
Necesitamos pasar de los discursos a las decisiones.
No basta con proteger hectáreas, hay que garantizar gobernanza, soberanía territorial y oportunidades dignas para quienes han protegido la Amazonía durante siglos
Desde Greenpeace creemos que la única salida es un Plan de Acción real, concreto y vinculante, que asegure que el compromiso global de detener la deforestación en 2030 se cumpla
1. Un plan vinculante para detener la deforestación en 2030
- Que incluya trazabilidad clara sobre la conservación y restauración de bosques.
- Con mecanismos de cumplimiento y sanción para quienes incumplan.
- Que esté alineado con los compromisos climáticos internacionales (NDCs, GBF, etc.).
2. Finanzas climáticas justas y directas
- Más recursos para soluciones basadas en bosques.
- Acceso directo al financiamiento para pueblos indígenas, comunidades afrodescendientes y locales, quienes han protegido estos ecosistemas por siglos.
- Garantizar que el dinero llegue a quienes realmente cuidan y defienden la Amazonía.
3. Sinergias entre clima y biodiversidad
- Un plan de trabajo conjunto entre las convenciones de cambio climático (CMNUCC), biodiversidad (CDB) y lucha contra la desertificación (CNULD).
- Reconocer el rol de la Amazonía como ecosistema clave para mitigar emisiones, proteger especies y sostener medios de vida.
Qué sucedió en la #COP30?
Lo que empezó con esperanza terminó sin las acciones concretas necesarias para responder a la crisis climática. La COP30, la primera celebrada en plena Amazonía, no logró acordar una hoja de ruta para poner fin a la destrucción de los bosques ni para transicionar fuera de los combustibles fósiles, dos pilares indispensables para mantener vivo el límite de aumento de temperaturas bajo los 1.5°C.
El resultado final tampoco incluyó un Plan Global de Respuesta para cerrar la brecha de ambición climática reflejada en los planes nacionales para el 2035, y se enmarcó en contribuciones voluntarias de países ricos en materia de financiamiento para apoyar a los países en desarrollo frente a los impactos crecientes de la crisis. Sin embargo, esto no es suficiente. La cumbre cerró luego de una objeción planteada por Colombia, otros países latinoamericanos y Canadá, quienes cuestionaron la falta de avances reales en mitigación y la ausencia de una respuesta acorde con la urgencia climática.
“La COP30, celebrada en el corazón de la Amazonía, ignoró la urgencia de protegerla. Se bloqueó un plan para detener la deforestación a 2030 y para transicionar fuera de los combustibles fósiles, pese al apoyo mayoritario. Más de 80 países apoyaron esa transición y cerca de 90 respaldaron un plan global contra la deforestación. Esto demuestra que la mayoría de países ya entiende que esto es esencial”, aseguró Laura Caicedo Valencia, coordinadora de campañas de Greenpeace Colombia.
Pero para convertir ese consenso en decisiones reales se necesita más ambición de los países ricos, mayor participación de sociedad civil y pueblos indígenas y menos lobistas de la industria fósil dentro de las negociaciones: La COP30 mostró una desconexión profunda entre lo que las personas exigen en las calles. Hoy más que nunca necesitamos resistir, alzar la voz y exigir una renovación profunda de este proceso”, dijo Caicedo Valencia.
Fuera de las salas de negociación, la COP30 estuvo marcada por la movilización social más grande que haya recibido una COP en la Amazonía: más de 50.000 personas marcharon en Belém exigiendo acciones reales para proteger los bosques, reducir las emisiones y enfrentar la crisis climática. Los pueblos indígenas, cuyo rol es fundamental para la protección de los ecosistemas, tuvieron una participación histórica que contribuyó al avance en la demarcación de catorce territorios en Brasil, cuatro de ellos en su etapa final, asegurando más de 2.4 millones de hectáreas para pueblos originarios.
La llamada “COP de la implementación y de la verdad” terminó dejando resultados débiles y voluntarios como la “Belém misión 1.5” y postergando decisiones clave para proteger los bosques, avanzar en la eliminación progresiva de los combustibles fósiles y garantizar financiamiento real.
“Se perdió una oportunidad histórica para convertir en acción los compromisos ya alcanzados en cumbres anteriores. Las negociaciones deberán continuar en 2026. Aun así, hoy más que nunca es indispensable fortalecer el multilateralismo y estos espacios globales: son los únicos donde todos los países se sientan a la misma mesa y donde la sociedad civil, academia, pueblos indígenas y comunidades locales pueden incidir”, agregó Caicedo.
Desde Greenpeace Colombia

En nuestro país, uno de los más megadiversos del planeta, necesitamos impulsar medidas concretas para proteger nuestra Amazonía:
- Monitoreo independiente con sistemas satelitales y territoriales que generen datos abiertos y de calidad para la incidencia política y la veeduría ciudadana.
- Prohibición de hidrocarburos en la Amazonía, para que esta región no siga pagando el precio de la dependencia a los combustibles fósiles.
- Promover soluciones forestales desde comunidades locales, trabajando con aliados en la región para que la Amazonía sea reconocida como un eje central de la justicia climática y social