
La Amazonía es el bosque tropical más grande del mundo y una de las regiones ecológicas más importantes del planeta. Abarca el 33% de bosques tropicales del planeta.
Se extiende por más de 7 millones de km² y se reparte entre nueve países sudamericanos, Colombia, Brasil, Perú, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Guyana, Surinam y la Guayana Francesa, y su tamaño puede compararse con la superficie de Australia.
La Amazonía almacena alrededor de 140 toneladas de CO2 y produce agua dulce a través de sus ríos. Allí cohabitan 86 lenguas, 650 dialectos y viven más de 48 millones de personas.

Gracias a su enorme cobertura boscosa continua y su biodiversidad, la Amazonía también actúa como corredor biológico entre los ecosistemas altoandinos, los humedales de la Orinoquía y los manglares del Caribe.
Es el eje de movilidad para muchas especies migratorias de aves, mamíferos y peces, que encuentran en este bioma un refugio climático seguro frente al cambio global. En un país fragmentado ecológicamente por carreteras, monocultivos y minería, la Amazonía permanece como una de las últimas zonas de conectividad funcional entre regiones.


Los “ríos voladores” que nacen de la transpiración de sus millones de árboles funcionan como un sistema de irrigación atmosférica para toda Sudamérica. Al bombear vapor de agua al cielo, generan lluvias esenciales que mantienen los ciclos agrícolas y el equilibrio hídrico en zonas tan distantes como el Altiplano Cundiboyacense, los llanos orientales e incluso el sur de Brasil.

Cuando la selva es talada, este sistema se interrumpe, provocando sequías prolongadas, pérdida de cosechas y mayor vulnerabilidad frente a incendios forestales