8 de marzo, Día Internacional de la Mujer: Es fundamental reconocer y valorar el liderazgo de las mujeres, especialmente en las comunidades rurales e indígenas, en la defensa del medioambiente y la preservación de los territorios. Ellas no solo enfrentan las consecuencias del cambio climático, sino que son clave para construir una sociedad más justa y sostenible.



Las mujeres somos quienes estamos al frente de actividades prioritarias y de supervivencia. Y somos las principales cuidadoras de nuestra casa mayor: el planeta con sus bosques, suelos y agua. A menudo, lideramos la protección de nuestros territorios y ecosistemas, preservando saberes ancestrales que priorizan el cuidado de la naturaleza. Especialmente en América Latina y en el Caribe, las mujeres estamos frecuentemente al frente de los movimientos ambientales y de defensa del territorio.



Nuestro universo femenino está profundamente ligado al mundo de la ecología y la sustentabilidad. También somos las primeras en sufrir los embates del cambio climático, porque la desigualdad de género nos deja más vulnerables en situaciones de catástrofe.
A nivel global, las mujeres realizamos una parte significativa de la producción de alimentos en comunidades rurales, lo que nos hace clave en la seguridad alimentaria y la adaptación al cambio climático.
En un escenario donde el cambio climático, agravado por la acción humana según la ciencia, altera los ecosistemas y provoca desastres naturales, las mujeres asumimos la mayor carga en la adaptación de nuestras familias y comunidades. Sin embargo, seguimos subrepresentadas en los espacios de decisión donde se definen las políticas climáticas.
Como dice Estefanía González, sub directora de Campañas de Greenepace Andino, “Aunque las mujeres son las que mejor conocen los desafíos que enfrentan los territorios -zonas inundables, acceso al agua, distancias y rutas más recorridas- y quienes más participan en iniciativas de protección de biodiversidad en ellos, aún tenemos enormes barreras para su inclusión efectiva en la toma de decisiones. Un ejemplo, es que cuando miramos las políticas públicas de mitigación y adaptación al cambio climático, muy pocas están construidas con consideración de género o contemplando una alta participación de mujeres locales en su desarrollo”
Garantizar la participación plena y efectiva de las mujeres no solo es una cuestión de equidad, sino una estrategia fundamental para afrontar la crisis climática. Incorporar todas las voces en la planificación y ejecución de políticas fortalece la resiliencia de las comunidades y mejora la capacidad de respuesta ante futuras crisis.


No debe olvidarse que defender el medioambiente implica un alto costo personal para quienes dedican su vida a esta causa. Más allá de los riesgos evidentes, como la criminalización o las amenazas, el activismo ambiental también tiene un impacto físico y emocional profundo en quienes lo ejercen. Décadas de trabajo por la protección del planeta dejan secuelas invisibles, desde el desgaste emocional hasta la presión constante de enfrentar poderosos intereses económicos y políticos.
Desde Greenpeace, ligado a nuestros valores de paz como organización ambientalista, sabemos que el ecologismo no puede ser exitoso sin una perspectiva de género que identifique los diferentes grados de vulnerabilidad de hombres y mujeres y que construya agentes de cambio, ya que solo así se podrán proponer soluciones y tener una incidencia real.

Las defensoras ambientales, especialmente en América Latina y el Caribe, enfrentan amenazas cada vez más graves. Por lo tanto, incluir la perspectiva de género en las decisiones clave potencia soluciones más efectivas a los desafíos sociales y ambientales.