Esta semana ha sido muy importante para la comida sana en Yucatán, no solo por la conmemoración del Día Mundial de la Alimentación, sino por los esfuerzos de campesinos, organizaciones y  academia para producir alimentos ecológicos.

Yucatán tiene esperanza, y no solo por la llegada del barco de Greenpeace, sino por toda su gente que día a día sigue en la lucha por una vida más justa, por una tierra sana.

Desde los apicultores que se enfrentan a retos como la soya transgénica, que anteriormente ha sido la responsable de la contaminación de su miel, y las organizaciones que siguen trabajando para mostrar todos los impactos del actual modelo de agricultura mecanizada que es impulsado en la región, los días anteriores han sido clave para conseguir que el gobernador del Estado de Yucatán, Rolando Zapata Bello, se suba al barco de la Esperanza por la Comida Sana.

Ese llamado proviene de la gente de Yucatán y de todo el país, de campesinos, apicultores, organizaciones locales, y gracias al cual el gobernador se comprometió a implementar una estrategia para el desarrollo de las comunidades a través de la milpa tradicional.

Lo cierto es, que como dijo el presbítero Atilano de la escuela de Maní en el foro la urgencia de una transición a la agricultura ecológica, más allá de hablar de desarrollo, estamos hablando de recuperar la agricultura: el culto por la tierra, la protección del paisaje que nos permite vivir gracias a lo que nos da. Sin monte, no hay tierra, sin tierra no hay cosecha, sin cosecha no hay comida, sin comida no hay vida.

Los agrotóxicos y transgénicos amenazan el monte, y por ello amenazan la vida. El culto a la tierra tiene que ver con un cambio que necesitamos hacer en nuestra visión del planeta, si no protegemos la vida en el planeta, tampoco protegemos nuestra propia vida, esta visión es la que nos comparten desde las comunidades de Yucatán, y la que le hemos hecho llegar al gobernador, quien tiene la responsabilidad de integrarla en las políticas para la producción de comida sana y la protección de la tierra sana en el Estado. Esto no solo albergaría la esperanza de Yucatán, sino que sería un ejemplo a nivel nacional para que otros Estados y el país entero se comprometan con la vida.

Desde el barco Esperanza, recogemos este llamado a transitar a una visión integral, nos sumamos a una visión por la vida del planeta, y reconocemos la esperanza del Estado en cada una de las personas que desde su día a día sigue en la lucha por producir alimentos de calidad, por proteger la tierra y la vida.