Reportes - 12 marzo, 2012
Los reactores nucleares son intrínsecamente peligrosos. Así como ocurrió después de Chernobyl en 1986, la crisis nuclear de Fukushima en 2011, expuso otra vez las fallas fundamentales de los reactores y resaltaron las severas negligencias institucionales en la supervisión de la seguridad nuclear.
Tanto en el desastre de Chernobyl como en el incidente de Fukushima, cantidades masivas de materiales radioactivos fueron liberadas en la atmósfera. Cientos de miles de personas resultaron afectadas. Los pobladores de la franja de 30 kilómetros a la redonda de Chernobyl todavía no pueden regresar, esas áreas permanecen como zonas sin acceso. En Japón, al menos 150,000 habitantes que vivían en una franja de 20 kilómetros alrededor de la Central de Fukushima tuvieron que abandonar sus hogares debido a la contaminación radiactiva y los expertos aseguran que ésas áreas permanecerán inhabitables por décadas.
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Poder nuclear: sucio, caro y peligroso