Rosina González

Llegue a la ciudad de New York y nunca pensé encontrarme con tal desastre: no es lo mismo ver las noticias de un otro fenómeno natural afectando a regiones tropicales, que ver cómo el huracán Sandy arrasaba una gran metrópoli, algo sólo imaginado en las películas.

Sandy tomó por sorpresa a mucha gente, hay desesperación por todos lados y no es para menos. Miles han perdido sus casas, pertenencias y hasta miembros de su familia. El sonido de las ambulancias y de los helicópteros se escuchaba por todas partes, en las gasolineras largas filas de automóviles y varias peleas por un poco de combustible. Es increíble. El otro día conté hasta 50 coches obstruyendo las calles.

Una familia mexicana me contó cómo tuvieron que salir nadando de sus casas mientras el huracán la destruía. El rostro de la gente es desolador, hay tristeza e impotencia en ellos pero a pesar de todo esto luchan día a día para recuperar la ciudad donde viven.

Llega gente de todos lados, voluntarios que ofrecen su tiempo y todo lo que pueda servir para ayudar. El trabajo es duro y cansado, pero no da tiempo de pensar en el dolor físico, es más importante limpiar lo que el huracán dejó a su paso.

Cada día hay personas nuevas montando cocinas improvisadas en la calle, personas que viajan muchos kilómetros para dejar ropa, zapatos, comida y cosas que otros puedan ocupar. El hablar español me ha ayudando bastante pues hay familias que necesitan cosas pero no hablan inglés.

El trabajo de cada día es distinto, a veces te toca estar esperando por dos o tres horas tu turno para comprar gasolina, otros cocinar o limpiar lugares públicos como gimnasios para poder montar acopios pues hay mucha ayuda y poco espacio.

Con el equipo de apoyo de Greenpeace, nos instalamos en una parte de NY que se llama Rockaway y llevamos al Girasol -aquel camioncito solar que durante 2010 estuvo recorriendo varias regiones de México- a un centro de acopio que no ha tenido energía eléctrica desde que pasó el huracán.

La llegada de Sandy a Nueva York nos muestra que con el cambio climático y el aumento del carbono en la atmósfera, los fenómenos naturales pueden aumentar su fuerza y frecuencia, llegando a lugares nunca antes alcanzados.

Ese carbono proviene de nuestro consumo energético de combustibles fósiles que alteran nuestro clima… y la naturaleza se cobra todo lo que le hacemos. Pienso que este problema no es sólo de unos cuantos, nos compete a todos los que habitamos en el planeta y por eso cada uno tiene que poner su granito de arena, como ciudadanos y como funcionarios de gobierno.

Pero… cómo ofrecer a la gente una vida digna, un mundo mejor y más justo, donde las cosas estén bien planeadas; cuando los gobiernos están priorizando los intereses de la industrialización en lugar de preservar la seguridad y la vida de las futuras generaciones.

Hoy me puedo dar cuenta que en Estados Unidos, lo mismo que en México estamos muy lejos de lograr poner la vida de las próximas generaciones por encima de los apetitos de multinacionales que recorren el mundo deforestando, alterando nuestro clima, rompiendo la tierra, dejando desiertos y sequías a su paso. Es tiempo de parar, tenemos que ponerle un alto a nuestra adicción al petróleo.

Rosina González, activista de Greenpeace México, forma parte del equipo de respuesta rápida de Greenpeace está haciendo labores de voluntariado para atender a los damnificados por el huracán Sandy en Nueva York.