
Lejos de ser una industria nacional, la salmonicultura es una práctica con numerosos impactos ambientales documentados. Las salmoneras rompen el equilibrio de los ecosistemas naturales, amenazan la biodiversidad, y el desarrollo de otras actividades económicas como el turismo y la pesca. Muchos de estos daños pueden tardar décadas en ser reparados e incluso pueden ser irreversibles.
Desde Greenpeace, nos oponemos a la expansión de operaciones de salmonicultura en áreas de alto valor ecológico – como la Patagonia, las Islas Malvinas o Tierra del Fuego, donde ya está prohibida- y especialmente en ecosistemas donde el salmón no es una especie nativa.
Impactos ambientales, sanitarios, sociales: los salmones no son nativos de la Patagonia

@ Alvaro Vidal / Greenpeace
Para comprender la salmonicultura es necesario saber que consiste en el cultivo intensivo de peces, específicamente de especies de salmón originarias del hemisferio norte. Estas especies no son nativas de la Patagonia, por lo que han sido introducidas artificialmente en nuestros ecosistemas. Distintas empresas crían estos salmones con fines comerciales, cosechándolos (es decir, extrayéndolos del agua) para su comercialización.

2027- Chile: Activistas de Greenpeace en las jaulas salmoneras de Cermaq en skyrin, perteneciente a la multinacional Mitsubishi. © Greenpeace
Como son peces exóticos en nuestros ecosistemas desarrollan gran cantidad de enfermedades. Por ello, para que puedan subsistir, a los salmones se les suministran químicos y antibióticos. Como referencia, en 2014 en Chile se utilizaron aproximadamente 1.500 veces más fármacos que en Noruega, el principal productor de salmón en el mundo (OCEANA, 2018).
Por otra parte, la salmonicultura genera múltiples desechos por la acumulación de residuos sólidos y líquidos en superficie, además de la contaminación por nutrientes derivada de los alimentos no consumidos, heces y mortalidad de los salmones.
Múltiples desechos industriales que las empresas abandonan contaminando la tierra, las aguas y fondos marinos, han sido documentados en las zonas de la Patagonia donde esta actividad se realiza.

propios de la industria salmonera, como bidones de más de 20 Lt de Dip Blue (inactivador de la
mortalidad de salmones) y envases de Benzocaína (sedante de salmones), restos de mallas plásticas, boyas, sacos de alimentos, tuberías plásticas, plumavit, jaulas abandonadas, neumáticos y cascos de trabajadores.

Los salmones, además, crecen hacinados en enormes jaulas bajo el mar que funcionan como granjas que los engordan. Reciben pellets (porciones de alimento) elaborados con harina y aceite de pescado, entre otros componentes. Se calcula que para producir un kilo de comida para esta especie se necesitan entre 1,5 y 3 kilos de otros peces como el espadín, la anchoa, la sardina y la anguila de arena, entre otros. Un ejemplo de esto, es el informe “Blue Empire” publicado en 2024 que analizó la salmonicultura Noruega.
¿Los salmones que comemos en Argentina tienen antibióticos?

En marzo de 2017, una investigación de el Instituto de Tecnología (INTEC) de la Fundación UADE, determinó que el 66% de los filetes de salmón rosado importados desde Chile que se comercializan en pescaderías de la Ciudad de Buenos Aires, contenían antibióticos. Según el estudio, ¨en varios casos, los residuos de antibióticos en estos peces superan los niveles máximos permitidos por organismos reguladores nacionales e internacionales¨. También indica que ¨se debería monitorear temporalmente estos productos, por sus posibles implicancias para la salud humana¨.


Uno de los principales impactos es la resistencia que puede generar en las bacterias el consumo de estos antibióticos, lo que puede provocar que no sean efectivos cuando se los necesite para combatir enfermedades. A su vez, este modo de consumo de antibióticos puede afectar el correcto funcionamiento del sistema inmune y hasta tener consecuencias en el aparato digestivo al alterar la microbiota intestinal.
Salmonicultura en Chile: las crisis del segundo productor mundial

Todos los años hay evidencias sobre la incompatibilidad de la expansión de la salmonicultura con el clima, los ecosistemas marinos y los legítimos usos de las comunidades locales, que se ven profundamente afectadas también.
En Chile (segundo productor de salmones a nivel mundial) cada vez impacta más la recurrente sucesión de desastres ambientales provocados por la actividad de la industria salmonera: derrames, hundimientos, mortalidades masivas y proliferación de zonas muertas (causadas por bajas de oxígeno), escapes masivos de salmones, sobreproducción e incumplimientos legales.

