Foto de Cuartoscuro

Parece increíble que en la Ciudad de México y su Zona Metropolitana, el área urbana más densa y habitada, donde vive el 20% de la población y donde se genera el 23% del Producto Interno Bruto (PIB) de todo el país, una ciudad que se supone moderna e innovadora -con esa gran concentración de cerebros, centros de investigación, y acceso a la tecnología e información-, encontramos la expresión más absurda  e insostenible de manejo del agua.

Una frase que resume uno de los aspectos más dramáticos es la que usó mi vecina ayer para compartirle a su hija su frustración: “un día, cuando llueve, cae un aguacero y nos inundamos, y ahora resulta que no tenemos agua por días”. Y es que aquí el agua es uno de los problemas más críticos en términos ambientales, sociales y económicos. Es un aspecto que ha rebasado ya los límites de la sostenibilidad, que ha vuelto a la ciudad completamente dependiente del exterior, y que amenaza la seguridad de su población.

Este problema inició cuando llegaron los conquistadores y no supieron qué hacer con una ciudad construida sobre y entre el agua, y decidieron que lo que había que hacer era secar la ciudad, sacar el agua. Desde entonces, esa idea fue seguida por las autoridades de la ciudad siguientes, y como resultado, continuamos con el paradigma de que lo que tenemos que hacer es sacar el agua de la ciudad, cueste lo que cueste, en lugar de aprender a manejar el agua que tenemos aquí mismo.

¡Vaya que nos ha costado y nos sigue costando! Usamos cantidades cada vez más grandes de dinero para la construcción de pozos para extraer el agua debajo de la ciudad a profundidades cada vez mayores (con graves consecuencias: hundimientos, fracturas de calles, edificios y tuberías). Construimos infraestructura cada vez más gigantesca y cara (feliz negocio de cualquier empresa de ingeniería y construcción), y que demanda más energía y materiales (generando así más emisiones de gases de efecto invernadero), para traer cada vez más agua de más y más lejos, más y más profundo. Pero eso no es todo: al mismo tiempo de toda esa cara agua que finalmente se inyecta a la red de distribución de agua potable, se pierde la escandalosa cantidad de 40%.

En la continuidad de esta lógica reside la escasez que sufren muchos diariamente en nuestra ciudad, y el corte de agua que hemos sufrido este fin de semana que todavía afecta a muchos, y que se hizo para dar mantenimiento a parte de esa infraestructura gigantesca que sirve para traer a agua a esta gran ciudad, quitándosela a otros que la necesitan.

Afortunadamente, desde hace años y décadas hay muchas propuestas de solución, que permitiría que manejemos el agua de manera inteligente y sustentable, sin necesidad de quitársela a otros o mandar fuera nuestras aguas sucias. Pero para se hagan realidad necesitamos una autoridad con visión y valor se decida a tomar el riesgo de implementarlas, y ciudadanos como nosotros, informados y dispuestos a apoyar y participar ideas e iniciativas,  para construir una ciudad diferente, sana y justa para todos. Propuestas como estas:

  • La propuesta de capturar, almacenar y usar el agua de lluvia, una de las organizaciones más activas en contagiar e implementar esta idea es Isla Urbana. ¿Y s abías que en la Ciudad de México llueve más que en Londres? http://islaurbana.org/

  • Hace algunos años varias decenas de expertos de diversas áreas se unieron y trabajaron en un plan de rescate del Río Magdalena, uno de los ríos aún sanos que  nos quedan alrededor de la ciudad. Desafortunadamente, la falta de información, de confianza y el conflicto de intereses impidió que las autoridades de la ciudad lo implementaran como fue acordado. http://www.comoves.unam.mx/numeros/articulo/107/al-rescate-del-rio-magdalena