En las frías aguas del mar de Kara, al norte de Rusia, lejos del escrutinio público, los gigantes del petróleo Rosfnet y ExxonMobil hoy están explorando la perforación en aguas profundas del Ártrico ruso, mientras también amenazan con atacar a un barco de Greenpeace por tratar de denunciar sus actividades.

Rosfnet y ExxonMobil están operando en una remota región donde las condiciones de clima son hostiles e impredecibles, además de que la mitad del año hay oscuridad total. El hielo invernal se desplaza por el Ártico con una fuerza implacable.

Un derrame de petróleo aquí es prácticamente inevitable y la limpieza virtualmente imposible. Está en riesgo la frágil naturaleza del Ártico, los osos polares, los narvales, las ballenas de Groenlandia, las morsas, focas y decenas de especies de aves. El planeta también está en riesgo, más petróleo significa más carbón en la atmósfera, es decir, un cambio climático más rápido.

Nuestro futuro está en juego. Esta es la razón por la que el Arctic Sunrise está navegando aquí, deteniéndose primero en Kirkenes, un pueblo remoto noruego en la punta más septentrional del continente europeo.

Alguna vez un pueblo de pescadores, Kirkenes hoy se ha convertido en uno de los centros de esta descabellada carrera por el petróleo del Ártico mientras que el cambio climático y la pérdida de hielo facilitan la perforación en los mares que antes estaban fuera del alcance de la industria petrólera.

El Arctic Sunrise navegó en el mar de Barents para ser testigo y protestar contra la fiebre de la industria petrolera en el Ártico. El gobierno ruso está incentivando a Exxon, Shell, Statoil, Eni y BP para que unan fuerzas con las paraestatales rusas Rosfnet y Gazprom para entrar al Ártico.

Poco después de que el Arctic Sunrise dejara Kirkenes, los activistas en el barco vieron al “Akademik Lazarev”, un buque sísmico contratado por Rosfnet cuya misón es mapear las zonas de reserva de petróleo en el mar mediante el uso de cañones acústicos.

  

El sonido que generan es devastadoramente alto –más de 250 decibeles- por lo que pueden dañar el oído de ballenas y delfines. Los activistas protestaron contra el buque durante tres días hasta que el buque decidió marcharse.

Posteriormente nos dirigimos al mar de Kara, el cual forma parte de la Ruta Marítima del Norte, una nueva vía en mar que va de Europa a Asia y que ahora se ha vuelto navegable debido al derretimiento del hielo.

Sin embargo, las autoridades rusas denegaron a nuestra embarcación el derecho a entrar en el mar de Kara en tres ocasiones. Esto aún cuando la embarcación tiene una elevada clasificación como rompehielos y más elevada incluso que algunas de las embarcaciones que utiliza la industria petrolera para prepararse para la perforación en aguas profundas del Ártico.

Es claro que la infraestructura del Arctic Sunrise no era lo que estaba en cuestión. El rechazo hacia el barco fue un claro intento de las autoridades rusas para detener nuestras acciones de denuncia de lo que está haciendo la industria en el mar de Kara.

Rosfnet, en una operación conjunta con ExxonMobil, se está preparando para perforar en una concesión ilegal que se extiende hasta una reserva de vida salvaje, hogar de osos polares y una amplia variedad de mamíferos marinos y pájaros del Ártico.

Desafiando una prohibición rusa, el Arctic Sunrise entró el sábado en el mar de Kara para encontrarse rápidamente con otra embarcación sísmica, el Dmitri Nalivkin. Esta embarcación de Exxon y Rosfnet estuvo recorriendo el mar cerca de la isla de Novaya Zmlya, uno de sus últimos pasos antes de que la perforación por petróleo comience.

A medida que el Arctic Sunrise se aproximaba, fue interceptado por una embarcación de la Guardia Costera rusa. La tripulación aseguró a las autoridades que nuestra intención era realizar una pacífica y legal protesta y que estábamos lejos de su jurisdicción legal. Sin embargo, aun así la guardia costera envió a un equipo hacia el Sunrise.

Bajo la amenaza de la guardia costera de usar la fuerza contra nosotros, incluyendo el uso de fuego, se tomó la decisión de abandonar el mar de Kara. No obstante, las noticias sobre nuestra protesta ya le dieron la vuelta al mundo.

Nadia nos callará. La gente tiene derecho a saber sobre las amenazas que se ciernen sobre el horizonte del Ártico y los nombres y rostros de las compañías que están tomando el riesgo.

Los culpables tienen que escuchar la voz de los pueblos del mundo, que demandan a una sola voz que el Ártico quede intacto. En vez de detener las protestas, los gobiernos deben finalmente actuar para Salvar el Ártico.