Este 11 de abril cumplimos un mes desde que se produjo el maremoto y posterior tsunami en las costas de Japón desatando una emergencia nuclear que ha puesto en riesgo a miles de personas y que ahora está poniendo en riesgo -por cientos o miles de años- a las especies marinas.



Para entender las reales dimensiones de lo que significa el derrame de agua contaminada con materiales radiactivos aún es bastante preliminar porque hay poco entendimiento de qué es lo que podría pasar y los monitoreos deberán desarrollarse cuando la emergencia nuclear esté bajo control. El problema es que nadie sabe cuándo eso sucederá porque hasta el día de hoy los reactores aún no han sido enfriados.

Las 11.500 toneladas de agua radiactiva que el gobierno japonés autorizó que fueran lanzadas al mar son consecuencia del uso de agua de mar para enfriar los reactores y lo que se buscaba con su derrame al océano era conseguir espacio para echar más agua. Esta fue una de las primeras opciones de los técnicos de la empresa Tokyo Electric Power TEPCO pero fue retrasada su aplicación porque sabían que la salinidad del agua de mar inhabilitaría para siempre la planta. Hoy se habla de cerrarla mediante un búnker de concreto pero primero hay que enfriar los reactores que a esta altura deben estar parcial o completamente derretidos. Si eso no se soluciona seguirán aumentando los volúmenes de agua radioactiva y, mientras no exista un contenedor a prueba de filtraciones, el mar parece ser el basurero que se usará.

El agua que se escapa de la central ubicada en la prefectura de Fukushima, Daiichi, ha fluido a través del combustible nuclear y radiactivo de los reactores dañados y contiene altos niveles de cesio y yodo solubles. La mayor preocupación a largo plazo es la contaminación radiactiva del mar de las partículas de cesio y de combustible nuclear. El agua contaminada puede llevar partículas radiactivas del tamaño de granos de arena y es especialmente alarmante que una gran parte de la contaminación se debe a las sustancias con una larga vida-media. De hecho, la contaminación por el accidente de Chernóbil se ha mantenido en los ecosistemas acuosos y sus peces por décadas, mucho más lo que se pensaba en el momento del accidente.

Las muestras de agua de mar, tomadas hace unos días cerca de 40 km de distancia de los reactores dañados, han indicado niveles graves de contaminación radiactiva. Del mismo modo, el análisis de las algas recogidas hace dos semanas, también a 40 kilómetros, reveló concentración extremadamente alta (miles de veces más) de radioisótopos (2.540.000 Bq / kg de Yodo y 2.650.000 Bq / kg de Cesio).



El cesio tiene una tendencia a acumularse en el tejido muscular y se bio-magnifica en las cadenas alimentarias, lo que significa que el consumo de peces capturados en la zona de influencia de la contaminación podría ser aún más peligroso que las concentraciones de radiación en la atmósfera y el mar. De acuerdo con el Centro de Gestión de Residuos Radioactivos de Japón, la concentración de cesio en el pescado se puede esperar a ser de 10 a 100 veces mayor que en agua de mar. Hasta antes de la tragedia la zona costera de Fukushima era un polo pesquero muy importante, sin embargo hoy el consumo de peces provenientes de esa zona debe ser monitoreado de manera exhaustiva porque que puede haber diferencias significativas en la cantidad de material radioactivo en peces capturados en esa misma zona de pesca. Lamentablemente, la norma que el gobierno japonés adoptó permite que los niveles de radiación en el pescado sea dos veces mayor que la recomendación internacional para el cesio y 20 veces la recomendación para yodo.

Desde el punto de vista de los efectos sobre las especies aún es muy temprano para saberlo porque se debe detener la emergencia nuclear antes de comenzar los estudios del impactos sobre las especies, y eso puede tardar varios meses.

Las consecuencias, en cualquier caso, no serán sólo de riesgo para la salud sino que también tendrán un aspecto geopolítico porque el Convenio de Londres y su protocolo prohíben el vertimiento de residuos radiactivos, incluyendo el agua contaminada al mar. Japón es parte en ambos instrumentos jurídicos y acepta la prohibición del vertido y la incineración de materiales radiactivos en el mar. Por tanto, el gobierno debía consultar a los otros países, y a la Organización Marítima Internacional, si podía o no verter agua radiactiva. Esto no ha sido informado hasta ahora pero sí se sabe que Korea del Sur y China se habrían reunido con las autoridades japonesas por los posibles impactos en los mares que comparten.


En Greenpeace estamos instando a TEPCO y al gobierno japonés para hacer todo lo posible para eliminar la mayor cantidad de agua posible en almacenamientos a prueba de fugas. Además, desde nuestro grupo de expertos en materia nuclear, los cuales se encuentran en la zona de exposición, hemos recomendado a las autoridades agrandar el espacio de evacuación desde 20km a 30km, y revisar, en algunos casos, si esta medida podría ser incluso insuficiente. Desde ese punto de vista también es necesario que el gobierno siga las normas internacionales para el pescado que sea enviado fuera de la región, así como el pescado destinado al consumo local.


La información debe ser fiable en relación a los riesgos de contaminación radiactiva y los impactos potenciales en la salud, ya que la gente no sabrá cómo evitar los alimentos contaminados, los suelos y otros peligros. Las personas afectadas por este desastre deben ser capaces de proteger tanto su salud y sus medios de vida lo mejor que puedan.

Se hubiera mejorado sustancialmente la seguridad si se contiene y posteriormente se trata el agua radioactiva en lugar de la liberación en el mar.


A juzgar por las medidas desesperadas que las autoridades japonesas están dispuestas a tomar, se producen nuevas emisiones de radiactividad de la crisis Fukushima - ya sea por aire o por mar, accidental o deliberada – lo que continuará causando daños al medio ambiente y amenazas a la salud y al sustento de la gente durante meses y años por venir.