Organizaciones en contra del plan Monsanto

Noticia - 18 julio, 2007
El campo mexicano no debe ser tierra de cultivo para el maíz transgénico como lo promueve la empresa Monsanto, señalaron las organizaciones Alianza Mexicana por la Autodeterminación de los Pueblos (AMAP), el Consejo Nacional de Organizaciones Campesinas (CONOC), la Coordinadora Nacional Plan de Ayala, la Alianza Nacional de Productores Agropecuarios y Pesqueros (ANAPAP- El Barzón), el Grupo de Estudios Ambientales (GEA AC) y Greenpeace.

Con un "NO" espectacular, de 60 metros de diámetro dibujado en un campo de maíz del Estado de México, Greenpeace demandó al gobierno del presidente Fox que no autorice la siembra de maíz transgénico como pretende hacerlo antes de que termine su sexenio. Greenpeace reiteró que México debe proteger su rica diversidad de maíz ante el riesgo de contaminación genética.

Las organizaciones, que promueven la Campaña Nacional en Defensa de la Soberanía Alimentaria y la Reactivación del Campo Mexicano, se oponen a la liberación del maíz transgénico en México y a la cooptación de algunas organizaciones campesinas a manos de Monsanto.

Es importante destacar que el 18 de abril la Confederación Nacional de Productores Agrícolas de Maíz de México (CNPAMM), filial de la Confederación Nacional Campesina (CNC) y la trasnacional Monsanto firmaron un convenio con el cual buscan abrir este mismo año el camino a la experimentación de maíces modificados genéticamente en campos abiertos en el norte de la República.

Asimismo, el acuerdo pretende la creación de un “fondo para desarrollar el proyecto maestro de maíces mexicanos”, que comprometería recursos económicos y “en especie” tanto públicos, como de Monsanto y de la CNPAMM, aun cuando no han brindado detalles respecto de las aportaciones. Este fondo aparentemente sería para preservar libres de maíces transgénicos a varios estados de la República y para fortalecer bancos de germoplasma del maíz.

Es preocupante la ingenuidad de la CNPAMM-CNC, al firmar este convenio discrecional sin mostrarlo ni consultarlo con otras organizaciones y sin difundir sus detalles precisos a la opinión pública, siendo que se trata de un convenio que afecta un bien público, el maíz. La inquietud se incrementa cuando se conoce que este convenio se firmó con Monsanto  —que obtiene ventas anuales de 7 mil millones de dólares en el orbe, que es líder mundial en la tecnología de transgénicos y que intenta a toda costa que estas semillas ganen mayores espacios en los mercados mundiales— pues no es creíble que una empresa como ésta quiera proteger desinteresadamente las variedades nativas del maíz mexicano.

Sobre todo cuando sabemos que es imposible la coexistencia de cultivos transgénicos con maíces nativos, debido a que los primeros contaminan los segundos –les trasladan características genéticas--y que la introducción comercial de maíces modificados, que será el paso siguiente a la experimentación en campo,  traerá consecuencias irreversibles.

El riesgo de contaminación quedó evidenciado en 2001 cuando se encontró presencia de maíz transgénico en campos de Oaxaca, y hace apenas unas semanas fue detectado también en campos de las delegaciones Magdalena Contreras y Milpa Alta del Distrito Federal.

Esta contaminación –que ha ocurrido en muchas otras zonas del país—se dio debido presuntamente por desvío de maíz transgénico que se internó en México para uso pecuario, y es por tanto previsible que dar el paso a la siembra experimental de este grano y luego a la comercial propiciará una contaminación masiva y un daño generalizado a las razas nativas o criollas.

Atentar contra la supervivencia de los maíces criollos genera un riesgo de erosión genética, de pérdida de una riqueza natural de la humanidad, además de que propicia la desaparición o un daño fuerte en el tejido social y cultural donde florece la diversidad genética del cultivo, así como la destrucción del acervo de conocimientos relacionados con el uso y destino de las semillas en cuestión.

En declaraciones publicadas en varios medios el 9 de julio, los dirigentes de la CNC, Cruz López Aguilar, y de la CNPAMM, Carlos Salazar, “aseveraron que las siembras experimentales de maíz transgénico no serán una amenaza para México si se cumple con el Protocolo de Cartagena y la Ley Federal de Bioseguridad de Organismos Genéticamente Modificados”.

Sin embargo dicha ley aún carece de reglamento y de un régimen especial de protección del maíz, requisitos indispensables previos a cualquier decisión sobre la experimentación del grano modificado.

No queremos que nuestras semillas se conserven en laboratorio, convirtiéndose en objeto de museo. Para que México alcance su verdadera soberanía alimentaria y haga del desarrollo rural un factor de progreso nacional, es necesario seguir cultivando y consumiendo el maíz con toda su diversidad de granos.

Es indispensable no convertirnos en un país monoproductor y dependiente de tecnologías externas. Nuestro país debe fomentar el mejoramiento de las distintas variedades de maíz presentes en las regiones maiceras y promover su consumo diferenciado, de tal forma que realmente se favorezca a los campesinos mexicanos y se reafirme nuestro derecho a la alimentación, elemento esencial de la soberanía y seguridad nacional.

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