Las actividades productivas, los desarrollos urbanos y de infraestructura, el cambio de uso del suelo y el manejo del agua han provocado una alteración del régimen hidrológico en el Paraná. Hoy, ante los efectos del cambio climático, la cuenca muestra una dinámica que expone a la zona a situaciones de riesgo hídrico. 

La posibilidad de hacer frente a los efectos del cambio climático con éxito o padecerlos, depende en parte de la importancia que nuestro país le dé a la protección de los humedales a partir de ahora.

Los cambios de las últimas décadas en esta llanura de inundación -la zona aledaña a los ríos que sufre inundaciones en forma recurrente- incluyeron la hidrovía, la construcción de represas en el norte y endicamientos y terraplenes ilegales para actividad agropecuaria, además de incendios intencionales que están siendo denunciados en este momento. 

Por eso, los modelos hidrológicos disponibles pueden estar reflejando un Paraná diferente al actual, y no pueden hacerse las proyecciones que requieren los municipios para las obras de adaptación. Esta bajante ha significado un esfuerzo de obras para el suministro de agua de las poblaciones cercanas, aparte de las implicancias económicas por el cese de actividades de la hidrovía.

Esta situación muestra, además, la vulnerabilidad de los pescadores pequeños, que los gobiernos provinciales no están atendiendo. Hay que cambiar el modelo de comercialización del pescado en el Paraná. La depredación de los peces es un agravante para el sostén de la diversidad en la cuenca, y el pescador debe estar contenido en la ecuación. Una veda parcial es una opción válida en este momento

Por último, en el caso de los volúmenes de agua es fundamental la implementación de políticas para la regulación del caudal ecológico, necesaria para proteger la biodiversidad.

Esta bajante tiene que ser un disparador para la gestión del Paraná. Una vez que la situación se normalice queda pensar a largo plazo sobre la necesidad del desarrollo de un mercado local artesanal de pescadores.