Bogotá, Colombia – 24 de noviembre de 2025. Lo que empezó con esperanza terminó sin las acciones concretas necesarias para responder a la crisis climática. La COP30, la primera celebrada en plena Amazonía, no logró acordar una hoja de ruta para poner fin a la destrucción de los bosques ni para transicionar fuera de los combustibles fósiles, dos pilares indispensables para mantener vivo el límite de aumento de temperaturas bajo los 1.5°C.
El resultado final tampoco incluyó un Plan Global de Respuesta para cerrar la brecha de ambición climática reflejada en los planes nacionales para el 2035, y se enmarcó en contribuciones voluntarias de países ricos en materia de financiamiento para apoyar a los países en desarrollo frente a los impactos crecientes de la crisis. Sin embargo, esto no es suficiente. La cumbre cerró luego de una objeción planteada por Colombia, otros países latinoamericanos y Canadá, quienes cuestionaron la falta de avances reales en mitigación y la ausencia de una respuesta acorde con la urgencia climática.
“La COP30, celebrada en el corazón de la Amazonía, ignoró la urgencia de protegerla. Se bloqueó un plan para detener la deforestación a 2030 y para transicionar fuera de los combustibles fósiles, pese al apoyo mayoritario. Más de 80 países apoyaron esa transición y cerca de 90 respaldaron un plan global contra la deforestación. Esto demuestra que la mayoría de países ya entiende que esto es esencial”, aseguró Laura Caicedo Valencia, coordinadora de campañas de Greenpeace Colombia.
Pero para convertir ese consenso en decisiones reales se necesita más ambición de los países ricos, mayor participación de sociedad civil y pueblos indígenas y menos lobistas de la industria fósil dentro de las negociaciones: La COP30 mostró una desconexión profunda entre lo que las personas exigen en las calles. Hoy más que nunca necesitamos resistir, alzar la voz y exigir una renovación profunda de este proceso”, dijo Caicedo Valencia.
Fuera de las salas de negociación, la COP30 estuvo marcada por la movilización social más grande que haya recibido una COP en la Amazonía: más de 50.000 personas marcharon en Belém exigiendo acciones reales para proteger los bosques, reducir las emisiones y enfrentar la crisis climática. Los pueblos indígenas, cuyo rol es fundamental para la protección de los ecosistemas, tuvieron una participación histórica que contribuyó al avance en la demarcación de catorce territorios en Brasil, cuatro de ellos en su etapa final, asegurando más de 2.4 millones de hectáreas para pueblos originarios.
La llamada “COP de la implementación y de la verdad” terminó dejando resultados débiles y voluntarios como la “Belém misión 1.5” y postergando decisiones clave para proteger los bosques, avanzar en la eliminación progresiva de los combustibles fósiles y garantizar financiamiento real.
“Se perdió una oportunidad histórica para convertir en acción los compromisos ya alcanzados en cumbres anteriores. Las negociaciones deberán continuar en 2026. Aun así, hoy más que nunca es indispensable fortalecer el multilateralismo y estos espacios globales: son los únicos donde todos los países se sientan a la misma mesa y donde la sociedad civil, academia, pueblos indígenas y comunidades locales pueden incidir”, agregó Caicedo.


