Esta semana comenzó con un triste récord: el martes 4 de julio fue el día más caluroso registrado en la historia del planeta.
Lejos de ser “un hito que debamos celebrar”, esta situación es una “una sentencia de muerte para las personas y los ecosistemas”, alertó la climatóloga Friederike Otto del Instituto Grantham para el Cambio Climático y el Medio Ambiente en el Imperial College London de Reino Unido.
Se refiere a que el promedio de temperatura global alcanzó 17.18 grados Celsius (°C), dejando atrás la marca más alta de 16.92°C que se había dado en agosto de 2016, mientras las olas de calor afectaron a diversas zonas del mundo.
La tendencia mundial comenzó el lunes cuando en China el termómetro llegó a 35°C; en el Norte de África ascendió a 50°C mientras el sur de Estados Unidos también sufre su propia racha de calor.
Incluso la Antártida, actualmente en el invierno austral, tuvo temperaturas anormalmente altas. La Base de Investigación Vernadsky de Ucrania en las islas Argentinas del continente blanco rompió recientemente su récord de julio con 8,7 grados centígrados.
Cuando creímos que el lunes había llegado al techo de calor, el martes demostró que estábamos equivocados.
Detrás de estos registros en alza están el cambio climático sumado al inminente inicio del evento de El Niño, explican desde la ciencia.
“Desafortunadamente, éste es el primero de una serie de nuevos récords establecidos este año a medida que aumentan las emisiones de carbono y los gases de efecto invernadero, que junto con El Niño, empujan las temperaturas a nuevos máximos”, puntualizó Zeke Hausfather, científico investigador de Berkeley Earth en un comunicado.
Si esto continúa -como todo indica que así pasará-, los principales riesgos para nuestra región son efectos sanitarios graves, olas de frío y calor, tormentas extremas, sequías frecuentes, inundaciones, incendios, desertificación, pérdida de bosques, migraciones internas forzadas por eventos climáticos, etc.
No dejemos que la ecoansiedad que esta noticia pueda generarnos nos gane la parada. No debemos olvidar que el futuro no está escrito. Aún podemos cambiar el rumbo y frenar las causas de la crisis climática.