Deforestación en la Sección 5 del Tren Maya © Paola Chiomante / Greenpeace

1.“No va a talar ni un sólo árbol ni se va a dañar el ambiente”.

Estar en medio de la brecha del Tren Maya es desolador. El follaje selvático se interrumpe de golpe para dar paso a un paisaje árido y polvoso, donde el calor se intensifica. Más de 10 millones de árboles han sido talados sólo para abrir paso a la vía, sin contar la deforestación causada por la dinamita utilizada para extraer piedra caliza en distintos puntos de la península de Yucatán.

El tren no solo ha provocado una deforestación sin precedentes: ha fragmentado el ecosistema en sus 1,500 kilómetros de recorrido, afectando gravemente a especies en peligro de extinción como el jaguar. A esto se suma un contrato filtrado donde la empresa Tren Maya S.A. de C.V. solicita “controlar fauna nociva” mediante trampas, redes, dardos y costales, además de gestionar los cuerpos de animales atropellados.

Después de haber suspendido las obras del tren maya, FONATUR, reanuda las obras, sin tener los documentos necesarios de impacto ambiental que respalden dicho proyecto afectando la el ecosistema del la región.

Por si fuera poco, se han incrustado unos 15 mil pilotes gigantes que atraviesan el frágil suelo kárstico y están contaminando con óxidos el agua subterránea de cuevas y cenotes, poniendo en riesgo el abastecimiento tanto para la fauna como para las comunidades humanas.

2. “Será un gran transporte público para las comunidades”.

Este es un tren que no sale de ningún lado y que tampoco llega a ningún lado. Las estaciones están ubicadas a distancias muy largas de las poblaciones, algo parecido a lo que sucede con los aeropuertos. No se puede llegar a ellas ni a pie, ni en bici, ni en transporte público, necesitas forzosamente un coche. Están pensadas de esa manera porque alrededor de ellas se busca edificar nuevos desarrollos inmobiliarios y construcciones que no son para la población local sino que favorecerá los intereses de grandes empresas privadas y de instituciones militares.

Tren Maya en Felipe Carrillo Puerto, Quintana Roo © Greenpeace / Prometeo  Lucero

A pesar de que existe un descuento para las personas locales, los costos de los pasajes de este tren exceden las posibilidades de pago de la mayoría de las personas trabajadoras que habitan la región, o de quienes aún se dedican al campo. Tampoco les representa ningún atractivo en cuanto a cumplir sus necesidades de traslados, por lo que continúan optando por otras formas de transporte.

3. El tren es “Maya”

No son pocas las comunidades que han dicho que ese tren no es Maya.

El gobierno está obligado por ley a realizar una consulta pública a todos los ejidos y comunidades por donde el trazo del tren atraviesa. Sin embargo, en numerosos casos, han habido denuncias de comunidades en las que se evidencia que los ejercicios realizados no fueron más que una simulación. 

Detrás de la aparente consulta hubieron engaños y una latente intimidación para ceder sus tierras. Esta presión se intensificó a raíz de la militarización de toda la región para llevar a cabo este proyecto de una manera impositiva. Se hizo una consulta que no fue libre ni informada, lo cual terminó por no reflejar la verdadera voluntad de las personas de las comunidades ni tomó en cuenta sus necesidades.

Acción tren maya  Greenpeace y representantes de distintos colectivos y organizaciones se dieron cita desde las 7 de la mañana de este lunes para detener simbólicamente las obras que se están llevando a cabo en el tramo 5 del Tren Maya que va de Cancún a Tulum.
© Gustavo Graf / Greenpeace

4. “Traerá el desarrollo y progreso para las comunidades de la península”.

No hay progreso que valga la destrucción que se está ocasionando al pulmón verde de México a través de este megaproyecto. Muchos piensan que los impactos ambientales del tren se terminaron con su construcción, pero eso es una idea muy equivocada. Los impactos potenciales para los próximos años se avizoran aún mucho mayores.

Tren Maya, mina e incendio 
Vista aérea del Tren Maya cercano a una mina sascabera y un incendio forestal en Quintana Roo © Greenpeace / Prometeo  Lucero

De acuerdo a publicaciones recientes sobre peritajes presentados durante un juicio de amparo de organizaciones ambientalistas y comunidades contra el Tren Maya, esta obra podría provocar impactos acumulados devastadores para el año 2050. El aumento de la especulación inmobiliaria, la voracidad de empresarios por acaparar tierras para convertirlas en hoteles o desarrollos, así como el incremento de la actividad extractiva, podrían hacer que para ese año se deforesten más de 2 millones de hectáreas de selva, lo cual equivale a casi 14 veces el territorio total de la Ciudad de México. No hay un futuro compatible con esa visión del desarrollo y el progreso.

5. “Será un tren de pasajeros para que los turistas disfruten del paisaje y la belleza natural”.

Aquí está la prueba de que no todo lo que brilla es oro.

A pesar de que la promesa fue usar el tren como un detonante de crecimiento económico a través del turismo, ahora resulta que el propio director del tren reconoció que será imposible que sea rentable sólo con la operación turística. La trampa aquí es que las negras intenciones detrás de esas vías están en mover carga por toda la península de Yucatán y más allá, lo cual contribuirá a aumentar los índices de inseguridad en la región, la extracción de materias primas para las industrias, así como la proliferación de proyectos que están envenenado el agua subterránea, como sucede con los tóxicos usados por la agricultura industrial y sus monocultivos transgénicos.

Las mentiras no acaban aquí.

Si quieres saber más sobre el Tren Maya y los impactos que está teniendo en la selva y las comunidades, no te pierdas nuestro documental “Voces de la Selva Maya. Una batalla por la vida”.