En 2016, por ejemplo, tras una autorización del gobierno chileno se vertieron al mar 5 mil toneladas de salmones en estado de descomposición (sin estudios previos ni evaluaciones de riesgo), desencadenando una de las crisis sociales y ambientales más graves de su historia. El mar de Chiloé fue un vertedero en el momento justo en el cual se daban las condiciones ambientales propicias para el desarrollo de floraciones algales nocivas (conocidas como marea roja).
En el año 2018 se produjo un escape masivo de aproximadamente 690 mil salmones desde el centro de cultivo Punta Redonda, perteneciente a la empresa Marine Harvest (actualmente Mowi), ubicado en Isla Huar, región de Los Lagos. El incidente se habría originado a raíz de un evento meteorológico que provocó la rotura de las estructuras de las jaulas de cultivo.

Este caso, considerado de alta gravedad ambiental, dio origen a un proceso sancionatorio en la Superintendencia del Medio Ambiente (SMA), dada la magnitud del impacto y la potencial afectación a los ecosistemas marinos y especies nativas.
¿Cómo hace Argentina para evitar los peligros de la salmonicultura?

El 30 de junio de 2021 en un día histórico la Legislatura de Tierra del Fuego aprobó de forma unánime la ley que prohíbe la instalación de cualquier tipo de cultivo y producción de salmones en cautiverio en las aguas marinas y de lagos de la provincia. De esta manera, Argentina se convirtió en el primer país del mundo que elige proteger sus ecosistemas diciendo NO a la salmonicultura antes de que empiece a funcionar en su territorio.

Logramos evitar el desastre ambiental que pudo haber provocado la salmonicultura en el Canal de Beagle. Fue un gran triunfo de la ciudadanía; organizaciones civiles y ambientales, científicos, chefs, el sector turístico, comunidades locales de Tierra del Fuego y miles de personas comprometidas se unieron para defender el ambiente ante la amenaza de esta industria. Y demostraron que es posible alcanzar grandes resultados.

En 2018, Argentina había firmado un acuerdo con los reyes de Noruega para desarrollar la salmonicultura en el canal. En ese momento, Greenpeace denunció los peligros que implicaría el avance de esta actividad en el ecosistema y los impactos que tendría para las industrias locales.
A principios de 2019, se instalaron jaulas salmoneras en Puerto Williams, del lado chileno del canal de Beagle, lo que impulsó a crear un movimiento binacional en rechazo de la industria. A su vez se sumaron a la causa científicos y organizaciones civiles junto a la ciudadanía. En mayo de ese mismo año, y debido a la presión ciudadana y al trabajo de la comunidad indígena Yagán que probó las irregularidades de dichos proyectos, se revocaron las concesiones de operación de salmonicultura en la zona y se ordenó retirar las jaulas en Puerto Williams.
Estas son las 10 consecuencias principales de la cría intensiva e industrial del salmón:

- Contamina las aguas por la constante incorporación de nutrientes.
- El elevado uso de antibióticos puede originar serias perturbaciones en todo el ecosistema, incluso afectar a cetáceos.
- Favorece las condiciones ideales para el desarrollo de floraciones de algas nocivas, como la “marea roja”, que ocurren por la proliferación de microalgas que pueden liberar toxinas, provocando daño en distintas especies y una alta mortalidad de peces.
- Afecta negativamente a la pesca artesanal al alterar el ciclo de nutrientes, las condiciones ambientales y, como consecuencia, el equilibrio del ecosistema..
- Excede la capacidad de carga del ecosistema (hay un máximo número de individuos que el ambiente puede soportar sin que su integridad se vea afectada)..
- Aumenta la probabilidad de contagio de enfermedades en el ecosistema.
- Baja el oxígeno en los cuerpos de agua.
- Los escapes de salmones amenazan la biodiversidad nativa.
- Contamina los ecosistemas de ríos y lagos donde se crían los salmones juveniles (salmones en su etapa de ¨larva¨) que luego son transportados hacia áreas marinas.
Seguiremos trabajando en nuestras campañas, defendiendo el territorio argentino de las amenazas de actividades contaminantes y sus impactos sobre el ambiente, las comunidades y los ecosistemas.
Notas:
- Más información sobre la campaña contra la contaminación de la salmonicultura
- Reporte reciente sobre cómo la industria noruega del salmón extrae nutrientes y socava los medios de subsistencia en África Occidental
- Reporte técnico y postura de Greenpeace en oposición a proyectos no sustentables de salmonicultura