Así vieron la acción los activistas.

Hace más de tres décadas Greenpeace lucha contra la energía nuclear. Antes que Greenpeace se llamara Greenpeace ya estaba trabajando para poner fin a los, en ese entonces, prometedores usos de la energía nucleoeléctrica. Sólo tomando en cuenta este hecho podemos asegurar que Greenpeace no se volvió loco al estar en contra de la energía nuclear, siempre hemos estado en contra de la locura de la energía nuclear. Parece ser que hemos olvidado las décadas de denuncias, acciones, arrestos y, aunque no me gusta decirlo, bombardeos en nuestra contra. Por qué, bueno, porque nuestras investigaciones daban cuenta de los efectos de la radiactividad en el medioambiente y en el ser humano, y de la posibilidad cierta de accidentes nucleares, que en 39 años vaya que los hubieron.

Hace algunas semanas hubo una serie de incidentes en distintas plantas de energía núcleoeléctrica que obligaron al gobierno de Japón a establecer una emergencia nuclear tras el terremoto y posterior tsunami que asoló tierra nipona el 11 de marzo recién pasado. Cinco días después que se confirmara la liberación de isótopos radiactivos, activistas de Greenpeace en Chile despliegan un lienzo de grandes dimensiones frente a La Moneda para llamar la atención de las autoridades y solicitar no llevar a cabo el acuerdo nuclear con Estados Unidos que se firmaría al siguiente día y dejar sin efecto el acuerdo firmado con Francia semanas antes. Hasta aquí pareciera que nuestro poder de respuesta es extraordinariamente rápido, pero qué hay tras treinta minutos en una azotea.

Cuando comenzó el intenso lobby para favorecer la posibilidad de instalar centrales nucleares en Chile – a fines de enero- y se informó de la firma de un acuerdo al respecto entre Estados Unidos y Chile durante la próxima visita de Obama, como Greenpeace sabíamos que teníamos que denunciar este tratado y el secretismo en torno a él, junto con intensificar nuestra demanda inclaudicable por energías limpias, renovables y sustentables para Chile.

¡A coser!

Para ir directo al grano, me vi participando activamente en una acción que ni siquiera yo, por seguridad interna de cómo funciona Greenpeace, sabía cual sería. Cuatro máquinas de coser que pertenecen a voluntarios y una, a la esposa de un miembro de staff, arriba de un escritorio me dijeron que algo se venía. En mi camino me encontré con tela y mi instinto no falló -“necesitamos gente que sepa coser”- a lo que respondí que sabía. (No podía ser tan difícil, ya había visto a mi mamá cociendo.. qué tan complicado podría ser). De un día para el otro estaba tras una máquina junto a dos activistas más, uniendo unos interminables 324 metros de tela amarilla.

Habían pasado algunos días, mientras continuábamos con nuestra labor de costura reforzada, cuando ocurre el terremoto y el tsunami de Japón.

Estuvimos 6 días confeccionando. Comenzábamos en la mañana, parábamos para comer y seguíamos hasta que no dábamos más en la tarde, para volver a coser al siguiente día. Suena a mucha costura y lo era. Teníamos que unir trozos de tela de 18 metros de largo por 1,2 metros de ancho, para formar un cuadrado de 18 metros por lado. Además debíamos reforzar la tela para que no se rompiese con el viento, para lo cual tuvimos que poner 200 metros de cinta en los contornos y lugares susceptibles a daño. Además, debíamos poner peso en el extremo inferior para que no flameara con el viento, y que en caso que ocurriera lo peor, los pesos no pudieran caer; comprenderán que una bolsa con arena desde una altura razonable podría matar a una persona. Nada se dejaba al azar, todo se calculaba y reforzaba.

El lienzo colgado no se veía tan grande.

Cuando terminamos de coser y reforzar la tela sólo veíamos un montón de género amarillo, que llevamos a un lugar para dibujar. Era imposible dibujar en la oficina de Greenpeace y el tiempo nos estaba alcanzando. Durante un día, y entre ocho voluntarios, estuvimos dibujando las letras del mensaje; mensaje que sólo horas antes me habían revelado y que estaba en completo hermetismo por la seguridad de los activistas y de la realización de la actividad.

Cuando terminamos de dibujar, pasadas las once de la noche, estiramos el lienzo para guardarlo y recién en ese momento nos dimos cuenta del tamaño que tenía. Para que se hagan una idea, una persona con los brazos y las piernas abiertas cabía en una letra, de las de color negro, y sobraba espacio en la letra.

Para pintar tamañas letras ocupamos la misma tinta orgánica al agua con la que pintamos nuestros lienzos siempre, la diferencia es que cambiamos los pinceles y brochas por rodillos, y esta vez usamos muchísima tinta: 6 litros de tinta para ser exactos. Pintar nos tomó 2 días, al aire libre, a veces a pleno sol. Para cuando habíamos terminado de pintar, la relación con el lienzo era de amor y odio. Pero aún faltaba algo muy importante: doblar el lienzo y hacer que éste cupiese en una maleta. Esta labor nos tomó medio día más y aunque aún no lo puedo creer, logramos meter de forma ordenada y bastante simple de sacar 950 metros de hilo, 324 metros de tela, 200 metros de cinta, y seis litros de tinta, fusionados en lo que llamamos "banner", en una maleta de 60 centímetros de ancho con rueditas.

El día elegido no podía ser otro que el previo a la firma, las medidas de seguridad ponían en riesgo las más de 120 horas de trabajo de los voluntarios para hacer el banner. Quienes subieron a la azotea a descolgar el lienzo eran activistas que habían realizado más de 35 horas de entrenamiento durante las semanas previas. La forma en que llegaron los siete activistas a la azotea de un edificio ministerial, desde el cual se podía ver el patio interior del Palacio de Gobierno, horas antes de la llegada de la comitiva de seguridad del presidente de los Estado Unidos, queda en reserva.

El lienzo se desplegó según lo planeado, se pusieron sus pesos y permaneció descolgado por casi media hora en el momento en que se realizaba el tradicional cambio de la Guardia de Palacio.

La acción fue todo un éxito y tuvo amplia cobertura en redes sociales, en medios de comunicación nacionales y por corresponsales extranjeros. Y lo que nunca contamos fue que por esa media hora los activistas permanecieron cuatro horas detenidos por Carabineros. No era nuestro objetivo difundir eso y además sabíamos que era eso podía ocurrir y estábamos preparados.

Por todo esto, un agradecimiento muy especial. Los voluntarios y activistas somos personas que trabajamos por nuestros ideales y estamos convencidos de ellos. Hay personas que están tan convencidos como nosotros y permiten que hagamos estas cosas: un centímetro de ese lienzo pertenece a un socio que permitió que se comprara la tela; otro centímetro es de la socia que permitió comprar el hilo, otro es del que permitió comprar las tintas. Si sumamos, cada socio colaboró para que se construyera esta actividad. A cada uno de ustedes un agradecimiento por dejarnos decir lo que tenemos que decir.

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