A veces, ante la contundencia de una realidad difícil, es más fácil creer en las teorías más improbables antes que ver los motivos reales detrás de un hecho novedoso. Esto es lo que ocurre con las versiones que vinculan las estelas de los aviones (conocidas como chemtrails) con planes maléficos para rociar de químicos a la población y/o evitar que llueva.
¿Has escuchado sobre esto? Seguro que sí. En esta nota la meteoróloga española Isabel Moreno explica el origen de los chemtrails y da por tierra a todas las teorías conspirativas que circulan al respecto.
¿Qué son las estelas de los aviones?
Las líneas blancas y rectas que dejan tras de sí los aviones en el cielo son nubes, ni más ni menos. No hay ningún misterio en esto.
Tras el período de sequía que se vivió en muchas partes del planeta, por ejemplo en Argentina o España, las fake news al respecto se multiplicaron. En estas versiones, se atribuía a estas líneas el origen de ser químicos que se rociaban a las personas para enfermarlas o bien para romper las nubes y evitar que llueva. Pero esto no es verdad.
El origen de las estelas explicado desde la física
Para entender cómo funcionan las estelas de los aviones, la meteoróloga Moreno nos invita a entender la física que ocurre cuando exhalamos aire por la boca. Al exhalar, dice la especialista, lo que haces es lanzar aire que está a unos 36 °C y con el cual cargas de vapor al ambiente.
Moreno explica que aunque no veamos al vapor -porque es transparente a nuestros ojos- estamos continuamente rodeados de él. “Sin embargo, la atmósfera no puede mantener todo el vapor que queramos, sino que hay un límite que depende fundamentalmente de la temperatura, de forma que el aire caliente es capaz de albergar más vapor que el frío.
Sigamos con el ejemplo. Ahora exhalas estando en la calle en una mañana muy fría de invierno y con mucha humedad. Todos sabemos que, entonces, es muy probable que se forme una pequeña nube delante de ti.
Moreno cuenta que lo que ocurre es que ese aire “que sigue estando a 36 °C y tiene mucho vapor, se ha mezclado con otro mucho más frío. El aire resultante ha alcanzado su límite de vapor y ya no le cabe más, así que ha convertido lo que le sobra en gotitas y se ha formado una nube”.
En cambio, cuando exhalas en un ambiente frío pero la nube no se forma es porque el aire del entorno está tan seco que, aunque estuviera muy frío, no lograba fabricar esa nubecilla. “Digamos que aún le quedaba hueco para mantener el agua como vapor dentro de él”, dice la especialista.
Con los aviones ocurre lo mismo. Son aparatos que vuelan a alrededor de 10-12 kilómetros sobre nuestras cabezas en un entorno realmente muy frío. Al igual que ocurría con el ejemplo de la nubecita que se creaba frente a nuestra boca en invierno, los motores de los aviones están soltando aire muy caliente y húmedo.
Al mezclarse con el ambiente pueden pasar dos cosas: que no se forme una estela porque el entorno es tan seco que el aire de la mezcla asimila todo el vapor añadido, o que sí la dibuje porque le termina sobrando, transformándolo en cristales de hielo en este caso.
Para entender por qué algunas estelas duran más que otras hay que saber que el aire se va a seguir mezclando con esa línea que ha quedado trazada y cómo evolucione dependerá del entorno. Si ese aire es seco, va a poder introducir esos cristalitos como vapor, así que la estela irá desapareciendo. En cambio, si el aire es húmedo, la estela persistirá e, incluso si es muy húmedo, podrá seguir evolucionando, cambiando de forma, haciéndose más ancho.
¿Qué efectos tienen las estelas de los aviones en el clima?
Gran parte del mito de los chemtrails como manipulación climática se funda en que en la actualidad hay más estelas que hace unas décadas atrás. “Y es cierto”, aclara Moreno, hay más estelas porque “hay más viajes en avión que hace 30 años”.
En definitiva, lo único cierto de esta teoría no es que se viertan químicos o se anulen las precipitaciones sino que las estelas sí inciden en el clima. “Además del vapor de agua que a veces da como resultado esas líneas blancas, también emiten gases de efecto invernadero como algunos óxidos de nitrógeno o dióxido de carbono. Se estima que la aviación contribuye en la actualidad con un 2% al total de emisiones mundiales”.
Pero hay más, porque además esas nubes altas y blancas afectan a cómo rebota la radiación solar cuando llega a nuestro planeta y contribuyen a que se caliente aún más.
“Por tanto, el sector de la aviación no sólo debe hacer frente a las emisiones de CO2, sino también a la formación de estas nubes para reducir el calentamiento asociado a ellas (y, de paso, tener un cielo más limpio)”, concluye Moreno.