Saludos desde Cancún, México, donde estoy atendiendo la reunión número 13 de la Convención por la Diversidad Biológica (CBD) de las Naciones Unidas, evento que tal vez es más fácil de entender como “la cumbre por la vida en la Tierra”.

Que la reunión sea en México es completamente apropiado. México es uno de los países “megadiversos” del mundo pues posee el 70% de la vida salvaje del planeta.

Las diferentes zonas climáticas significan que el país tiene amplia rama de hábitats y ecosistemas con gran cantidad de especies, así que México es el paraíso para los amantes de la naturaleza, excepto que el ambiente natural de México, como en cualquier otro lugar, está decreciendo a causa de las actividades humanas, desde el sistema roto de agricultura industrializada hasta la proliferación de lugares turísticos que están destruyendo los frágiles ecosistemas marinos. A todo esto le agregamos los impactos del cambio climático.

El panorama para muchas especies no es bueno y para otras es terrible. Es posible que sea aún peor para la vaquita marina, una pequeña especie que sólo se encuentra en el Golfo de California, que está literalmente al hilo de la extinción.

Tristemente, a veces encuentro que en estas grandes y cruciales reuniones, todo se vuelve un poco intelectual y los oficiales y delegados necesitan que les recuerden qué es por lo que realmente urge actuar. Por eso estoy muy emocionado de que el Rainbow Warrior, barco de Greenpeace, se encuentre en aguas mexicanas, realizando trabajo científico en los arrecifes y arriesgándose a ser testigo de las amenazas que enfrenta el bosque de mangle que es tan importante para la vida salvaje y las comunidades costeras.

Ayer, líderes y representantes de comunidades indígenas y locales de México, Centroamérica, Amazonia, Congo, Morocco e Indonesia, junto a Greenpeace México, navegaron la Laguna Nichupté haciendo un llamado global a los líderes y tomadores de decisiones en la CBD para dar a estos bosques y manglares protección y demandar respecto a los derechos de las comunidades que son las guardianas de esas áreas.

Para asegurarnos de que el mensaje está siendo escuchado, los activistas se unieron a los defensores locales y exploraron la laguna en kayaks. Esta es la tercera vez que líderes indígenas y representantes locales han tenido una actividad de Global Canoe. La primera fue en el Río Sena en París, Francia, durante las negociaciones del clima el año pasado y la segunda fue este abril cuando se reunieron en el East River en Nueva York, junto a las Naciones Unidas para incluir a los indígenas para determinar e implementar las acciones del acuerdo de París.

¿Por qué proteger los manglares?

El bosque de mangle es un hábitat especialmente importante para las criaturas que ahí viven y para las comunidades humanas alrededor. Son ecosistemas extremadamente productivos ya que las hojas y ramas que se caen de los árboles a causa de una bacteria (esto hace que el mangle tenga su distintivo olor a huevo podrido) provee nutrientes que son la base alimentaria del manglar. También proveen refugio para muchas especies, desde anidar pájaros hasta camarones y moluscos.

Los mangles son particularmente importantes como terrenos de desove y viveros y en el caso del arrecife de mesoamérica, se ha demostrado que mejoran la población de peces. Esto significa que los mangles son importantes para las comunidades locales porque la pesca es su sustento económico. El pescado no es lo único que sale de los mangles: también proveen numerosos productos, incluyendo madera para construir, forraje para animales, plantas medicinales y carbón para cocinar. Los mangles también protegen los arrecifes de coral y algas de ser sofocados por el sedimento de los ríos y proveen protección a la costa contra las tormentas.

Además hay otra razón por la que los mangles deben ser salvaguardados ya que recolectan carbón, protegen y restauran los ecosistemas lo cual es clave para la conservación y combatir el cambio climático. Aunque sólo ocupan el 2% de las costas del mundo son responsables del 5%  de la producción neta primaria y hasta el 30% de todo el enterramiento de carbono dentro de los ecosistemas costeros.

Mi vida ambientalista respira de mi amor a la naturaleza, de los árboles, las plantas y la vida salvaje. Rara vez soy más feliz que cuando remo una canoa o un kayak y pensar que debemos proteger la naturaleza por nuestro bien es más que obvio para mí. Creo que la mayoría de nosotros lo sabemos porque el amor a la naturaleza está en las raíces de nuestras diferentes culturas. Sin embargo, para aquellos que no tienen ese sentimiento les pido que escuchen a la ciencia. Si no protegemos los bosques de mangle y respetamos los ecosistemas marinos y terrestres, estamos fritos.

 *Experto en océanos de Greenpeace Internacional