Por Luz María Le Dantec 

Hoy, 17 de mayo se celebra el Día Mundial del Reciclaje y, a pesar de no estar del todo claro el origen de esta efeméride, sabemos que desde el 2005 la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la cultura (UNESCO) estableció que esta fecha estaría abocada a distintas acciones para incentivar la cultura del reciclaje a nivel mundial.

Desde hace siglos, los seres humanos nos desconectamos de nuestra propia naturaleza, dejando de sentir que somos parte de un todo y eso nos llevó a no ser conscientes de que todo lo que hacemos tiene consecuencias en el planeta. Lo que sucede en un lugar del mundo es capaz de impactar en el otro extremo.

Con la pandemia y las distintas crisis socioambientales de los últimos años ha sido inevitable que nos rindamos ante la realidad de que la tierra es una red de relaciones interconectadas, donde las elecciones que realizamos producen efectos en nuestra propia vida y en la de los demás.

Por suerte, esta desarmonía que nos enferma, mental y físicamente, es reciente en la historia evolutiva de la humanidad y hoy, muchos somos capaces de entendernos como un ecosistema y que pertenecemos a algo mayor que nosotros mismos: la humanidad.

Nos ha tocado vivir en tiempos que exigen un cambio civilizatorio y todo cambio cultural se inicia con una transformación individual. Parte de este proceso es entender la importancia del origen de lo que consumimos y las repercusiones medioambientales y sociales involucradas en cada elección que tomamos.

Sabemos que reciclar no es suficiente, que el cambio personal también es político y que debe ir necesariamente de la mano con la exigencia ciudadana de políticas públicas que propicien la sustentabilidad y el consumo responsable, pero una cosa no quita la otra y no sería justo restarle importancia a las acciones individuales, porque la suma de ellas es la esperanza de un futuro en conciencia ambiental.

Como Greenpeace quisimos aprovechar la oportunidad que nos da este día para hacer esta reflexión e inspirarte a dar un primer paso, de manera concreta, con una acción muy sencilla a través de una guía ilustrada de composta casera donde podrás ser testigo de la perfección de la naturaleza transformando los residuos orgánicos en nutrientes esenciales para fortalecer la tierra.

Si ya tienes incorporada esta práctica en tu vida, compártela y anima a alguien más.

No olvides que reciclar es otro ejemplo de responsabilidad social y amor a nuestro planeta, por lo tanto a nosotros mismos.