha declarado el Tribunal de Apelaciones, la licencia se basó en información errónea, que la Corte Suprema ha clasificado de “arbitraria y capciosa”, se tiene que cuestionar una vez más, el proceso de concesión de licencias. El hecho de que uno de los analistas de la BOEM admitiera en un email que él reunió los números con los ojos cerrados, sólo confirma la fuerte convicción de Greenpeace, de que el Ártico está siendo puesto en peligro y que claramente nada se ha aprendido desde los negros días del desastre de la Deepwater Horizon y las palabras en vano del Presidente.

Sería reconfortante escribir el fin de esta historia como un legado de la era del gobierno anti-ambientalista de Bush y los frecuentes desastres producidos al servicio de las grandes corporaciones. Desgraciadamente, ha sido este gobierno el que se ha lanzado al ataque con la entrega de licencias para perforar en el Ártico.

El presidente Obama dijo que la lucha contra el cambio climático sería un foco primario en su segundo mandato y su principal legado como líder. Parece que no está siendo así.  EEUU, como nación, no puede hacer frente a los continuos descuidos del gobierno.

MARK FLOEGEL
Mark Floegel es un investigador del departamento de investigación de Greenpeace EE.UU. Floegel dirigió equipos de Greenpeace en Louisiana en 2005 para al huracán Katrina, en 2010 en la catástrofe del Deepwater Horizon de BP y en 2011 para investigar los efectos persistentes de la explosión de BP.