La contaminación del aire ha producido alrededor de 39 mil muertes prematuras en nuestro país en los últimos años. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) estas cifras ubican a México entre los tres países más contaminados del Continente Americano y el segundo país con más muertes por la contaminación del aire. Sus principales víctimas son bebés, niños pequeños, enfermos crónicos y personas vulnerables como adultos mayores. 

Las estadísticas en la Ciudad de México lo muestran con espantosa claridad: conforme aumentan los niveles de contaminación, se incrementan los ingresos hospitalarios por insuficiencia respiratoria y crisis asmáticas, entre otros males.

La mala calidad del aire que respiramos es un asesino invisible pero implacable. No existe otro problema más democrático y crítico que éste, pues la vida es inviable sin aire limpio y dadas sus características, es imposible crear barreras eficientes a la contaminación que flota en el aire.

Saberlo con certeza ha servido para presionar a las autoridades de la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) a tomar medidas (aún insuficientes y poco eficaces) para tratar de resolver este grave problema. Académicos, investigadores, activistas, médicos, organizaciones civiles e incluso funcionarios públicos han usado esta información como herramienta poderosa para construir opciones y soluciones reales a este asesino invisible, venciendo la incredulidad y resistencia de diferentes actores sociales. Pero ¿qué pasa en el resto de las ciudades mexicanas?

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* Areli Carreón es consultora de movilidad Greenpeace México.