Ejercer la labor de un voluntario requiere de algo más que buenos deseos, implica compromiso moral y ético, congruencia y mucha fe en nuestros ideales cualesquiera que sean, requiere fuerza de espíritu para poder enfrentarse a las variadas críticas que por default anteceden a todas aquellas personas que pretenden generar cambios en nuestra sociedad, en nuestra manera de pensar y por ende en nuestras acciones.

Particularmente, la preocupación por el cuidado del medio ambiente ha sido inherente a mí, lo cual me ha llevado a investigar, preguntar y desde la llegada del internet a mis manos a documentarme en la materia, así fue que conocí la labor de Greenpeace, sus objetivos y las acciones que desempeñaban a nivel global. Después de un tiempo me enteré que existía un grupo local al cual podría pertenecer e inmediatamente procedí a solicitar informes para poder integrarme.

Ahí comenzó mi experiencia como voluntario, tras recibir la formación básica mis expectativas respecto a la organización se vieron modificadas un poco, sin embargo la emoción de poder emprender acciones directas que pudieran contribuir a promover una paz verde y un futuro mejor para nuestras próximas generaciones se vio acrecentada pues finalmente, me había encontrado con un grupo de personas que como yo tienen la preocupación latente de cambiar al mundo. Estamos tan acostumbrados a vivir en la indiferencia que difícilmente muchas personas se dan cuenta de lo que sucede a nuestro alrededor, es ahí donde pienso que nuestra labor como voluntarios entra en función, pues al proceder de distintos círculos sociales, de ser ciudadanos como cualquier otro, el mensaje deja de ser visto como algo lejano e institucional para convertirse en algo más tangible y real, como cualquiera de nosotros, se convierte en un llamado a la acción.

El participar en mesas informativas, en cinedebates y en general el poder transmitir el mensaje de la campaña que se esté abordando en ese momento hacia otras personas trascendió de un mero acto performativo a una confrontación con mis demonios internos, lo cual con el paso de las actividades se vio reflejado en la manera de expresarme hacia otras personas y la seguridad con que abordaba las temáticas concernientes. Con el paso del tiempo, dentro del grupo surgió una nueva oportunidad: Ser formador básico de los nuevos integrantes del grupo local y el desafío subió un poco su dificultad, pues para mí, el hecho de ser el primer contacto que tienen las personas interesadas en pertenecer al grupo tiene un peso significativo, más no por eso la retribución de la satisfacción personal se ve disminuida si no que todo lo contrario, no hay nada más satisfactorio que ver en las personas esa emoción e interés en convertirse en parte del cambio.
Esto también significó que la documentación sobre las distintas campañas, el conocimiento de los datos duros y de información en general sobre la organización tuvieron que profundizarse para poder resolver todas aquellas dudas que con frecuencia se presentan durante las formaciones básicas, un precio que vale la pena pagar.

Posteriormente tuve la fortuna de estar participando en un openboat del barco esperanza, una experiencia que puso a prueba una vez más mi capacidad de exposición, de trato con muchísimas personas y por supuesto extenuante, pero que sin lugar a dudas dejó en mi un crecimiento personal muy significativo y nuevos amigos de otras partes de la República.

La preservación del medio ambiente es algo que nos atañe a todos por el simple hecho de habitar en él ¿Que si esto es una moda? no lo sé, lo único de lo que puedo tener certeza es que si pudiéramos lograr que el interés por el bienestar de nuestro ecosistema fuera la tendencia de los próximos años, muchos de los que en este momento estamos preocupados por un futuro mejor, por una paz verde estaríamos más que satisfechos. Ser voluntario significa informarse y dejar de ser espectador para convertirse en un factor de cambio.