Con un "NO" espectacular, de 60 metros de diámetro dibujado en un campo de maíz del Estado de México, Greenpeace demandó al gobierno del presidente Fox que no autorice la siembra de maíz transgénico como pretende hacerlo antes de que termine su sexenio. Greenpeace reiteró que México debe proteger su rica diversidad de maíz ante el riesgo de contaminación genética.
Las organizaciones, que promueven la Campaña Nacional en Defensa de la
Soberanía Alimentaria y la Reactivación del Campo Mexicano, se oponen a
la liberación del maíz transgénico en México y a la cooptación de
algunas organizaciones campesinas a manos de Monsanto.
Es
importante destacar que el 18 de abril la Confederación Nacional de
Productores Agrícolas de Maíz de México (CNPAMM), filial de la
Confederación Nacional Campesina (CNC) y la trasnacional Monsanto
firmaron un convenio con el cual buscan abrir este mismo año el camino
a la experimentación de maíces modificados genéticamente en campos
abiertos en el norte de la República.
Asimismo, el acuerdo
pretende la creación de un “fondo para desarrollar el proyecto maestro
de maíces mexicanos”, que comprometería recursos económicos y “en
especie” tanto públicos, como de Monsanto y de la CNPAMM, aun cuando no
han brindado detalles respecto de las aportaciones. Este fondo
aparentemente sería para preservar libres de maíces transgénicos a
varios estados de la República y para fortalecer bancos de germoplasma
del maíz.
Es preocupante la ingenuidad de la CNPAMM-CNC, al
firmar este convenio discrecional sin mostrarlo ni consultarlo con
otras organizaciones y sin difundir sus detalles precisos a la opinión
pública, siendo que se trata de un convenio que afecta un bien público,
el maíz. La inquietud se incrementa cuando se conoce que este convenio
se firmó con Monsanto —que obtiene ventas anuales de 7 mil millones de
dólares en el orbe, que es líder mundial en la tecnología de
transgénicos y que intenta a toda costa que estas semillas ganen
mayores espacios en los mercados mundiales— pues no es creíble que una
empresa como ésta quiera proteger desinteresadamente las variedades
nativas del maíz mexicano.
Sobre todo cuando sabemos que es
imposible la coexistencia de cultivos transgénicos con maíces nativos,
debido a que los primeros contaminan los segundos –les trasladan
características genéticas--y que la introducción comercial de maíces
modificados, que será el paso siguiente a la experimentación en campo,
traerá consecuencias irreversibles.
El riesgo de contaminación
quedó evidenciado en 2001 cuando se encontró presencia de maíz
transgénico en campos de Oaxaca, y hace apenas unas semanas fue
detectado también en campos de las delegaciones Magdalena Contreras y
Milpa Alta del Distrito Federal.
Esta contaminación –que ha
ocurrido en muchas otras zonas del país—se dio debido presuntamente por
desvío de maíz transgénico que se internó en México para uso pecuario,
y es por tanto previsible que dar el paso a la siembra experimental de
este grano y luego a la comercial propiciará una contaminación masiva y
un daño generalizado a las razas nativas o criollas.
Atentar
contra la supervivencia de los maíces criollos genera un riesgo de
erosión genética, de pérdida de una riqueza natural de la humanidad,
además de que propicia la desaparición o un daño fuerte en el tejido
social y cultural donde florece la diversidad genética del cultivo, así
como la destrucción del acervo de conocimientos relacionados con el uso
y destino de las semillas en cuestión.
En declaraciones
publicadas en varios medios el 9 de julio, los dirigentes de la CNC,
Cruz López Aguilar, y de la CNPAMM, Carlos Salazar, “aseveraron que las
siembras experimentales de maíz transgénico no serán una amenaza para
México si se cumple con el Protocolo de Cartagena y la Ley Federal de
Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados”.
Sin
embargo dicha ley aún carece de reglamento y de un régimen especial de
protección del maíz, requisitos indispensables previos a cualquier
decisión sobre la experimentación del grano modificado.
No
queremos que nuestras semillas se conserven en laboratorio,
convirtiéndose en objeto de museo. Para que México alcance su verdadera
soberanía alimentaria y haga del desarrollo rural un factor de progreso
nacional, es necesario seguir cultivando y consumiendo el maíz con toda
su diversidad de granos.
Es indispensable no convertirnos en un
país monoproductor y dependiente de tecnologías externas. Nuestro país
debe fomentar el mejoramiento de las distintas variedades de maíz
presentes en las regiones maiceras y promover su consumo diferenciado,
de tal forma que realmente se favorezca a los campesinos mexicanos y se
reafirme nuestro derecho a la alimentación, elemento esencial de la
soberanía y seguridad nacional.
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