Llegó la época navideña, esa que nos hace gastar como si fuéramos millonarios y llorar a principios de año cuando llegan las cuentas. Y es que es tiempo de recibir dinero, con eso de los aguinaldos, fondos de ahorro; el Buen Fin, el Black Friday y se presta para comprar lo que hace falta, para consentirse un poco y para regalar a los amigos y familia.

La mercadotecnia nos ha hecho pensar que comprar es lo mejor, que lo nuevo definitivamente funciona y luce mejor que lo viejo, esto a veces es cierto pero no siempre. Nunca pensamos en el impacto que este consumismo tiene para el planeta pues cada vez somos más personas por lo que cada vez se producen más cosas como ropa y electrónicos. Los productos son cada vez más desechables y nos resulta más sencillo tirar lo que ya no sirve o ya no nos gusta. Esto está generando increíbles cantidades de basura y la parte más preocupante es que la mayoría de las veces no es biodegradable. A esto podemos sumarle el gasto de energía y recursos como el agua que se utilizan para producir la nueva moda y la alta tecnología.

Preocupados por esta situación, la oficina de Greenpeace decidió unirse a la bonita tendencia del trueque y el bazar. Todos nos organizamos para traer aquellas prendas y objetos que sirven pero ya no usamos porque no nos gustan, no nos quedan o simplemente ya no los queremos. “La basura de un hombre es el tesoro de otro”, dicen por ahí y aplicó para todos ayer.

Hicimos nuestro tenderete en el piso y con ganchos, pusimos etiquetas con nuestro nombre y el precio que le daríamos a cada prenda en caso de que alguien la quisiera pero no tuviera algo para truequear. Los precios iban desde los $10 hasta los $200 pesos cuando las cosas eran muy nuevas y en buen estado.También había electrónicos que tenían precios más altos pero claro, no tan elevados como en una tienda. Eso sí, todo objeto o prenda tenía que ser funcional, estar en perfectas condiciones y limpio. Quisimos ser muy objetivos al puntualizar que no se trata de una donación porque no es simplemente deshacerte de algo que ya no usas, porque al hacerlo, irás a una tienda a reponer lo que regalaste. El tema aquí era intercambiar una cosa por otra.

 

Una de las compañeras se anotó como cajera, amenizando la reunión con música y anotando cada transacción para no perder la pista del ejercicio.

Al final, todos nos sentimos contentos de haber limpiado nuestro clóset, adquirir prendas diferentes o el objeto que tanto andábamos buscando a un precio más accesible y sabiendo que pusimos nuestro granito de arena para ayudar al planeta.

Parece increíble cuando lo piensas pero cada una de tus acciones repercute directamente en el mundo. Espero sinceramente que esta experiencia te inspire a hacer tu propio trueque en tu oficina, con tu familia, con tus amigos o con tus vecinos y a planificar mejor las compras de esta temporada para apoyar tu economía y al planeta.