Tener un nuevo teléfono inteligente en las manos siempre es excitante.

Cómo no serlo si con sus finos diseños, cada vez más delgados, con pantallas más nítidas y sus acabados en colores que marcan tendencia, resultan tan atractivos.

Pero no sólo es cuestión física porque en su nombre, smartphone, lleva implícita una promesa: con su inteligencia nos facilitará la vida.

Entonces ¿por qué no dejarse deslumbrar por el brillo de un smartphone nuevo? ¿por qué no renovarlo si ya salió la nueva versión? Porque eso significa un fuerte impacto ambiental.

El ritmo al que se producen smartphones “nuevos” y desechamos los “viejos” (en promedio cada dos años, aunque sigan funcionando), los materiales con los que se usan (muchos de ellos tóxicos, lo que es un riesgo de salud para las personas que trabajan en las fábricas), y la energía con la que se fabrican (energías sucias), da origen a la  generación de mucha basura electrónica que contaminará agua, tierra y aire, implica demanda de recursos naturales y cambio climático.

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