Recuerdo que cuando era niña veía tan normal que en los eventos de las instituciones del estado alguna mujer maya con su huipil sonreía muy contenta, tenía una sensación que no me explicaba, pero que sabía no me hacía sentir bien.
Ahora puedo darle nombre a esa incomodidad pues la escena se ha triplicado, y el pueblo maya aparentemente más visible y afortunado gracias a que el reordenamiento territorial que atraviesa la península traerá progreso y desarrollo, es decir, que se saldará la deuda histórica que tiene el estado con el pueblo maya y para reafirmar que es así, está la presencia de alguien del pueblo para legitimarlo.
Sin embargo esa no es la realidad, al menos el significado de progreso y desarrollo desde nuestras vivencias son devastadores. Cuando hablamos de los derechos de los pueblos originarios, tenemos que hablar necesariamente del territorio, pues nuestra vida, nuestra cultura está vinculada a él, la belleza de lo que somos y nuestra forma de cosmosentir.
Hoy es el Día Internacional de los Pueblos Indígenas y tenemos que nombrar las violencias que estamos viviendo, las amenazas a compañeras y compañeros por defender su territorio y la destrucción que a su paso va dejando ese megaproyecto, el Tren maya, y que representa sólo el inicio del despojo y el saqueo pues como cuentas de un collar, une muchos otros proyectos que enriquecen a las grandes empresas a expensas de la vida de los pueblos.
No olvidemos que la vida no es posible si se violenta el territorio con el saqueo del agua, la industrialización, la contaminación del aire y del suelo y la destrucción de la selva. Temo decir que las lecturas y reflexiones de nuestros abuelos y abuelas sobre lo que nos espera nos duele profundamente y nos exige ser conscientes de cada paso que damos, del compromiso con nuestro pueblo.
Lo cierto es que ya muy alto es el costo de ese megaproyecto, no solo monetariamente, sino que hemos perdido la paz que tanto valoramos y la vida de muchas personas en las obras. Como mujer maya, abrazar nuestro territorio, cuidarlo, y protegerlo implica valorar la comunidad y honrar la vida de nuestros ancestros y ancestras que lucharon en la guerra por su libertad. Que la fuerza de nuestro espíritu y nuestros abuelos y abuelas nos guíen para caminar con bondad y conciencia.
Wilma Esquivel Pat
Integrante del Centro Comunitario U Kúuchil K Ch’i’ibalo’on