Nunca sabré cuando termina un círculo y cuando comienza el otro, no sabré donde moriré ni sabré cuántos atardeceres me quedan por ver.

Sé de muy cierto que aquel día que pisé por primera vez el Arctic Sunrise, la fortuna, el destino y la vida me mostraban su lado más vibrante y brillante. Muchas personas he visto pasar por las cubiertas verdes, paisajes nunca vistos por mis ojos, texturas y temperaturas no sentidas.

Con toda la certeza de que lo vivido en este barco ha sido lo más preciado que he tenido en esta vida. Mi corazón aún vibra al escuchar la máquina encenderse, dejo mecer mi cuerpo cada noche y que el mar con su rítmico y singular movimiento me ayude a reposar lo vivido.

Este barquito y esta aventura Greenpeace, me recuerdan día con día que el planeta que tenemos es especial y preciado, un delicado azul brillante que se debe proteger con mucho tacto. Que aquellos guerreros locos que en Amchitka se lanzaron al mar en grito de defensa, permanecen en el espíritu de todo voluntario.

Contando los restantes días abordo, miro el atardecer, el horizonte bronco y rojizo me recuerda que tengo que mantener la mirada hacia adelante, no sé si esta será la última vez que este querido Arctic Sunrise me abrace con su sabio consejo.

Por ahora agradezco el que hace 6 años, alguien con espíritu benevolente confió en mi y me integró al equipo de voluntarios… pisé la cubierta principal y se escribió mi historia verde. En Cozumel se escribirá otra más para muchos con la esperanza de que el equipo se incremente y que las verdes vibraciones recorran los cuerpos de los presentes.

Navegando por la noche de cielo estrellado, recuerdo un fragmento de la Leyenda de los Guerreros del Arcoiris…

... "Llegará un día en que la Tierra caiga enferma, cuando un pueblo tome algo de cada cultura del mundo, que crea más en las acciones que en las palabras. Los miembros de este pueblo hará lo necesario para curarla, y se les conocerá como los Guerreros del Arco Iris."