Pingüinos de barbijo en la Isla Elefante (Antártica)

A punto de culminar una travesía de un año que emprendió el barco Esperanza por todo el Atlántico, de Polo Norte al Polo Sur, hoy Greenpeace es testigo en la Antártica del rápido derretimiento del hielo y las afecciones de los pingüinos por la actividad humana. 

El pasado jueves 6 de febrero la temperatura en la región alcanzó los 18,3 grados centígrados (base Esperanza). Según el Servicio Meteorológico se trata de la más elevada desde 1961 y supera el anterior récord de 17,5 °C del 24 de marzo de 2015. No es casualidad.

Noah Strycker, graduado de la Stony Brook University de Nueva York, estudia la colonia de pingüinos de barbijo

Esta semana científicos a bordo de nuestro barco Esperanza estudiaron las colonias de pingüinos de barbijo y constataron reducciones drásticas en muchas colonias, algunas disminuyeron hasta en un 77% desde su último “censo” hace casi 50 años (de 122,550 parejas reproductoras estimadas hoy solo quedan 52,786).

La Dra. Kirsten Thompson y la biológa Eliana Lorenti en la base Esperanza de la Antártica, lugar donde se registró la temperatura más alta de la historia el 6 de febrero.

La Isla Elefante es el hogar de una de las poblaciones de pingüinos de barbijo más grandes del mundo, aunque solo fue inspeccionada ornitológicamente una vez (en 1971) por una expedición de los Servicios Conjuntos británicos. Greenpeace se asoció con investigadores de pingüinos de la Universidad Stony Brook y la Universidad Northeastern para estudiar el impacto del cambio climático en las frágiles colonias de pingüinos de barbijo en la Antártica.

Escultura de hielo en el río Thames en Londres.

Para exponer esta situación esta semana activistas en ciudades del mundo (Seúl, Londres, Buenos Aires, Ciudad del Cabo y más) instalaron esculturas de hielo con forma de pingüinos que se derretían bajo el sol. De esta manera exigieron medidas urgentes para proteger la vida silvestre oceánica con un Tratado Global de los Océanos.

Escultura de un pingüino de hielo en Shinjuku-ku, Tokyo (Japón)

La Dra. Heather J. Lynch, profesora asociada de Ecología y Evolución en la Universidad Stony Brook, una de los líderes de la expedición, declaró: “Estas disminuciones significativas sugieren que el ecosistema del Océano Austral cambió fundamentalmente desde hace 50 años y que estos impactos están afectando la red alimentaria de especies como los pingüinos de barbijo. Si bien varios factores pueden desempeñar un papel, todas las pruebas que tenemos apuntan al cambio climático como responsable de los cambios que estamos viendo”.

El barco de Greenpeace Arctic Sunrise navega cerca de la base Esperanza en la Antártica.

Frida Bengtsson, de la campaña Protege los océanos de Greenpeace, declaró: “Un mundo con menos pingüinos es un lugar menos feliz. A medida que la vida silvestre lucha, necesitamos urgentemente santuarios libres de actividad humana dañina no solo en la Antártida, sino en todos los océanos del mundo, para que la vida marina como los pingüinos tenga el espacio para recuperarse de la actividad humana y adaptarse a nuestro clima rápidamente cambiante. Para hacer eso, es imperativo que los gobiernos acuerden un Tratado Global de los Océanos este año“.

Pingüinos Gentoo en la base Esperanza

El equipo de científicos de Stony Brook y Northeastern University también examinó una serie de colonias de pingüinos de barbijo grande, pero relativamente desconocida en Low Island, utilizando técnicas de topografía manual y de drones. Esta será la primera vez que la isla, que se cree que tiene alrededor de 100,000 parejas reproductoras de pingüinos de barbijo, es inspeccionada adecuadamente desde la tierra.

Pingüinos de barbijo en la Antártica

El viaje de Greenpeace a la Antártida es la última parada de la Expedición de Polo a Polo con el objetivo de resaltar las amenazas que enfrentan nuestros océanos. Ya estamos a pocas semanas de las próximas negociaciones en la ONU sobre un Tratado Global por la Protección de los Océanos. Por ello, Greenpeace junto a la comunidad científica llamamos a los gobiernos del mundo para que en 2030 el 30% de los océanos estén protegidos bajo una red de santuarios.

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