El concepto “ecoansiedad” viene circulando desde hace ya varios años. Se refiere a la preocupación intensa por la crisis climática y sus consecuencias y puede manifestarse con miedo, angustia y desesperanza por el futuro.

El término se popularizó en 2017 a través del informe Salud mental de la Asociación Americana de Psicología (APA). Tiempo después, en 2021, se empezó a investigar hasta qué punto la crisis climática afecta la salud mental de las personas. Fue entonces que un estudio publicado en la revista médica The Lancet encontró que más de la mitad de diez mil encuestados, todos jóvenes de entre 16 y 25 años y de diez países diferentes, experimentaron emociones negativas como ansiedad e impotencia ante el cambio climático.
Quienes se ven afectados por estos sentimientos agobiantes pueden ser tanto hombres como mujeres, sin importar edades ni clases sociales. “Desde aquellos que ven desaparecer ríos o selvas en sus comunidades, hasta quienes no pueden hacer deporte por el calor. Afecta también a quienes están más expuestos a las noticias sobre el cambio climático”, describen desde El Hilo Podcast.

Al día de hoy, aunque la ecoansiedad no es reconocida formalmente como una afección médica, los casos de personas que la sufren a diario siguen demostrando que ya es parte de la realidad.
Una nota publicada recientemente en Dialogue Earth recoge 4 casos de mujeres mexicanas quienes, viviendo en regiones separadas y teniendo estilos de vida distintos, comparten la misma angustia y malestar emocional motivada por cómo la crisis climática las afecta en su vida cotidiana. A través de las historias (de una periodista; dos sobrevivientes al huracán Otis y de una joven estudiante indígena que tuvo que mudarse a una gran ciudad), queda claro que convivir con esta mezcla de agitación, inquietud y zozobra es una sobrecarga muy pesada de llevar.
Esta preocupación es tan patente que incluso incide en las decisiones futuras. Por ejemplo, el mismo informe de The Lancet marca que en Chile, 7 de cada 10 jóvenes dudan de tener hijos por la crisis climática mientras en Brasil la incertidumbre es mayor y son 5 de cada 10 quienes no están seguros de formar familia.
Lo cierto es que estos ejemplos permiten visibilizar lo que seguramente muchas otras personas están atravesando en este momento. Para todas tenemos una buena noticia, hay antídotos para esta amarga sensación: pasar a la acción y hacerlo en comunidad.

Activismo mata ecoansiedad
La magnitud de la crisis climática, de escala global, puede llevar a caer en el apocalíptico “ya es muy tarde”. Pero por lo menos a nivel mental, actuar salva sobre todo con los niños y adolescentes porque tomar acción es la mejor manera de contrarrestar el sentimiento de impotencia que aflora cuando todo parece estar mal.

Alice Poma, doctora en ciencias sociales e investigación de emociones y movimientos sociales en la Universidad Nacional Autónoma de México, lo corrobora. “Uno de los resultados de las investigaciones es que el activismo es casi terapéutico en tema de emociones climáticas,” explica. “Porque, al organizarte, al participar, consigues manejar algunas de las emociones climáticas”.


Tener esperanza en la acción colectiva, en crear espacios de discusión, permite pensar en un futuro diferente, explica Poma. “El cariño o los vínculos afectivos que se forman en la colaboración ayudan a no tenerle tanto miedo al futuro distópico que nos imaginamos”, concluye.

Desde El Hilo Podcast coinciden “Actuar desde tus espacios, cambiar hábitos, aportar desde tu comunidad o unirte a esfuerzos colectivos desde el activismo” es clave.
Por todo esto, te invitamos a ser parte de nuestra organización y poner en movimiento tu convicción de proteger nuestro planeta y ahuyentar la ecoansiedad.

Gracias al voluntariado mantenemos el alma y la pasión por la defensa del medioambiente y llevamos adelante la lucha para proteger el planeta.
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