Atravesamos este Día Mundial del Ambiente rodeados de disputas y violencia, pero también encontramos esperanza,  en esta nueva generación de jóvenes que pide justicia y equidad. La paz sigue siendo el rumbo y el umbral, a partir del cual las demandas cobran sentido. Afortunadamente, el cuidado del clima y el ambiente se ha vuelto prioritario para estas generaciones, al igual que la democracia, la equidad y la libertad.

Es evidente ahora que tras las prácticas que destruyen el planeta se encuentran los mismos intereses que atentan contra la distribución equitativa de los recursos, contra la posibilidad de acceder a alimentos sanos, empleos seguros y hábitats sustentables

Las jóvenes generaciones saben distinguir promesas incumplidas de desarrollo del daño ambiental y al bienestar humano de la minería, los combustibles fósiles, la producción agroindustrial o los transgénicos o la falta de espacios verdes en áreas urbanas.

Según un reciente informe de Greenpeace, sobre los espacios verdes y áreas públicas, en 34 países europeos, en las áreas con buen acceso a espacios verdes, las desigualdades socioeconómicas se redujeron. Al invertir en la reconstrucción espacios públicos urbanos con mayor proporción de áreas verdes, se evidencian beneficios económicos, educativos, ambientales y sociales adicionales que contribuyen a mejorar la vida en nuestras ciudades.

Las ciudades consumen más de dos tercios de la energía del mundo y representan más del 70% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Y constituyen el ámbito de mayor crecimiento de la desigualdad a nivel global.

Debemos reconstruir nuestras ciudades bajo principios de equidad y justicia. Para 2050, casi 7 de cada 10 personas en el mundo vivirán en áreas urbanas. 

El empoderamiento de los jóvenes que están poniendo el interés colectivo y la protección del ambiente en primer lugar, nos llena de esperanza, en estas épocas de  vulneración de derechos. La vida, la libertad de expresión y a la manifestación pacífica ciudadana, deben ser los pilares de nuestra democracia.

En ese sentido es que Colombia debe ratificar el Acuerdo de Escazú, para que la protección de la vida e integridad de los defensores ambientales que son amenazados, y asesinados sea una garantía.

Al tiempo que nuestras instituciones se debilitan y los líderes dudan, nuestra juventud no se rinde y nos recuerda que sí hay un futuro en paz y en un planeta sano posible.