El primer viaje de Greenpeace

Página - 13 septiembre, 2011
La historia de Greenpeace comienza en septiembre de 1971 cuando un grupo de activistas antinucleares canadienses y algunos cuáqueros que se habían refugiado en Canadá para no participar en la guerra de Vietnam, formaron una pequeña organización llamada "Don't make a wave Committee" (Comité “No hagas una ola").

Tripulación del primer viaje de Greenpeace a bordo del Phyllis Cormack, antes de partir hacia la Isla de Amchitka el 15 de septiembre de 1971. Comenzando por el lado superior izquierdo: Hunter, Moore, Cummings, Metcalfe, Birmingham, Cormack, Darnell, Simmons, Bohlen, Thurston, Fineberg. © Greenpeace / Robert Keziere

Este grupo protestaba contra las pruebas nucleares que los Estados Unidos  llevaban a cabo en el archipiélago de Amchitka (Alaska), al norte de Canadá. El nombre del grupo hacía referencia la posibilidad de que, al ser una zona sísmicamente inestable, las pruebas atómicas que allí se realizaban pudiesen provocar un maremoto.

Esos activistas creían que un grupo de individuos puede hacer la diferencia. Juntos, realizaron la primera acción concreta de lo que poco tiempo después sería nuestra organización: Greenpeace

Alquilaron un viejo barco pesquero -el Phyllis Cormack- y pusieron proa hacia Alaska. El objetivo era interponerse entre la armada americana y la isla y, de ese modo, evitar que se llevaran a cabo las pruebas.

"Un viaje por la vida y la paz": fue la definición dada por Irving Stowe, uno de los tripulantes, refiriéndose a su plan de navegar hacia el Océano Ártico. Lo que Irving no sabía es que este viaje de Greenpeace iba a durar décadas y a cambiar el mundo.

El grupo estaba integrado por Irving y su esposa Dorothy, Marie y Jim Bohlen, Ben y Dorothy Metcalfe y Bob Hunter; ellos pensaron en unir dos palabras que demostraran su preocupación por el planeta y su oposición a las armas nucleares y de ese modo surgió el nuevo nombre del grupo: Greenpeace. Uno de los tripulantes declaró a la prensa antes de zarpar: “queremos paz y queremos que sea verde”, ése sería el espíritu de la organización.

Los fundadores de Greenpeace (de derecha a izquierda): Irving Stowe, abogado; Paul Cote, estudiante de derecho; Jim Bohlen, un científico forestal. Todos miembros del comité "No hagan olas". 1971. © Greenpeace / Robert Keziere

Fue Stowe quien introdujo al grupo en la religión cuáquera. Los cuáqueros creían en una forma de protesta conocida como “dar testimonio”, una forma de resistencia pasiva que implica acudir a la escena de una actividad objetable y expresar oposición simplemente al estar ahí de manera física.

El Phyllis Cormack, un viejo barco pesquero de 24 metros, fue el primer navío del grupo, rentado por seis semanas a un costo de 15,000 dólares. Tenía más problemas mecánicos que los que se suponía debía tener. Después de pasar trece meses tratando de encontrar algo mejor, Bohlen, Stowe y Cote concluyeron que no había alternativa. En este bote navegaron hacia la bomba.

Tanto el navío como su tripulación estaban en el ojo público. Se comunicaron por radio con la costa y los medios. Había doce personas a bordo, incluyendo al capitán Cormack. A las 4 de la tarde del 15 de septiembre de 1971, llevando los símbolos de la paz y la ecología, el Phyllis Cormack, zarpó a cumplir su primera misión real.

“Nuestra meta es muy simple, clara y directa: llevar a una confrontación entre la gente de muerte y la gente de vida. No nos consideramos a nosotros mismos radicales. Somos conservadores, insistimos en conservar el medio ambiente para nuestros hijos y futuras generaciones de hombres”, reportó Ben Metcalfe, un veterano de radio que estaba entre los periodistas que integraban la tripulación, y que jugaron un rol preponderante, la mañana del 16 de septiembre desde el barco.

