Tar Sands en Canadá

Foto: Oleoductos transportan las arenas de alquitrán (Tar Sands) hacia las refinerias, donde se convierten en petróleo sintetico.

En todos los lugares del mundo se están dando luchas cruciales para defender el medioambiente. Casi todas ellas son, en un principio, desiguales: por un lado los ciudadanos organizados y, por el otro, la capacidad de presión y la voracidad de grandes corporaciones.

Pero, a pesar de esta contienda desigual, muchas veces David derriba a Goliath. Así sucedió en el norte de América: luego de una larga lucha de la sociedad civil canadiense, en la que Greenpeace jugó un rol decisivo, el Gobierno de Estados Unidos está anunciando hoy que rechazará la construcción del polémico oleoducto Keystone XL, cuyo trayecto se extendería desde Canadá hasta el Golfo de México.

El Departamento de Estado ha anunciado que no concede el permiso solicitado por la empresa canadiense TransCanada. El presidente Barack Obama delegó el proceso de evaluación del proyecto a la secretaria de Estado, Hillary Clinton, quien debía tomar una decisión al respecto antes del 21 de febrero.

El proyecto de oleoducto, de 2.735 kilómetros de extensión, tenía como objetivo transportar petróleo desde Alberta (Canadá) hasta la costa de Texas, y en un principio estaba previsto que atravesara los estados de Montana, Dakota del Sur, Nebraska, Kansas y Texas.

No obstante, a principios de noviembre, el Departamento de Estado decidió evaluar una ruta alternativa que esquivara un área protegida en Nebraska, lo que aplazó su veredicto sobre el asunto.

Los ciudadanos y organizaciones detractoras de Keystone XL, insistieron en los daños ambientales que el proyecto iba a ocasionar en la zona, especialmente por un incremento en la emisión de gases y la desestabilización de los ecosistemas de la costa.

Mientras hoy es un día feliz en el mismo continente, aquí en el otro hemisferio, seguimos firmes y optimistas en la oposición al proyecto Hidroaysén. Tenemos gran expectativa en que podemos detener el proyecto, sabemos que con el apoyo sostenido de muchos es factible evitarlo y que por lo mismo debemos aprender lecciones de casos como el de Tar Sands:

Primero, la victoria fue consecuencia de la unidad y articulación de la sociedad civil. Confluyeron las organizaciones ambientalistas y también las sociales junto a los "ciudadanos de a pie", generando una masa crítica que generó una posición mayoritaria de rechazo al proyecto.
 
Diariamente, en cada espacio donde fue posible, las personas contribuyeron con su granito de arena al decir y demostrar que estaban en contra. Pequeños aportes individuales llevan a grandes victorias colectivas.

Segundo, estos megaproyectos suelen hacerse sin que importen en lo más mínimo las verdaderas necesidades del país. A pesar de que en el caso de Tar Sands se esgrimió que favorecería la independencia petrolera de Estados Unidos, la verdad es que un porcentaje importante de la extracción sería destinado a la exportación. En Chile pasa lo mismo: el Estado no se pregunta cuánta energía se necesita y de qué procedencia. En vez de eso, las empresas que controlan el mercado lo definen todo y se justifican con argumentos falaces.

Tercero, el presidente Obama demostró sensibilidad al escuchar la voz mayoritaria de los ciudadanos y responsabilidad al enfrentar a la llamada “Tiranía de las Petroleras”. Dicho de otro modo, demostró lealtad al interés general más que al interés privado de las corporaciones. Si esa mirada estuviese presente hoy en Chile Hidroaysén sería desechado, tal y como señaló el reciente informe de la cámara de diputados. En su reemplazo se instalaría un cambio de un plan de desarrollo sustentable para la Patagonia y de una política energética limpia, diversa y perfectamente capaz de asumir los requerimientos del país.

Cuarto, en un año electoral en Estados Unidos, la sociedad civil logró que en ese país el conflicto escalara hasta Hillary Clinton y el presidente Obama. Esta situación nos demuestra que una lucha medioambiental es mucho más propicia cuando pasa de ser un asunto de unos pocos a una demanda masiva y popular. Y lo es más aún en los años en que los políticos temen pérdida de votos. Por eso éste es el año para insistir en que queremos otra forma de producir energía en Chile, que efectivamente nos beneficie a todos sin sacrificar el bienestar ni el patrimonio nacional.

Quinto, los trazados tan extensos de proyectos de este tipo son, por definición, nefastos para el medioambiente y sus impactos ridículamente elevados. En el caso de Tar Sands, parecía irracional que el transporte de petróleo se extendiera por tantos kilómetros y amenazara a 1.000 ríos de la zona ¿Cuánto daño harían las líneas de transmisión en Chile en su potencial recorrido de miles kilómetros? ¿Cómo siquiera dimensionar ese impacto?

Sexto, en Canadá y Estados Unidos todos entienden que cuando se habla de la extracción de petróleo y de su tubería, se está hablando del mismo proyecto. Quien pretendiera separarlos sería acusado de faltarle seriamente el respeto a la razón ¿Por qué entonces en Chile, amparados por el SEIA además, Hidroaysén puede cometer la locura de tramitar las centrales por un lado y las líneas de transmisión por la otra? Los aires que soplan del norte pueden ayudarnos a recuperar un poco de sensatez.

En este día feliz, queremos saludar a nuestros compañeros de América del Norte y a todos los canadienses y estadounidenses que construyeron esta victoria. Su ejemplo nos da más fuerza para insistir en nuestras demandas. Te necesitamos. Súmate ahora y apóyanos.

¡Hazte socio de Greenpeace hoy mismo!