A lo largo de mi trayectoria como activista ecologista, he aprendido muchas cosas en búsqueda de la justicia social y ambiental, percatándome a lo largo del tiempo que el concepto de “justicia” es un concepto polisémico complejo que me llevó a preguntarme: ¿cuál es el sentido de la resistencia ambiental sin un propósito social?”

Percibía que la justicia ambiental está incompleta sin “otro tipo de justicias”, pues es indiscutible que la crisis socioambiental a la que nos enfrentamos actualmente, por mucho, ha sido provocada por la forma en que vivimos, es decir, una vida que gira en torno a los ritmos que marca un sistema económico de acumulación de capital.

Este ritmo de vida, acelerado, consumista, contaminante y desechable, es provocado tan solo por un pequeño porcentaje de la población mundial que ha dirigido todo su poder al control total del resto de las personas que habitamos el mundo.

Huelga mundial por el clima Marcha en México Millones de personas de todo el mundo hacen huelga en la escuela o el trabajo para exigir medidas urgentes que pongan fin a la crisis climática.
© Ilse Huesca Vargas

El control que se ejerce a partir de violentas estrategias que a lo largo de la historia, han ocasionado profundas desigualdades sociales, arrebatamiento de los territorios y destrucción de la Naturaleza, son el propósito injusto de tan solo unos cuantos para mantener un sistema económico insostenible y completamente contrario a los ritmos naturales de la vida.

Es así como me encontré con el ecofeminismo, que es un conjunto diverso de pensamientos, teorías y prácticas expuestas desde las mujeres, que cuestiona los medios de producción capitalistas, y que propone la recuperación de los ritmos y ciclos naturales, a través de medios de vida más amables con los ecosistemas y las personas, para vivir vidas plenas y dignas. También identifica que la misma fuente de donde proviene la violencia contra la Naturaleza, las mujeres y otros grupos históricamente oprimidos, es la misma, es decir, el violento patriarcado y el capitalismo depredador.

Para mí fue un gusto el reconocimiento de las fundadoras de Greenpeace hace unos pocos años. Saber que las ideas de las acciones más icónicas de la organización donde me formé, vinieron de las geniales mentes de mujeres como Dorothy Metcalfe, Marie Bohlen, Dorothy Stowe y Zoe Hunter, hicieron que me brincara el corazón de alegría. Las mujeres necesitamos estar presentes en espacios estratégicos y de toma de decisiones.

La adopción de una postura desde la visión de las mujeres en organizaciones como Greenpeace, es clave para alcanzar una justicia “más completa” tanto social como ambiental. Propuestas como el reforzamiento de la vida comunitaria, la recuperación de la ternura, la cultura de los cuidados o el reconocernos como seres ecodependientes e interdependientes, son tan sólo pocas de las muchas propuestas provenientes del ecofeminismo.

Desde que me acerqué al ecofeminismo, ahora resuenan siempre estas palabras en mí: “No hay justicia ambiental sin justicia de género” y estoy segura de que ese es el camino correcto.