En esa travesía también resultó clave la presencia de otro periodista, Robert Hunter, quien llevaba a bordo un libro llamado Guerreros del Arcoiris, un pequeño volumen de mitos indígenas y leyendas, y que fue una fuente de inspiración para el equipo, en particular una profecía de 200 años de una anciana cree llamada Ojos de Fuego, quien predijo que cuando la tierra fuera saqueada de sus recursos, el mar ennegrecido, las corrientes envenenadas, el venado muerto sobre sus huellas, justo antes de que fuera demasiado tarde, el indio recobraría su espíritu y enseñaría al hombre blanco la reverencia por la tierra, uniéndose a él para convertirse en Guerreros del Arcoiris. Este nombre tendría una resonancia básica en la historia posterior de Greenpeace.

Así pues, en el camino a Amchitka, a cinco kilómetros del límite territorial, con cámaras y grabadoras la tripulación del Cormack “atestiguó” en la tradición cuáquera, y a través de los medios hizo que Canadá también fuera testigo. Entonces la tripulación recibió un mensaje por radio que anunciaba que la prueba había sido pospuesta, pero no se sabía por cuánto tiempo.

Dave Birmingham iza la bandera de Greenpeace en el barco Phyllis Cormack unos días antes de partir a Amchitka. Septiembre, 1971. © Greenpeace / Robert Keziere



Luego, el 30 de septiembre, se acercó al Cormack el buque Confidence, de la Guardia Costera, y el comandante avisó al barco de Greenpeace que estaba bajo arresto, y los tripulantes fueron detenidos. A espaldas del comandante, el personal del Confidence entregó a los tripulantes del Cormack un cablegrama firmado por 17 marinos, y que decía: “Debido a la situación en que nos encontramos, la tripulación del Confidence siente que lo que están haciendo es por el bien de toda la humanidad. Si nuestras manos no estuvieran atadas por estos lazos militares, estaríamos en la misma posición en que están ustedes, si fuera posible. Buena suerte. Los apoyamos 100%”. Cuando los marinos partieron, lo hicieron con los bolsillos llenos de carteles, libros y banderas con el signo de la paz que les dio la tripulación de Greenpeace.

A pesar de un sentimiento de derrota, ya que la batalla no se había ganado, al menos aparentemente, Greenpeace reunió apoyo en toda la nación gracias a la información de Metcalfe y Hunter: los eventos del viaje, especialmente el arresto y “amotinamiento” de la tripulación de la Guardia Costera.

Tanta era la buena voluntad hacia Greenpeace que, de regreso a la Columbia Británica, Stowe pudo reunir el dinero para otro bote más rápido, de 47 metros, el Edgewater Fortune, que se enfiló hacia Amchitka mientras el Cormack volvía a casa. Los dos barcos se cruzaron cerca de la isla de Vancouver.

Empezó entonces una carrera contra el tiempo. La tripulación de 28 miembros reunió provisiones e hizo planes en 24 frenéticas horas, después de que el presidente Nixon marcara como fecha límite para la siguiente prueba: el 4 de noviembre de 1971. El Fortune, rebautizado como Greenpeace II para el viaje, perdió tiempo cuando fue golpeado por una tormenta al tratar de cruzar el Golfo de Alaska y tuvo que hacer dos paradas por reparaciones y combustible.

A pesar del valeroso intento, el Fortune estaba a 1,100 kilómetros, el 6 de noviembre de 1971, cuando el secretario de la AEC, Schlesinger, ordenó que la bomba fuera detonada.

La acción directa en el Phyllis Cormack fue un fracaso. Sin embargo, como estrategia de campaña, resultó un éxito extraordinario. Dos periodistas que viajaban a bordo del Phillys Cormack transmitían por radio a sus redacciones todos los pormenores del viaje, y el público canadiense, ya de por sí motivado en contra de los ensayos nucleares americanos realizados junto a su país, encontró en el viaje de Greenpeace un catalizador para su protesta.

Estados Unidos se vió forzado a anunciar que ésta era la última explosión nuclear que se llevaría a cabo en la zona. Amchitka es desde entonces una reserva ornitológica. Con este viaje Greenpeace aprendió muchas lecciones que ha venido aplicando y desarrollando desde entonces.