Vivimos en un mundo cada vez más caliente y las consecuencias no sólo se sienten en tierra firme. Mar adentro también están pasando cosas graves e irreparables. Sin ir más lejos, la dura y devastadora ola de calor marino conocida como “La mancha” (“The Blob” en inglés) que tuvo lugar en el Hemisferio Norte hace varios años y de la que recién ahora se puede cuantificar el daño provocado. 

Ola de calor excesiva el 10 de julio de 2024 en el Parque Nacional del Valle de la Muerte, en la costa oeste, California.

 “Las cifras son un golpe al estómago”, dicen desde el equipo científico que investigó esta catástrofe silenciosa que ocurrió entre los años 2013-2018 en el noreste del océano Pacífico, en el área que abarca desde Alaska hasta California, Estados Unidos.

Se refieren a las consecuencias fatales que dejó este fenómeno que hizo aumentar hasta 3ºC por encima de la media las temperaturas superficiales del océano. La anomalía no fue algo pasajero sino que duró dos años y provocó uno de los mayores desastres de biodiversidad registrado en aves marinas por verse afectada su fuente de alimento.

Huntington Beach, California.

Un mundo más caliente pone a la fauna marina en peligro

La triple crisis climática que estamos viviendo tiene tres patas: el cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad. Claro que cada una de ellas se relaciona con la otra generando nuevos escenarios.

En este caso, el cambio climático derivó en la ocurrencia de “La mancha”, una enorme extensión de agua mucho más cálida que lo normal que azotó miles de kilómetros a través del noreste del océano Pacífico. 

Como en el mundo natural todo está entrelazado, cualquier alteración en un ambiente determinado puede desatar un efecto dominó que termine cobrándose cientos de miles de vidas. 

Arao común (ojo blanco) y arao de Brunich (centro).

Fue así que el aumento de la temperatura del mar llevó a que las aves se queden sin alimento y, así, se desató la tragedia: 4 millones de aves marinas murieron. Los más afectados fueron los araos comunes, que son grandes y de cuerpo pesado, con un aspecto parecido a los pingüinos. Las playas de Alaska hasta California se llenaron de sus cadáveres y su población quedó reducida a la mitad. Al día de hoy, siete años después, aún no se han recuperado.

También murieron unos 10.000 millones de cangrejos de las nieves del mar de Bering

“Este estudio muestra impactos claros y sorprendentemente duraderos de una ola de calor marina en una especie de depredador marino superior”, aclara Julia Parrish, profesora de ciencias acuáticas y pesqueras y de biología de la Universidad de Wisconsin. “Es importante destacar que el efecto de la ola de calor no fue estrés térmico en las aves, sino cambios en la cadena alimentaria que dejaron a las aves de forma repentina y fatal sin suficiente alimento“. Fue peor de lo que muchos esperaban y más trágico. Las aves murieron de inanición.

Las estimaciones recientes temen lo peor: que la ola de calor haya transformado el ecosistema para siempre.

Al mismo tiempo, sabiendo que en medio de esta crisis climática, las olas de calor tan colosales ocurrirán con más frecuencia a medida que el océano se siga calentando, nuevas poblaciones se enfrentarán a esta amenaza.

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