Soy Rosina González, tengo 26 años y soy originaria de Puebla, donde crecí en contacto directo con la naturaleza. Fui –como todos- testigo de cómo los seres humanos dañamos nuestro entorno, talamos nuestros bosques, contaminamos el agua o tiramos la basura en la calle creyendo que no pasará nada, sin embargo, pasa.

Estudié la licenciatura en Cultura Física, he sido profesora de nivel preescolar y primaria,  pero siempre tuve la “cosquilla” de hacer algo más por el planeta. ¿Por qué?

 La respuesta es simple: aquí vivo y me gustaría que el mundo fuera mejor al que yo encontré. Así supe que tenía que actuar, que no debía permanecer callada frente al deterioro de nuestro medio ambiente del que obtenemos cosas tan básicas como el oxígeno para respirar. Entonces, me hice voluntaria de organizaciones civiles  a las que siempre les faltan manos para trabajar.

 Desde hace seis años me integré a Greenpeace para buscar un cambio global empezando por mi país, donde los desafíos son muchos. Uno de ellos es detener nuestra dependencia a combustibles fósiles como el petróleo, el gas y el carbón que quemamos para producir la electricidad que llega a nuestras casas, minimizando el gran impacto ambiental de esta actividad.

En diciembre pasado, se aprobó la reforma energética acentuando nuestra adicción al petróleo, sin aceptar que este recurso se está agotando, cada vez es más caro, peligroso y sucio extraerlo, incluso pareciera que al gobierno no le importa ponernos en riesgo a todos.

¿Qué pasaría si hubiera un derrame petrolero? ¿Cuántas personas serían afectadas? ¿Cuántas plantas y animales morirían? Estoy segura que no queremos averiguarlo.

 El 1 de marzo, cinco activistas más y yo fuimos detenidos de manera ilegal después de manifestarnos pacíficamente en el edificio de Pemex en el Puerto de Veracruz. En ese momento exigimos al gobierno mexicano cumplir con sus obligaciones de ley para tener más energía renovable y reducir así, los gases que provocan el cambio climático, una de las grandes amenazas para nuestro país y el mundo.

Cuando fuimos aprehendidos nunca nos dijeron cuál era el delito del que se nos acusaba. Nos llevaron primero a la Unidad Naval de Playa Linda y después al Ministerio Público Federal donde nos dejaron en la camioneta por varias horas, después Pemex me acusó por el supuesto daño a una lámpara que no han podido comprobar. Por este delito podría ir a prisión de 4 a 10 años.

Sé que puedes o no estar de acuerdo con mi lucha, pero estoy segura de que coincides conmigo en que todos tenemos el derecho a expresarnos y manifestarnos libremente y no deberíamos ser perseguidos por ello.


Agradezco infinitamente la solidaridad de todos y todas. El apoyo que he recibido de miles de personas me ha dejado conmovida pero también me ha hecho más fuerte. Hoy sé que no estoy sola, que somos muchos los que queremos un mundo mejor, más verde, más justo y aunque quiera, Pemex no nos calla. Sigamos actuando juntos. http://www.greenpeacenocalla.org