Un debate miope y limitado*

Noticia - 27 mayo, 2008
El petróleo no es el combustible del futuro. El proyecto del Ejecutivo no hace más que cumplir con aquellas tendencias que muestran a México aumentando sus emisiones por el uso de combustibles fósiles para el 2014; solamente Pemex es responsable de 6.5 por ciento del total de las emisiones nacionales

Activistas y voluntarios de Greenpeace instalan molinos de viento ante el Monumento a la Revolución para mostrar la viabilidad de la energía eólica.

El actual e intenso debate en torno al futuro energético de México es profundamente limitado porque no toma en cuenta opciones diferentes al petróleo para generar energía y no permite dimensionar el potencial que las energías renovables y la eficiencia energética tienen en nuestro país.

Tanto la propuesta del Ejecutivo como las críticas que responden a dicha iniciativa persiguen un mismo objetivo, sólo que a través de dos vías distintas: cómo seguir produciendo más petróleo para mantener encendido el motor de la economía mexicana. 

Este paradigma ya ha sido rebasado por la realidad del cambio climático, y  nunca antes había sido tan claro que las economías basada en los combustibles fósiles no son sustentables y no tienen viabilidad ni siquiera a mediano plazo. Sin embargo, nos resistimos a cambiar de paradigma.

Desde el punto de vista ambiental, la insistencia en una economía petrolizada va a contrasentido del espíritu -aunque tímido- de la Estrategia Nacional de Cambio Climático que aspira a desacoplar el incremento de las emisiones de gases de efecto invernadero del crecimiento económico. Esto significa, en otras palabras, despetrolizar la economía. No obstante, la pretendida reforma energética no llega más allá de una reforma petrolera y deja de lado una oportunidad histórica para replantear radicalmente qué futuro energético queremos para México y las generaciones futuras.

El proyecto del Ejecutivo no hace más que cumplir con aquellas tendencias que muestran a México aumentando sus emisiones por el uso de combustibles fósiles para el 2014. Solamente Pemex es responsable de 6.5 por ciento del total de las emisiones nacionales.

Las proyecciones oficiales señalan que en los próximos siete años se completará un incremento de 4.6 por ciento acumulado con respecto a las emisiones del 2004. La reforma gubernamental tiende a ello: más emisiones, más calentamiento global... cuando para proteger al planeta -y a México- tenemos que hacer lo opuesto.

Greenpeace considera que una verdadera reforma energética debe partir de una premisa inamovible: reducir las emisiones de CO2 y mantener el aumento de la temperatura global del planeta por debajo de los 2 grados centígrados hacia fines del siglo actual.

De lo contrario -como lo ha advertido el Panel Intergubernamental de Cambio Climático de Naciones Unidas- las consecuencias serán irreversibles y desastrosas para los ecosistemas y quienes los habitan. Tener esta premisa en mente implica satisfacer la demanda energética emitiendo cada vez menos gases de efecto invernadero, principalmente CO2.

¿Cómo hacerlo? Llevando a cabo una Revolución Energética que para el año 2050 reduzca las emisiones mundiales en un 50 por ciento en comparación con los niveles de 1990. Y México no puede ser ajeno a ello. Es más, debe buscar ser un modelo a seguir por aquellos países que, con más recursos que los nuestros, se niegan a comprometerse legalmente a nivel internacional con la cruzada en contra del cambio climático. 

El necesario debate en torno al futuro energético de México no debe restringirse al petróleo o a Petróleos Mexicanos (Pemex). Es necesario abrir el espacio para que se promuevan las fuentes de energía renovable, siempre y cuando éstas generen beneficios de interés público y se apeguen a criterios de equidad y justicia con las comunidades.

El hecho de que el sistema energético mexicano dependa principalmente de las fuentes fósiles no renovables hace más vulnerable nuestra economía, tal como vemos actualmente. El 80 por ciento de la electricidad hoy se produce a partir de petróleo, carbón y gas, a pesar del enorme potencial con que contamos de energía solar, geotérmica, eólica o de biomasa. Por lo tanto, el debate debe abrir el espacio para diversificar la matriz energética para el 2030, con un porcentaje de energías renovables de al 30 por ciento, descartando las grandes hidroeléctricas y las centrales nucleares.

Una verdadera reforma energética también debe darle un papel preponderante al ahorro y eficiencia energética en todos los sectores: gubernamental, productivo, doméstico, transporte. En Greenpeace creemos que es posible reducir en un 50 por ciento la demanda actual de energía del planeta para el 2050 si aprovechamos al máximo el potencial de la eficiencia energética.

Esto no significa dejar de usar la energía, sino usarla sin derroche y mediante aparatos más eficientes, que consumen menos energía. Sólo en México, en estos momentos es posible reducir en 20 por ciento el consumo nacional de electricidad, haciendo obligatorio -tarea del Estado- la sustitución de focos incandescentes por ahorradores y la de refrigeradores o lavadoras por modelos eficientes.

La reforma debe cambiar también el modelo actual de las grandes centrales eléctricas. La red eléctrica nacional se alimenta, casi en su totalidad, de una veintena de grandes centrales.

Sin embargo, en numerosos países está ocurriendo un proceso de reducción del tamaño de las plantas generadores de electricidad, empujado por la disponibilidad de nuevas tecnologías y por la necesidad de reducir la vulnerabilidad que representa la concentración de capacidad de generación en un solo lugar. Tener plantas generadoras más cerca de los usuarios finales permiten mayor eficiencia a menor costo.

Durante 2007 vimos y oímos a las autoridades federales y estatales desgarrarse las vestiduras por el calentamiento global y el consecuente cambio climático.

En 2008 tienen la oportunidad de demostrar que no sólo era una retórica discursiva. Que ya dejen de engañarse: el petróleo no es el combustible del futuro.

*Artículo publicado en el diario El Universal en 2008

Gustavo Ampugnani es director de campañas de Greenpeace México. Si desea mayor información o apoyar a Greenpeace, visite la página www.greenpeace.org.mx.

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