
Por: Laura Caicedo, coordinadora de campañas de Greenpeace Colombia
Mientras el mundo mira con esperanza la posible creación del Tratado Global de Plásticos, que busca enfrentar una de las crisis ambientales, climáticas y de salud pública más graves de nuestro tiempo, las negociaciones no avanzan con la urgencia que exige la magnitud del problema. Estamos ante la última ronda de negociaciones, una oportunidad real y única de concretar un acuerdo ambicioso que marque un punto de inflexión. Sin embargo, intereses corporativos y la presión de países que anteponen sus modelos económicos a la salud del planeta están dilatando un acuerdo que debería ser contundente, claro y ambicioso: reducir la producción de plásticos en un 75% a 2040.
La historia nos está dando una oportunidad que no podemos dejar pasar. En este contexto, Colombia ha emergido como una voz clave en esta discusión internacional, por medio de un trabajo diplomático ambicioso. Ha promovido espacios de articulación regional e impulsado propuestas que van en la dirección correcta: abordar el ciclo de vida de los plásticos. Hoy, Colombia está liderando.

Pero liderar implica también sostener el rumbo. La ambición que ha mostrado Colombia debe consolidarse y escalar. No se trata solo de mantener la coherencia con su marco normativo nacional —como la Ley 2232, que busca eliminar progresivamente ciertos plásticos de un solo uso— sino de convertirse en un referente para América Latina y el Sur Global. En un escenario geopolítico lleno de bloqueos y resistencias, se necesita que países como Colombia no solo avancen, sino que inspiren a otros a hacerlo y que materialicen en la práctica dicha ambición.
Hoy, celebramos este rol activo y exigimos que se profundice. Que Colombia no retroceda ni negocie a la baja. Que se mantenga firme en exigir que el tratado incluya un objetivo claro y vinculante de reducción en la producción global de plásticos, desde su origen, y no se limite sólo a la gestión de residuos, y que se enmarque en un enfoque de derechos humanos.
También exigimos a los países que hoy están obstruyendo el tratado, muchos de ellos grandes productores y consumidores de plásticos, que escuchen a las comunidades, a la ciencia y a las generaciones jóvenes que están demandando un cambio estructural. El planeta no puede esperar.

El liderazgo de Colombia puede y debe marcar la diferencia y tiene la oportunidad sin duda de hacer la diferencia en las negociaciones. Pero para que eso ocurra, debe sostenerse con valentía, con transparencia y con una visión clara: un futuro libre de contaminación plástica, justo y sustentable.
En agosto, el mundo tiene una cita con la historia: lograr un Tratado Global de Plásticos ambicioso, vinculante y a la altura del desafío.
Desde Greenpeace estamos en Ginebra, acompañando este proceso, haciendo veeduría y exigiendo que Colombia y todos los países estén a la altura de este momento. No podemos permitir que esta oportunidad única se desperdicie. Es ahora o nunca.
