Hace 7 días nos embarcamos al Esperanza en Longyearbyen, un archipiélago de las Islas Svalbard, al norte de Noruega. El objetivo es documentar el hermoso ecosistema que hoy está en peligro gracias a empresas y gobiernos que comparten el Ártico (Finlandia, Suecia, Islandia, Dinamarca, Rusia, Estados Unidos, Noruega y Canadá).

Esta vez es el gobierno noruego, sin debate alguno (vaya que nos suena conocido esto en México) decidió aventurarse a realizar la primera fase de la prospección petrolera en el Ártico, que es la realización de pruebas sísmicas en el mar de Barents. Este tipo de técnicas se emplean para mapear posibles yacimientos de hidrocarburos en lo profundo del agua. Desde buques petroleros se disparan cañonazos de aire hacia el fondo del mar cuya fuerza e intensidad puede dañar letalmente a ballenas y delfines, quienes se comunican mediante sonidos. 

Para impedir que estas pruebas se siguieran realizando, a bordo del Esperanza nos dirigimos a la misma ruta que el buque peterolero “Atlantic Artemise”, con el fin de interceptarlo, confrontarlo y exhibirlo en los medios de comunicación tal y como el domingo pasado hicimos al revelar en la televisión noruega las intenciones que el gobierno quería ocultar, que estaban buscando petróleo en esta zona protegida. No obstante, con el apoyo de la gente en Noruega y el mundo, ahora sí con un debate real, el gobierno decidió detener las pruebas justo hace cuatro días, un mes antes de lo previsto. ¡Una gran victoria para las millones de personas que estamos a favor de un santuario para el Ártico! 

Pues así terminamos la primera tarea a bordo del barco, mucho antes también de lo previsto. Ahora lo que estamos haciendo es ir a documentar, es decir, grabar en video y con fotos toda la flora y la fauna que hay en este vital hemisferio del mundo. Tenemos que enseñarle a toda la gente, simpatizantes o no de Greenpeace, que si la industria petrolera extrae crudo desde esta región sólo será cuestión de tiempo para que haya un derrame que destruirá al ecosistema. 

Las duras condiciones del clima, el frío intenso y las aguas heladas, hacen que una eventual limpieza y rescate del área sean imposibles e incluso peligrosas para cualquier humano que lo intente (si por alguna razón caes en esta aguas casi congeladas y no eres un oso polar o alguna de las 19 especies de mamíferos que aquí habitan, es cuestión de segundos para que pases a mejor vida).

Ya casi me tengo que ir –hoy toca cocinar para la tripulación, una vez a la semana cocina el equipo de campaña- pero antes de despedirme es importante que sepan quiénes vienen en este barco. Arriba hay 26 personas de distintas nacionalidades, quienes representan a todos los continentes y a millones detrás de este movimiento para salvar el Ártico, entre la tripulación se encuentran 3 de los 30 del Ártico, el capitán y el médico argentinos, Daniel y Marcelo, respectivamente, y el jefe de ingenieros, el colombiano Luis Fernando, una tripulación con un fuerte acento latinoamericano, un alivio cuando eres el único mexicano en la expedición.

Todo el trabajo de Greenpeace se realiza con un sustento científico detrás y por eso también vienen con nosotros los investigadores Richard Steiner, quien fue profesor durante 30 años de la Universidad de Alaska, especializado en derrames petroleros, y la experta en bioacústica de mamíferos, la bióloga Heike Vessel. Sus conocimientos son indispensables para documentar lo que ocurrirá en los próximos días cuando visitemos la Isla del Oso y el glaciar Edge of Jokulen.

Actúa hoy mismo y ayúdanos a proteger esta zona de vital importancia para el planeta. Contamos contigo.

 Miguel Soto, oficial de prensa y vocero de Greenpeace México, viaja a bordo del barco Esperanza, el cual realiza una expedición por el Ártico noruego con la que se documenta la vida salvaje que hay en la región y que hoy está en riesgo debido a los planes de diversos gobiernos y empresas de extraer petróleo.